El Apuntador

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AMORE, un drama que conjuga sustantivos /Genoveva Mora Toral

Yanet Gómez, la actriz cubana que hizo su carrera en la Escuela Nacional de Artes (ENA)  en la Habana, institución para la que se necesita talento, o al menos hace tiempo así lo exigía, porque cuando en ese entonces la aspirante postuló, tuvo que competir con centenas de estudiantes; quizá por esa razón y corridos algunos años también fue capaz de ingresar en el International School of Corporeal Mime en Inglaterra, donde adquirió ese lenguaje corporal que la ha caracterizado a ella y al grupo Teatro del Cielo. (2004)

Yanet es una actriz cuya cotidianidad transcurre por y alrededor del teatro, no importan las dificultades, ese es su modo de vida. Ella ha sido co-protagonista de emblemáticas puestas en escena, como Hombre y sombra, el primer montaje, junto con Martín Peña, que fue precisamente la obra que los impulsó a crear el grupo. Bruma, Luna de Miel… lotra de sal, Lautaro, son algunos de los trabajos en los que ha dejado su impronta.  Hoy nos hace partícipes y espectadores de su más reciente creación, escritura y dramaturgia de Martín Peña: Amore.

Amore. Yanet Gómez

Si bien la técnica del mimo corporal subyace en este trabajo, siento que es algo de lo que también se despoja Yanet en este monólogo, toma de él lo que hace falta, y recurre a un modo teatral otro, se adentra en el terreno dramático y los sostiene recurriendo a diversas herramientas, entre ellas la voz, pues ciertamente la línea que conduce y en la que, a nivel emocional se sostiene este drama es la música -canciones-  y principalmente, la romántica de Silvio Rodríguez, Te amaré, y después te amaré, Yanet lo canta a capela y sin embargo, su versión trae a escena el grave sonido del chelo, que silencioso  y profundo pareciera resonar en el cuerpo de la actriz. 

 La protagonista, al final de su trabajo se acerca al público de manera emocionada, confiesa que no fue una noche fácil, describe a esta obra como una especie de ritual personal; no obstante, esa información es tan solo un dato más, porque quienes estuvimos en la butaca vimos a la actriz  trascendiendo esa presencia cotidiana o extra-cotidiana propia, para entrar a una segunda piel, desnudarse de sí misma, transformarse en escena y al mismo tiempo permanecer ella, ahí estaría su rito.

Amore no es -en estricto- una historia y sin embargo narra a través del cuerpo el amor y el desamor, atravesados también por la palabra descompuesta, por una sintaxis distorsionada, por una conjugación de nombres que al colocarlos en calidad de verbos se agrandan y revisten de mayor significado “siento que la casa nos rutina… ya sé nicotinemos… Amore basta… te alfombro, te cuchareo y tú me polvas…”, actúa como contrapunto o fuga frente a  la minuciosa acción y a un diáfano lenguaje corporal.  Amore se torna palabra superlativa para hablar también de un amor que está en la cúspide… y al borde del derrumbe, a punto de caer porque, aún en el máxime de la pasión alcanza a reconocer el ‘tiempo’ perfecto …“te amé pero anulaste mis brazos, te sigo amando aunque me has hecho desconfiar de mi presente…”

Y todo esta palabra a ratos quebrada, cantada o sentida está canalizada a través de energía que emana de ese personaje y lo proyecta fuera de la escena; atraviesa también nuestra piel, nos conmociona y emociona, acatamos la convención del teatro pero simultáneamente nos quebramos, igual que ella; sin maquillaje ni atavíos tarareamos y mascullamos historias personales, atravesamos de manera simbólica el círculo de rosas que dibuja la escena y acompañamos en su rito al personaje/actriz, que se ha ‘presentado’ para ‘representar’ su propia historia, o quizá la nuestra, la mía, la tuya… Tenemos ante nuestros ojos un espejo que se despliega y nos repliega.

Ficha técnica

Dramaturgia y dirección: Martín Peña

Actuación: Yanet Gómez

Producción: Teatro del Cielo

Estreno: octubre del 2018 en el Teatro Matacandelas (Colombia)