El Apuntador

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ÍCARO, EL HUMANO COMÚN QUERIENDO CAMBIAR EL MUNDO | Jhonatan Salazar Achig

Después de mirar la obra Ícaro, la insoportable necesidad de llegar al sol, uno se queda con varias sensaciones dando vueltas en su interior. Muchas veces en la vida tú haces las cosas de la mejor manera que puedes y no siempre ello significa que tendrás los mejores resultados. Pero la sociedad te presiona para que llegues al éxito y si no lo haces caerás en la pecera de la frustración y la ansiedad. Es una sociedad que te vuelve paranoico en el doble sentido, pues tienes que brillar (lograr éxito) pero, ella misma te cierra las puertas y cuando pides explicaciones, pues no hay nadie que responda.

Esa sensación nos transmite la obra, construida desde un monólogo tragicómico que nos cuenta sobre un actor y su necesidad de alcanzar el éxito. Este protagonista carga con el destino prefijado desde su nacimiento, y ese destino es el de “brillar”, porque todos se lo repitieron desde niño, “tú debes brillar”, y el protagonista busca dar lo mejor de sí para convertirse en el Ícaro moderno, y se repite todo el tiempo “yo debo brillar”, así lo vemos volar solo en sus delirios, “yo debo brillar” repite, pero en realidad lo vemos caer en el insoportable miedo, “yo debo brillar” insiste ya en el fracaso y en el auto boicot.

Este monólogo de autoficción toma elementos de la vida al servicio de la historia teatral. Ícaro nos ilustra un relato simple, en el que revela el conflicto que supone devenir un individuo en el mundo. 

ÍCARO. Pavel Villamar. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

Aparece en escena el protagonista vestido con una túnica escarlata enunciando “no lo logré”, uno piensa que ese héroe nos va a relatar el fracaso que tuvo en una épica hazaña, pero no. El tono cambia a un monólogo personal en el que Ícaro (Pavel Villamar), lo que en realidad nos devela es a una persona común y nos sumerge en el laberinto de su propia búsqueda, elaborando con los mosaicos de su biografía un cuadro trágico, del cual iremos saliendo en la medida que el héroe va soltando el relato irónico de su fracaso. El final es circular y es allí donde resuelve el dilema que arrancó y concluyó disertando sobre el nacimiento de la vida.

Una obra de teatro con un solo actor, que es capaz de traspasar todas las reglas para interactuar con el público. Es que para resolver su dilema que lo tiene al borde del colapso necesita de la ayuda de las demás personas. Así Ícaro, se devela una obra que se sostiene con todos, recordándonos que el teatro no es otra cosa que trabajo colectivo, asistimos ante un teatro que más que un espectáculo busca ser un encuentro.

ÍCARO. Pavel Villamar. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

Ícaro puede ser cualquier persona y nos habla a todos como si fuéramos amigos mostrándonos su vida de forma transparente, su vida, cuyo destino se supone era “brillar”, y que terminó siendo similar a la de cualquiera de nosotros, un camino lleno de conflictos, una envoltura de miedos y sobre todo una ansiedad surgida por esa “insoportable necesidad de llegar al sol”, que recordemos es el título que también lleva la obra.

De esta historia se desprende una verificación inmediata para el espectador: en medio de lo pormenorizado del relato, en esa trama de causalidades que desembocan en su fracaso, uno mira la evolución de los grandes deseos, parte diciendo que él cambiará el mundo, quiere salvar al mundo, para luego constatar su lugar y asumirse nadie, entonces sino puede cambiar el mundo le tocará destruirlo y ese es su deseo cuando festeja sus 27 años, ese deseo se vuelve liberador cuando lo evoca, querer destruir el mundo se vuelve una terapia fantástica, pues sabe que no sucederá, eso le da un nuevo sentido, sino puedo cambiar el mundo, menciona, al menos si puedo cambiar mi mundo.

ÍCARO. Pavel Villamar. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

En su estructura de teatro contemporáneo fue concebida como una historia que cuenta algo y, al mismo tiempo, te da la oportunidad de perderte un poco y desenterrar la realidad actual y sus agobiantes circunstancias, guerras, redes sociales, violencia entre otras cosas, para así­ descubrir toda una serie de mensajes y sentimientos que, al contrario del personaje de la mitología que busca alejarse para reconocerse, nos sirvan para construir un camino que nos conduzca a encontrarnos, con la misma pasión e ingenuidad con la que el protagonista lo hace.

Sirve como crítica a los padres y las muchas veces que recaen en una equivocación en la crianza de los hijos, al evocar siempre el perfeccionismo, la competencia constante que pone en los hombros de los hijos el peso de llegar a ser los mejores; ¿ser los mejores para qué? es la pregunta, lo importante es enseñarles a ser su mejor versión, a que den lo mejor de ellos sin importar el resultado, pues lo contrario enciende la frustración.

Nos hace pensar además que la realidad tal vez está llena de héroes, no de los que logran grandes hazañas, o espectaculares victorias míticas, sino de los que, con pequeñas acciones en su vida, con decisiones en su cotidianidad logran romper un ciclo. Quizá el final nos desentraña una clave, en la que uno sea capaz de adueñarse de sí, tomar control de su destino. Esa decisión de romper la cadena de violencia es revolucionaria para uno y para el mundo.

ÍCARO. Pavel Villamar. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

Un texto bastante inteligente que provoca cosas en los espectadores, pues maneja recursos que tienen que ver con la sensibilidad, giros que tocan fibras sensibles, provocan reflexión, despiertan un sentimiento en común y quizá por eso se vuelve universal. La obra tiene también mucha ironía, lo que conduce a la posibilidad de una reflexión prismática, una ironía que sirve para desmantelar la realidad, y a la vez permite constituir una verdad desde la ficción.

¿Cuál sería esa verdad? Pues que la vida misma es una tragicomedia. Que estamos saturados de las mismas historias con los llamados “finales felices” que más que identificarnos nos agobian siempre, nos hacen vernos como perdedores o fracasados. En Ícaro nos encontramos con esas historias que no han sido contadas, las que se prefieren callar por vergüenza, pero las que al final sí son la historia de todos. Entonces un aplauso para esta obra del Grupo de teatro independiente Teatro In-tento que fue presentada en el Studio Theater de la Asociación Humboldt.

Ficha técnica 

Dirección: Daniela Delgado Robalino

Dramaturgia: Pavel Villamar Hernández

En escena: Pavel Villamar Hernández

Voces: Daniela Delgado Robalino Angol García

Vestuario: Amada Arcentales