Amor, Furia, Teatro y Compas/ Sharon Olazaval
No pidieron permiso. Nadie les ayudó tampoco. Hicieron lo que quisieron y buscan inmortalizarse en un documental de 77 minutos que, así como ellxs, hace lo que quiere.
Amor Furia Teatro le pusieron. No. El amor puede ser romántico y aquí no hay nada de eso. No hay amor, hay pasión; tampoco hay furia, hay ira; y teatro, teatro sí hay, así, a secas, sin superlativo, es que no existe un concepto más doloroso que el teatro: casi nunca hay presupuesto, cada vez hay menos público y casi siempre hay llanto, ya sea porque el trabajo en grupo es durísimo o porque algo no sale y unx siente que no tiene talento.
Ellxs son Casa de Arte Espacio 412, un proyecto dedicado a la gestión cultural independiente en San Antonio de Pichincha, sector Mitad del Mundo. Y él es Emanuele, la cabeza detrás de los 412 y de los 77, el responsable de todo este despelote.
A Amor Furia Teatro no le interesa ser algo que no es. No quiere ser una fina pieza de la más ingeniosa y artística creación de la no-ficción cinematográfica, no quiere ser de museo; va sin crema chantilly. Lo único que le importa ser es un retrato real de los sujetos de quienes habla y de su labor. ¿Y cómo es eso? Pues uno con mucho punk y comunidad.
La voluntad fue su mayor aliado y la falta de recursos una piedra en el camino que lograron patear con amigxs. ¿Y qué si nunca han hecho cine? ¿Y qué si no tienen equipos de última generación? La destreza cinematográfica y las máquinas costosas no valen nada cuando las ganas de filmar son más grandes. Es que cumplir 10 años de llevar teatro al barrio no es poca cosa y celebrarlo con una película es lo que hay que hacer. Qué les importa a ellxs una imagen nítida, un sonido limpio y un montaje preciso si lo que van a contar es más urgente. Además, ya lo dijo Hito Steyerl, la imagen pobre es necesaria porque “transforma la calidad en accesibilidad”. Qué nos importa a nosotrxs, entonces, un video de baja resolución si a ellxs les dio una voz.
De todas formas, no se dejen engañar por la falta de experiencia, y dinero, porque fueron lo suficientemente brillantes como para entender que no iban a poder hacer una película que siga todos los preceptos de lo que generalmente se espera del cine hoy en día, pero sí una que obedezca sus propias reglas. Y así, con una cámara modesta y celulares en mano grabando sonido, con ciertas tomas quemadas y otras con mucho grano, con algunos diálogos que casi no se escuchan, con música que está muy alta y un montaje que le falta un poco de organización, lograron crear un film que, tan disruptivo como ellxs, es muy interesante de ver. Un cine imperfecto, ese de Julio García Espinosa: popular y que no ocurre al margen de la vida sino dentro de ella.
Y es justo ahí en donde Amor Furia Teatro despega, es ahí en donde abandona el destino de convertirse en una película desechable para convertirse en una memorable: cuando filma desde adentro, cuando es parte de lo que cuenta, y cuando filma la vida tal y como es: a la veci de la tienda la entrevistan en el mismo rincón en donde vende, a la veci que iba a las funciones la filman en la puerta de su casa, y a lxs músicxs, actorxs y demás colaboradorxs que prestan testimonio lxs graban en medio de conversaciones, sin acomodar nada, sin poses, sin censuras. Nadie intenta esconder nada, hay groserías, interrupciones para preguntar si alguien ha visto unos zapatos, quejas a la falta de apoyo público y privado, quejas a la misma gestión del Espacio 412, palabras del camarógrafo que da indicaciones y de lxs entrevistadxs que dan indicaciones al camarógrafo.
“Si no podemos cambiar el mundo, cambiemos al menos la mitad del mundo” dice Amor Furia Teatro y por 10 años lo han intentado porque la gestión independiente no es tarea fácil. Pero, algo ha cambiado en La Floresta porque estrenar su película en el Ochoymedio, una sala que es todo lo opuesto a lo que ellxs proponen, en un barrio que es muy diferente del que ellxs vienen, es acercar a su público a otro tipo de plásticas, de escenarios y de música.
El reto lo tuvo también el grupo, porque regresar de La Floresta a la Mitad del Mundo a las 9:30 de la noche no es tarea fácil, cuando el transporte público de la ciudad deja de circular a las 10. Pero como todo lo que hacen es resuelto en conjunto, decidieron mandar a la madre de uno de ellxs en el único auto que había disponible para que vaya tranquila y segura mientras el grupo iría resolviendo en el camino si Trole, si Ecovía, si Metro, si taxi un tramo o si a pie otro. Y con un largo camino por delante, y la felicidad del estreno, 4 personas se adentraron en la oscuridad de la Galavis, sin miedo a nada. Punk y comunidad.