CON VOZ PROPIA/ ANTONIA Y BERENICE / Genoveva Mora Toral
Antonia y Berenice es una comedia inteligente que divierte y oscila en dolor y la ironía, el reclamo y la reflexión. Plantea más de una pregunta acerca del oficio teatral, y por supuesto, cuestiona al público.
De hecho, en la primera escena, donde vemos a las protagonistas lanzadas de una taberna, por malas, por mal teatro, por qué no se acoplan a ese gusto; y conforme va avanzando su historia, pensamos ¿en dónde encaja el teatro en este tiempo de liviandad e inmediatez? ¿todo teatro es arte?...
Empezaré por decir algo prohibido, que normalmente es el primer comentario al dejar la sala: me gustó (o no), pero más allá del gusto, veo que hay un trabajo, cierto es que todos trabajan, pero cuando insisto en que hay un trabajo, me refiero a la construcción escénica total, y, como señalaba la noche de ‘La escuela del Espectador’, el teatro es preponderantemente personajes, y cuando digo personajes, en las tablas, es actuación.
Fernanda Corral -Berenice y Laura Oviedo -Antonia , dan buena cuenta de este arte, ellas son la obra y son quienes erigen el texto, porque como apunta Jorge Eines (El actor pide, p.151) la divertida anécdota de su abuela y el teatro, la lúcida dama que, “cuando entendió de una vez por todas que el concepto ‘perro’ no ladra, entendió al mismo tiempo que con el teatro sucedía algo parecido. De la misma obra escrita en un papel se podía hacer el mejor o el peor de los espectáculos. El concepto obra era un papel, la realidad obra es otra cosa”.
Estas dos teatreras se hacen cargo de la obra, nos enganchan con sus peripecias, su drama su canto y su imaginación, lo hacen tan bien que, si a momentos sentimos un poco de ‘ruido’ (dramatúrgicamente hablando) lo pasamos por alto y las seguimos sin más en su periplo, en sus requiebres, porque ser actriz es vivir un doble juego, es salir de tu Yo para ser otra, e ir descubriendo que esa otra tiene muchas máscaras y todas se las deben asumir.
Las protagonistas, el texto, cuestionan acerca de la profesión teatral y de una sociedad que no siempre está en la misma sintonía. Evidencia la compleja situación de un gremio que se mueve de manera autónoma en un entorno donde, con seguridad, el teatro no es lo más importante que acontece.
Creo que, más allá de la opinión que pueda tener como espectadora/crítica, me interesa escuchar la voz de Sharon Olazaval, directora y autora de esta obra.
Empecemos por hablar un poquito de la directora, cineasta, actriz y dramaturga
¿Qué prima en este currículo?
Es algo que fue cambiando. Pero, ahora que me conozco mejor, puedo decir que me inclino más a la escritura, que me pienso primero y antes que nada como dramaturga y guionista, aunque para mí sea muchísimo más difícil que dirigir y actuar.
Después de eso, depende del momento, a veces me entran ganas de actuar, otros de dirigir algo en particular, pero siempre quiero escribir. Mis fantasías han pasado de ganar el Oscar a Mejor Actriz a ganar en Cannes a Mejor Guion. Quiero que en mi tumba se lea que fui escritora y que aparezca una frase graciosa de mi autoría.
¿Antonia y Berenice están inspiradas, en alguna medida, quizá en tu propio recorrido teatral y cinematográfico?
Están inspiradas en mi experiencia hace 8 años. La idea me vino en 2017 cuando con una amiga habíamos comenzado nuestro recorrido con una adaptación de Las Criadas de Genet. Me sentía frustrada, por un lado, de no conseguir todo lo que pensé que conseguiría con un texto original. Esa fue la primera vez que se me ocurría escribir, hasta ese punto yo quería actuar y nada más, no me interesaba probar otros roles. Pero me sacrificaría por el equipo y escribiría algo para dos personajes. Por otro lado, quería desesperadamente hacer comedia. Después de Las Criadas (obra adaptada y dirigida por Manuela Romleroux), terminé empalagada del drama y necesitaba algo ligero. Así que escribí la estructura narrativa y la primera escena. Cuando me reencontré con el texto en 2021 me gustó tanto lo que había construido que decidí retomar la escritura y, claro, lo que había escrito tenía mucho de lo que renegaba 4 años atrás, que no necesariamente era de lo que renegaba en ese momento, pero decidí seguir con lo que tenía porque me parecía bien planteado. En el camino le agregué un par de cositas de mi realidad actual, pero nada de base en cuanto a las dificultades de dedicarse a hacer teatro. Creo que un Antonia y Berenice han muerto inspirado 100% en lo que me aqueja hoy en día como creadora sería muy distinto.
Otra cosa importante es pensar cómo escogiste las actrices, recuerdo tu artículo La agonía de hacer un casting, agonía que, por cierto, se extiende a la angustia de encajar en la obra que te abrirá el camino al éxito, o más bien a la realización como actriz, a pesar de que ese es todo un trayecto.
Cuando comencé a escribir la obra era para que la actuemos yo y mi compañera de escena de ese entonces. Cuando retomé la escritura me imaginaba a Antonia y Berenice interpretadas por unas amigas que hacían una dupla escénica alucinante y les dije que me encantaría que actúen, me aceptaron. Pero dejé Argentina sin terminar el texto y ya no se pudo dar, pues ellas viven en Córdoba. Entonces, cuando volví a Ecuador, le dije a una de mis buenas amigas, actriz y genia de la comedia, que le regalaba la obra, que era suya, que cuando la termine podía hacer con ella lo que quisiese, buscar al director o directora y a la actriz que le apetezca para el otro personaje. Pero cuando terminé de escribirla, no quise que nadie más la dirija, quería traerla a la vida yo misma. Así que hice un pequeño proceso de casting, cosa que odio como actriz y como “evaluadora” por lo que no probé con mucha gente, quise acabar con la agonía de todos los involucrados lo más pronto posible, y decidí por una actriz que, a mi parecer, encajaba mejor con el proyecto. Después de 1 mes de ensayos, con Laura, nos dimos cuenta que la otra actriz no encajaba con el personaje, ni con la historia en absoluto, así que hablé con ella para buscar posibles soluciones; ella tomó una decisión bastante madura, retirarse del proyecto. Entramos, de nuevo, en un proceso de casting cerrado. Leímos con un par de personas, entre ellas Fernanda, a quien había visto en escena y siempre me había gustado mucho su trabajo. Y fue a los pocos minutos de su lectura, que con Laura nos dimos cuenta que ella era Berenice , captó perfectamente al personaje y a la obra, cada chiste, cada momento, cada referente.
Y entrando en la obra, Antonia y Berenice han muerto es un texto que se centra, principalmente, en el ‘duro oficio de ser actriz’, y sin embargo siento que se desvía un tanto, y el desenlace se ancla más bien en el tema social, o ¿el estatus para lograr estar en el circuito?
Es que no se desvía, sino que es la otra cara de la dualidad que manejo en toda la obra, la otra cara de lo que para mí ha sido el duro oficio de la creación. Hay dos personajes, hay dos formas de ver el mundo, hay dos formas de vivir el teatro. Siempre quise trabajar con una dualidad, dos puntos de vista que representen polos distantes del oficio creativo. Antes de ir a Argentina las historias que me gustaban y los personajes que me llamaban la atención atravesaban únicamente el universo de lo íntimo. Pero una vez que me sumergí en el estruendoso mundo de una facultad de artes en una universidad pública en un país como Argentina, lo social y político me alcanzó y me golpeó duro en la cabeza porque eran ámbitos que nunca los había pensado a profundidad ni en mi vida cotidiana, ni al momento de crear. Fue una especie de crisis la que viví porque sentía que se me exigía vivir y trabajar siempre desde ese punto de partida del que yo no sabía nada. Se me hizo de menos varias veces y se me tildó de lo que no era. Sí, había crecido en una burbuja llenita de privilegios, pero lo que sí me enseñaron mis padres fue a ser amable con todo el mundo, esa fue la única y mejor política que tuve, eso era lo único que conocía de la lucha social. Entonces con todo ese caos que se formaba en mi cabeza y con la decepción de sentir que todo lo que importaba pasaba por lo colectivo, decidí poner en Berenice ese lado que me faltaba, supongo que, como una forma de encontrarlo, de entenderlo, pero también de maldecirlo y a la vez de honrarlo. En ese momento era un gran tema en mi vida, por eso me era urgente hablar de ese vínculo de lo político con lo artístico. Hoy en día ya no me hago tanto lío.
Y hablando de desvíos, hay también uno temporal, comprendiendo que hay un juego con los símbolos del poder, como el rey ( cuantos reyezuelos vemos en el poder por todo el mundo) o una suerte de aristocracia, que otra vez, aunque se ubique en la imaginación de esos personajes, desde mi punto de vista, nos saca de la convención, de la línea teatral propuesta por el mismo texto; tal como sucede en la escena cuando Antonia y Berenice sienten que “¿Acaso nos acaba de caer un atacazo artístico?” y se ponen a trabajar, pero ya no son ellas, ¿se sueñan? ¿“han muerto”? Quizás… pero desde la butaca nos habíamos adentrado ya en el mundo de esas chicas aguerridas y luchadoras, capaces de cantar boleros, emborracharse y enfrentarse al mundo, razón por la que la verosimilitud se quiebra.
Desde un inicio uno de mis grandes referentes fue Los caballeros de la mesa cuadrada de los Monty Python, principalmente por una escena en la que el rey se encuentra con unos campesinos y les hace una pregunta, pero ellos le responden con un marco teórico totalmente fuera de tiempo del que se desarrolla el relato: la edad media. Hablan de la clase obrera, de imperialismo, de dictadura, etc. Cuando lo vi me pareció enormemente gracioso y lo traje como referente al momento de escribir Antonia y Berenice. Es así que desde un inicio siempre quise que esté lleno de anacronismos que conecten al público con ese mundo renacentista.
Ahora, los momentos que mencionas no son desvíos temporales pues la línea narrativa no se rompe, sigue cronológica hacia adelante. Lo que pasa es que, y tal vez ahí creo que sí pequé en usar chistes internos o guiños muy del mundo de los actores, los momentos en que ellas se transforman en las damas españolas y en los abogados litigantes vienen de un juego que hacemos los actores, no sé si todos, pero al menos la mayoría de los que yo conozco, de hacer personajitos, que nacen espontáneos o que ya son conocidos, en situaciones cotidianas. De eso se trata la aparición de esos personajes. Por ejemplo, cuando ellas quieren escribir todas las ideas que les acaba de venir, juegan a ser serias y se ponen en personaje para escribir con la formalidad del caso un texto tan importante.
Por otro lado, la aparición de las señoras aristócratas no es de esa naturaleza espontánea y juguetona, sino que es la obra que ellas, como actrices, están montando, son los personajes que están trabajando.
Reconozco que no hay algo más atrevido que cuestionar al texto, pero me parece necesario entender por qué lo político se tiene que volver evidente, si siempre el teatro es político y puede jugar con lo no explícito, por ejemplo, en tu texto, lo del Rey, es evidentemente simbólico y nos coloca inmediatamente a esta realidad. Pregunto, tú que eres alguien muy crítica ¿Los levantamientos, la revolución ha sido la salida a esta carencia en el arte? Porque históricamente hemos constatado que solamente se cambian de disfraces.
Sí, el teatro siempre es político y puede jugar con lo no explícito, que es lo que a mi más me llama la atención, sueño con un teatro como el de Sara Kane o Edward Albee y aspiro hacer cine como el del viejo Lars Von Trier o la joven Sofía Coppola; en Antonia y Berenice tenía la necesidad de hablar de lo político bien de frente. Y, para que no resulte cansón, traté de suavizarlo con la música, con la comedia, con la época y haciéndole contrapunto con la trama de las dificultades de dedicarse al teatro. Ahora, también creo que hablar directamente de lo político es súper válido, sino no tendríamos a un Brecht o a un Ken Loach. Creo que ahí es cuestión de gustos.
Y en relación a lo que me preguntas, no creo que los levantamientos hayan sido la salida a la precarización en el arte. Nunca vi una marcha únicamente de artistas pidiendo por mejores condiciones de trabajo y creo que si hubiera una sería muy pequeñita porque no somos tantos. La fuerza de las marchas está en la suma de sus partes, en la potencia de sus muchas voces. No sé tampoco si lo serán. A mi me parece que no. Lo que necesitamos es gente con visión y carácter que asuma las posiciones de poder en el sector público con miras de realmente mejorar el sector. Argentina, por ejemplo, contaba, ahora ya no se sabe qué pasará, con un increíble sistema de financiamiento de su instituto de cine, el INCAA, que se quedaba con el 10% de cada entrada de cine vendida y con el 25% de lo recaudado por el impuesto a la facturación de los canales de Tv y servicios por cable. Por qué el resto de Latinoamérica no sigue este ejemplo, honestamente, no lo entiendo.
Volviendo a Antonia y Berenice, la revolución no es un cierre de la línea narrativa que habla de la dura vida del artista, ese cierre sucede cuando Antonia, ebria, practica su discurso de aceptación del premio de la Academia y se pregunta, por un minuto, que qué pasaría si no lo gana, a lo que responde: “se pueden ir todos a la mierda”. Para mi era la mejor forma de terminar porque esa frase carga la fuerza de seguir haciendo lo que hacemos sin importar nada ni nadie más que nosotros mismos, hacemos lo que hacemos por y para nosotros. Por otra parte, el cierre de la línea de Berenice sí desemboca en la revolución, pero una de la que no sabemos cómo termina, por eso es un final agridulce. Además, quería también que las dos líneas, que esa dualidad que mencioné, se unan al final cuando el teatro Bellatrix, símbolo de las artes escénicas, se convierte en refugio de los rebeldes, una clara alusión a la Casa de la Cultura en el paro de Octubre del 2019. Con esto quería, por un lado, conciliar, converger lo político y artístico y, por otro, anclar el relato a una realidad actual para que sea más elocuente aún.
Ficha técnica
Escrita y dirigida por Sharon Olazaval.
Actrices: Fernanda Corral y Laura Oviedo.
Temporada Asociación Humboldt (Marzo 2024)
Genoveva Mora : Crítica e investigadora de artes escénicas, fundadora de El Apuntador. Más en: https://www.elapuntador.net/portal-escenico/genoveva-mora-toral-1