PRIMERA LLAMADA / Genoveva Mora
Echando una mirada al año que termina, reconfirmo que la escena ecuatoriana ha estado muy activa, más de un centenar de estrenos y otro tanto en reposiciones de obras de teatro (principalmente) y danza.
Vivir el ahora, el presente, es uno de los lemas de este siglo, sin embargo, sabemos que, el pasado es un gran aliado, es nuestra posibilidad de crecer, si reparamos en él, no necesariamente como un mecanismo nostálgico, tampoco como esa traba que impide entender que el error es la gran forma de aprendizaje.
Solemos repetir -como buenos occidentales- que el pasado ya no está y que el futuro es eso ‘por venir’ es lo que cuenta. Sin embargo, el lapso entre uno y otro, el fugaz presente es lo que nos constituye cada instante como seres humanos.
Tal vez, por eso, el efímero presente de la escena puede ser algo tan potente, o, debería serlo, porque es la posibilidad, es la ficción, es… -o debería ser- la pregunta oportuna, que inevitablemente genere más preguntas, crítica y autocrítica. Mas, qué pasa cuando gran número de estas propuestas han apostado por una especie de pequeña gran comodidad que, además, se vuelve contagiosa, porque no nos involucra, no nos desacomoda, entonces optamos -también- por un cómodo silencio.
Sé que generalizar es una mala costumbre, pero… casi me atrevo a afirmar que toda esta especie de acomodo, de mediocridad, como decía el otro día el maestro David Zambrano, en su clase “quedarse en el medio, sin tomar acción, sin decidirse, eso es mediocridad”. Algo de esto nos pasa, nos quedamos en el medio preguntándonos ¿por qué la escena ecuatoriana, en general, es tan lineal? ¿por qué NADA pasa en el ministerio de cultura? ¿por qué, artistas, gestores, etc., seguimos esperando que algún día se vuelvan realidad las tan mentadas políticas culturales? Y así… en esta espera interminable van sucediendo cosas, decisiones, imposiciones. Por ejemplo, se acaba de institucionalizar el Festival de las Artes Vivas, nacido de la viveza y voluntad de un mandatario que, si conocía o ignoró por voluntad la historia de las artes escénicas de este país, da lo mismo, decidió que aquí también debía existir un festival emulando al famoso festival francés. Y muy a pesar de las críticas y luego aceptación y participación de quienes han ido cambiando de opinión, acaba de ser sacramentado por la bendita asamblea que, ha emitido la Ley de Institucionalización de dicho Festival para “fomentar y garantizar la promoción de las artes vivas, como manifestación de los derechos culturales reconocidos en la Constitución…”, ¡¿Quién entiende esto?! Ahora sí, adquirió categoría de arte vivo y bien alimentado, mientras los otros festivales que han bregado por años seguirán famélicos y sin esperanza (de fondos, claro está) porque lo que no les han podido quitar es la mística que a cada uno los mueve.
Y para cerrar el año, con broche de realísima ‘plata dolarizada’, se emite nada más ni nada menos, también por otro impulso presidencial, el proyecto ‘Arte en el barrio’, como si nunca hubiera existido nada, decisión ante la cual reaccionan antiguos correistas, (que hoy en día reaccionan a todo, porque ya no son parte del banquete), en fin, que el tema no es la reacción sino la acción arbitraria, que una vez más ignora una realidad nacional, hace tabla raza de la famosa ley de cultura, las posibles políticas culturales, etc. etc. etc.
Y nosotros aquí en el medio, no por mediocres sino por perdidxs, por ilusxs, creyendo que la famosa Ley de Cultura, mala o malísima, buena o buenísima, qué importa si de origen es letra muerta, inoperante; podía haber sido el instrumento para empezar a poner las cosas en orden. ¡Diga usted señor ministro!, ¡digan ustedes gente de las artes escénicas!