Cedex, “La Capilla” de Fernando Cruz
El Apuntador
Fernando Cruz, coreógrafo y, actualmente, bailarín de la Comapañía Nacional de Danza del Ecuador, hasta donde ha llegado gracias a una decisón personal. Conversamos con él acerca de su trayectoria en el mundo de la Danza.
¿Cómo llegasta a la danza?
Wilson Pico, a quien considero mi maestro en la danza y en la vida, suele decir: “Uno no elige hacer danza, la danza lo elige a uno”. Y yo creo que eso fue lo que me pasó. Llegué a la danza por accidente en el año 2000, cuando tenía 17 años. Un amigo me pidió que le acompañara a unas clases de guitarra en el sur de Quito. Cuando llegamos no había instrumentos, sino un grupo de danza folclórica. Luego de darme cuenta de que me llevó con engaños para que lo acompañara, nos reímos y decidí asistir unos días, me fue gustando y me quedé cuatro años. Abandoné ese grupo para dedicarme a mis estudios universitarios, por presión de algunas personas que me me decían que no se puede vivir de la danza. Ya en la universidad (estudiaba Pedagogía en la U. Central), fui a ver una función en el Teatro Universitario, pensando que era de folclor, pero me encontré con danza contemporánea. Nunca antes había visto algo así; Valentina Guayasamín me habló del Proyecto Futuro Sí y me dio curiosidad. Nuevamente la danza llegó a mi vida por casualidad y, esta vez, para quedarse. En el 2003 acudí al Proyecto y conocí a quien sería mi maestro y referente: Wilson Pico. De él observé y aprendí la entrega, el compromiso, el trabajo diario y honesto, el amor por el oficio, la mística en el trabajo silencioso.
No puedo dejar de nombrar a Kléver Viera, maestro incansable, soñador y loco, amigo incondicional y cómplice de muchas aventuras danzadas; y a Jorge Alcolea, un genio creativo, maestro con el que aprendo cada día la importancia del detalle, de la limpieza técnica, un economista del movimiento y de la energía, un admirable fabricante de ilusiones y fantasías, a quien debo mi evolución en todos los niveles de la danza.
Mi danza nace de una gran necesidad de expresar lo que imagino, mis vivencias, sentimientos e ideales. También la considero una manera de transgredir, provocar y denunciar; alzar la voz ante situaciones que me han marcado en la vida. De esta necesidad e inquietudes nace en el 2006 el proyecto que me ha acompañado durante ya 12 años: CEDEX (Centro de Danza Experimental).
¿Y tu entrada a la Danza Contemporánea?
La danza contemporánea, desde un inicio, se convirtió en un reto en mi vida, era un terreno totalmente desconocido e incomprensible en el que se debatía un conflicto de clases sociales, ideologías y conocimientos y la resistencia que mi cuerpo ponía a esta nueva manera de moverme.
Mi cabeza no entendía nada de esta nueva información en mi cuerpo. En mi propósito de apropiarme de estos nuevos códigos y lenguajes, encontré que la única manera era dedicarle más tiempo a la danza. Dejé la universidad, y entregué todo mi tiempo a la danza, era el primero en llegar a la sala de clase y el último en salir, situación que incomodaba a varios instructores. Yo buscaba la manera de seguir utilizando las salas de danza el mayor tiempo posible para entender lo que me estaba pasando, pero no era posible. Un poco por esa frustración de no tener donde explorar el cuerpo y el movimiento de manera más libre, nació la idea de crear un espacio propio. Le comenté esta idea utópica a una compañera del proyecto, Viviana Franco, quien compartió totalmente esta visión y decidió apoyarme en la búsqueda de un lugar. A esta aventura se sumaron su hermano Santiago Franco y Andrea Villacís; en ese tiempo todos éramos alumnos del Futuro Sí.
Viviana consiguió que nos prestaran por las tardes el espacios de un antiguo puesto policial que funcionaba en las mañanas como centro de apoyo pedagógico para niños y jóvenes del sector de Barrionuevo, en el sur de Quito. Estos mismos niños y jóvenes, al vernos limpiar la sala para hacer nuestras clases, se fueron interesando en la danza.
¿Nace así Centro de Danza Experimental (Cedex)?
Sí, la verdad esque sin querer estábamos empezando a introducir a otros chicos en la danza contemporánea y, al ver lo que estaba pasando, decimos ponerle un nombre y formalizar el proyecto.
La palabra experimental la utilizamos por diversos motivos. En esos momentos no éramos bailarines, sino estudiantes de danza con la necesidad de explorar, de inventarnos una metodología para entrenarnos, de encontrar la forma de poner en práctica lo que estábamos aprendiendo, de crear nuestro propio lenguaje de manera libre, sin que nadie nos cuestionara o juzgara por hacerlo. En aquel entonces nuestras necesidades nos llevaron a dar los primeros pasos coreográficos, teníamos miedo de lo que pensarían los que “sí bailaban”, los que “sí eran profesionales”.
Decidimos, luego de un tiempo de trabajo hacer nuestra primera función, invitamos a los vecinos del barrio, a nuestras familias, a los niños y jóvenes que trabajaban en la mañana en ese espacio y a sus familias. Inspirado en la sala de artes escénicas Mariana de Jesús, de la Casa de la Cultura, fabriqué mis primeros 10 tachos y una consola de luces. Para hacer una caja negra y que no entrara la luz, cubrimos las ventanas con plásticos negros y nos lanzamos a la aventura, La sala se llenó tanto que tuvimos que repetir la función al día siguiente. Por primera vez, Barrionuevo tenía una sala de artes escénicas. Los vecinos aplaudían esta iniciativa, los más chicos se interesaban por bailar con nosotros, y eso nos motivó a seguir.
El impacto que tuvimos fue tal, que Wilson Pico asistió a nuestro segundo recital y decidió incorporar el proyecto Futuro Sí al sur de Quito, en nuestro espacio. Eso permitió que el Cedex se diera a conocer. Desde entonces, he creado alrededor de 40 obras entre coreografías, intervenciones e instalaciones.
En esa época me di cuenta que otros chicos del proyecto tenían las mismas inquietudes que nosotros y decidí abrir las puertas para que vinieran a experimentar con sus propias coreografías, esto se convirtió en las “Jornadas de danza contemporánea en el sur” en la interviniero jóvenes coreógrafos como: Xavier Pérez, Denise Neira, Fausto Jijón, Ana Lucía Moreno, Sara Pico, Mónica Coba, Andrea Villacís, Iván Castañeda, entre otros compañeros también de Futuro Sí.
El Cedex creció de una manera tan rápida que decidimos buscar otros espacios que nos permitieran tener más libertad para instalar equipos, abrir horarios para otras clases, invitar a otros maestros, etc. Hemos habitado espacios como casas comunales, galpones, terrazas hasta llegar a donde actualmente residimos, una capilla católica. En una más de mis búsquedas de un espacio fui a dar con el lugar donde había funcionado una escuela religiosa y sus aulas estaban en alguiler; a la religiosa encargada, en broma, le pregunté que si me alquilaba la capilla, y aunque esperaba esperaba un rotundo no a mi pedido, la sorpresa fue grande cuando la ‘madre’ se mostró interesada y abierta a mostrarme el lugar, luego accedió a que lo utilizáramos como un espacio para la danza, con la condición de cuidar del altar y las esculturas religiosas que ahí existen. Sin pensarlo dos veces cerré el acuerdo. Es importante mencionar que la aceptación y apoyo de parte de esta comunidad religiosa a nuestro trabajo ellas son público frecuente de la sala y hasta han permitido que utilicemos el altar mayor para una de las obras de Kléver Viera, El Prioste. La Capilla inspiró la obra A través de, que explora en esa oscuridad profunda que esconde cada persona, un montaje creado aprovechando las particularidades del espacio.
¿Cuánto ha influenciado el entorno, los bailarines, para que Cedex permanezca activo?
A lo largo del camino nos ha conmovido la generosidad de gente de los barrios, comerciantes, vecinos, han sido más que un público, se han convertido en compañeros que han retribuido enormemente este esfuerzo, son aliados espléndidosque, no solo asisten a ver las funciones sino que han colaborado en las mingas limpieza e incluso han aportado económicamente para producir eventos en los barrios.
De ahí nace la idea del encuentro de danza contemporánea A cielo abierto, un pretexto para juntar amigos y compañeros de la danza y los vecinos del barrio, principalmente. Esta propuesta, desde su primera edición en el 2014, rebasó nuestras expectativas, así que cada año nos esforzamos para que su alcance sea mayor y tenga más incidencia. Caminamos a nuestra quinta edición, cada vez es más la gente que se suma para apoyarnos en todo lo que proponemos.
Un proyecto en ciernes es Memoria Viva, vamos a iniciar un registro audiovisual de la trayectoria de varios de los maestros que han sido testigos de la historia de la danza en el país. Este es un interés personal que espero que pueda contribuir a las nuevas generaciones de bailarines.
De otro lado, no me considero un formador de bailarines, pero, al compartir con otros estas enseñanzas que he tenido la suerte de recibir, cuido de hacerlo de la manera más honesta y responsable, meticulosa, respetando cada cuerpo y sus limitaciones, aprendiendo a potenciar particularidades y fortalezas individuales. Comparto lo que he aprendido con amor, pero también con rigurosidad, y me siento muy orgulloso de decir que muchas de las personas que han pasado por Cedex, se han convertido en extraordinarios bailarines y gente de danza.
¿Qué otra actividad sostiene a Cedex?
Hemos establecido un sistema de apoyo técnico-logístico para propuestas creativas con bajo o ningún presupuesto al que he denominado Escenario Móvil, con el que hemos apoyado a varios grupos y salas de la ciudad.
Este camino no hubiera sido tan enriquecedor de no haberme rodeado de personas como los tres compañeros que creyeron en mí al inicio, así como quienes me acompañan hoy en este sueño llamado Cedex: María Fernanda Mejía, Sarita Pico, Cristian Anchatuña, Belén Villareal, Angélica Montufar y Sisa Madrid son hoy las personas que siguen poniendo todo su empeño y amor, que creen que es posible hacer la diferencia. Junto a ellos sigo creyendo que todo sacrificio valió la pena, porque no hay nada mejor que bailar junto a quienes te siguen el paso.