El Apuntador

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AMAR, ERRAR, CONCLUIR… Y VOLVER A EMPEZAR / Santiago Ribadeneira Aguirre

Los amantes sufren la espantosa condena de vivir en la ausencia del otro. Es el destino del errabundeo amoroso sin un aparente puerto de desembarque. Al menos mientras no se haya sido capaz de designar un lugar. Y ese lugar tampoco existe para siempre, porque está construido con las siluetas (o las imágenes) inconclusas que quedan después de la fatigosa errancia de ambos, buscando ‘el amor absoluto’.

Se puede celebrar el primer aniversario de la infidelidad o la redundancia de los días, el cansancio total o la esperanza de nuevos encuentros. En el acto amoroso no se tematiza, tampoco se alcanza la perfección como objetivo final. El mundo amoroso está concebido bajo la imagen de lo transitorio y de la simulación elevada a la categoría de principio y rutina. Los amantes, por igual, se conforman con la evocación ideal del otro, como pequeñas victorias estoicas sobre la ausencia posible, esperada, alternativa.

Escenas de pareja. Milagros Ribadeneria, Emilio Figueroa de pareja. Fotos Archivo El Apuntador

La obra Escenas de pareja (dirección de Sharon Olazaval y adaptación de Cristina Figueroa) discurre por esos tópicos o ‘modos de ser’, como si se hubiera aceptado a priori la idea de una ley vivificante, mediante la cual aquellos amantes hubieran agotado la madeja de las fantasías donde apenas quedan los últimos residuos de la mundanidad. Son, efectivamente, tres momentos, de trechos parciales establecidos por la autoexperiencia de cada uno. Las fases intermedias, determinadas por un juego insistente con las sillas, producen efectos contradictorios, de innecesaria esquematización. En definitiva, la confesión del fracaso amoroso y la descripción de sus fallos como una compulsión a la autoinvención, opera como un sentido de consumación: en el acto amatorio no hay un progreso pleno, sostenido.

Escenas de pareja. Javier Ordóñez, Cristina Figueroa. Foto Archivo El Apuntador

Escenas de parejas recrea con tino y suspicacia algunos ‘retratos’ sobre las ‘correrías amorosas’ de tres dualidades, con bemoles y vanidades incluidas. Incluso con ciertos tonos de intrigas coreográficas. Están como elementos dramáticos, el disimulo, los constantes discursos, las frases que se repiten una y otra vez. No son los retratos psicológicos sino las palabras que viajan o corren, empujadas por los ‘figurantes’, que dibujan un ‘topos’ inexistente. En el amor (y en el discurso amoroso) no existen resquicios. Existen las emociones: angustias, esperas, recuerdos, memoria, promesas y arrepentimientos. Son las maravillosas ‘zonas grises’, los ‘claroscuros’, los momentos tenues, los desbarajustes de las sombras. Los dramas inventados entre los pliegues del lenguaje: “¿Llegaste?”. “Acabo de llegar”. “¿Qué tenías que decirme?”. “Es mejor que te vayas”. Y así hasta que el mismo infinito estalla por las rehechuras mientras el amor, como objeto inservible, –con temor y temblor–  deja de ser parte del pacto inicial y se consolida como el espíritu del mutismo. Ya no hay nada más que decir.

Escenas de pareja. Milagros Ribadeneria, Diego Andrés Paredes. Fotos Archivo EL Apuntador

En cada uno de los momentos, las parejas, previsiblemente anonadadas, al borde del abismo, sujetan la última imagen del otro (que fue meticulosa y amorosamente destruida) como forma de recuperación o de olvido. Es la despedida, buscada o sentida, que marca el rigor de la muerte y del pensamiento. Ya no se piensa. Solo se presupone el momento de las emociones y del duelo. Y es el duelo el que ayudará a sostener a cada uno de los amantes, la imagen que huye del abrazo imaginario: ¡Nos desinventamos! ¡Nos desrealizamos! ¡Solo añoramos otra vez caminar por la playa y meter los pies en el mar!

Javier Ordóñez,Cristina Figueroa, Emilio Figueroa, Milagros Ribadeneria, Diego Andrés Paredes

El sujeto amoroso apela al ‘objeto amoroso’ (Barthes) que se evade, se pierde, se difumina, pierde consistencia. No existe. Apenas quedan los ‘errabundeos del amor’, las fatigas. Y los retumbos tratados también con ironía y algo de humor, que es lo que planteó con insistencia la obra Escenas de Parejas, en formato tríptico, construida con textos de Dejar a Matilde de Alberto Moravia, El último brindis de autor Anónimo, y No puedo imaginar el mañana de Tennessee Williams.

Ficha técnica:

Grupo: Teatro en Rojo fundado en la ciudad de Quito, organización que trabaja con experiencias escénicas para trascender en las y los espectadores mediante el entretenimiento y distracción, responsable con el entorno sociocultural del país y el mundo.

Adaptación y fragmentación de textos: Cristina Figueroa directora y fundadora de Teatro en Rojo. Obra adaptada de los textos: Dejar a Matilde de Alberto Moravia, El último brindis de Anónimo, y No puedo imaginar el mañana de Tennessee Williams.

Dirección: Sharon Olazaval actriz de teatro que nació en la ciudad del Cuzco-Perú. Estudios superiores en la Universidad nacional de Córdova, Argentina, Facultad de Artes, carrera de cine y TV.

Producción: Teatro en Rojo

Actuación: Diego Andrés Paredes,Milagros Ribadeneira, Emilio Figueroa, Javier Ordóñez,Cristina Figueroa

Fotografía para difusión: Sofía Zumárraga

Iluminación: Erick Cepeda