Ciclos, De Verticálica
Genoveva Mora Toral
En el año dos mil dieciséis Camila Hernández, junto a Juan José Sánchez decide volver realidad su idea de formar un grupo para llevar a los escenarios del mundo la danza vertical. Su debut profesional lo hacen en Guadalajara junto al Colectivo Extracto (danza) y a Mexkla (MX) ( banda musical); Camila en dúo con Melissa Priske (MX) más ocho músicos en escena, abren la gala del Festival Internacional Periplo Movimiento Internacional de Circo, con la obra Eusocialidad, trabajo que lo presentaran luego en Ecuador en la Iglesia Central de Baños de Agua Santa, en el dos mil diecisiete, año en el que realizaron también una exhibición en la Mitad del mundo para el evento Kapac Raymi, adaptando a ese lugar la obra Espejos, presentada antes en el Teatro de Casa de la Cultura.
“Hemos ido aprendiendo y hoy ya tenemos un equipo con el que nos manejamos, yo hago la producción y Juan José lidera la parte técnica. Cuando nos proponen un espectáculo obviamente revisamos primero lugar, y entonces empiezo a pensar cómo conceptualizar la obra en esos espacios, por supuesto en conversación con el técnico que es quien define si es posible o no eso que yo sueño, es decir, se establece una colaboración entre los artistas y los técnicos quienes nos ubican físicamente en cuanto a los alcances técnicos, así mismo muchas veces nos dan ideas, nos muestran posibilidades que no las veíamos. Entonces ahí entra nuestro mecenas Petzl y Acceso Vertical líderes en la intervención”*.
La danza vertical requiere, además de un trabajo a nivel corporal, la técnica adecuada, el entrenamiento a nivel físico y sicológico, demanda exigencia y precisión; es indispensable repeler la tensión porque eso puede producir lesiones. Hablar de danza vertical es poner en tensión a la propia danza, colocándola junto a una disciplina extrema como es la escalada. Los intérpretes tienen que entrar en juego con los llamados rigger, quienes concretamente sostienen el espectáculo, ellos miden el riesgo y las posibilidades que brinda el espacio.
“Ciclos, conceptualmente, empezó como un laboratorio, con música en vivo, clown, la cuerda floja, danza contemporánea, todas estas manifestaciones colocadas bajo el paraguas de las técnicas de altura. Conceptualmente nace del libro de Kundera, La insoportable levedad del ser, y no es que pretendemos contar la historia, sino que tomamos el tema de la levedad y el peso, y eso se apega a nuestro sistema; entonces empezamos a pensar antes de lo conceptual, cuáles son las situaciones que nos lleva al peso, y vemos la levedad como imagen de creatividad, pero también como un riesgo de alejamiento de nuestras raíces. Y el peso puede ser el de nuestra experiencia, lo que nos permite manejar esta situación. Pero también el peso puede ser algo negativo, algo que nos ancla y no nos deja seguir adelante; entonces este laboratorio fue la búsqueda de ese punto de equilibrio, de encuentro entre estas dos sensaciones ”*.
Ciclos es la primera obra en la que el grupo intenta un guion, a partir de los conceptos que Camila señala. En realidad son fragmentos la obra de Kundera, el motor que los ha puesto a pensar en la levedad y el peso como elementos constitutivos de su dinámica corporal. La obra pretende ser un collage de todas estas sensaciones. El único que podría asomar como un bosquejo de personaje es Toño Harris, quien con su presencia de clown juega el papel de hilo conductor de una serie de acciones que conforman este espectáculo, en el que intervienen dos bailarinas, un músico, un acróbata y el técnico.
Ciclos habla más bien de ‘momentos’ de encuentro en el espacio escénico, de cinco presencias que intentan tejer una situación. La pericia de las bailarinas Sofía Barriga y Camila Hernández en su danza vertical atrae la atención del espectador, así también la intermitente aparición de André en la cuerda floja, al igual que la autenticidad de Fidel Minda, un músico que al mismo tiempo se apropia de la actuación y le hace el juego al clown -Toño Harris-, tal vez, el único personaje cuya presencia da cuenta de un metalenguaje que reflexiona sobre la complejidad de construir una obra en la que danza y acrobacia consigan una simbiosis, que es por donde va el empeño de este trabajo, en el que con seguridad persistirán hasta encontrar que hay un ritmo, una cadencia que hoy apenas se la siente.
Verticálica, denominación que los cobija, es sinónimo de vuelo, de altura; sus lances van por la alto, no se admite ‘volar bajo’, requiere en ese sentido contar con gente dispuesta al desafío, con una gran dosis de adrenalina y al tiempo de serenidad. Este elenco al que se ha sumado dos técnicos más: Carlos Bravo y Roberto Reinoso, se ha planteado como nuevo reto ir un paso más allá de lo físico, están empeñados en hacer que lo conceptual sea el motor que ‘eleve’ sus propuestas. Estoy segura de que lo conseguirán.
*Entrevista con Camila Hernández, abril 3 de 2018.