Ciudades Pasajeras / Genoveva Mora
Poético título propuesto por Xavier Delgado, para convertirlo en danza. Pensando en las ciudades y sus pasajeros, sus personajes, me encuentro con un bellísimo texto de William Ospina el potente narrador colombiano, “Las ciudades en la poesía” que, además de erudito, el ensayo, es un maravilloso recorrido por la historia de las ciudades y su poesía, entonces vuelvo a ciudades pasajerasy, no puedo dejar de reflexionar sobre el compromiso y la responsabilidad que implica un título.
Ciudades pasajerases un nombre que promete y compromete la imaginación, es como un pequeño gran anzuelo tendido al espectadxr, o por lo menos así lo sentí, así me instalé en la redonda sala del Prometeo, con expectativa y fantasía rondando en mi cabeza.
“Duerme, duerme, negrito, que tu mama está en el campo negrito…”abre la escena el poema de Nicolás Guillén en la muy particular versión de Atahualpa Yupanqui, mientras los bailarines van deslizándose, llevando consigo unos recipientes con arena, o pequeñas estructuras que pueden ser sus casas, sus ciudades, su tierra.
En realidad, toda la pieza se sustenta en el simbólico viaje, en ese desplazamiento voluntario y, al tiempo, forzoso que es la migración, el tema central de este trabajo. Pretender habitar un espacio desconocido es un tema de equilibrio que se rebela en los cuerpos, en la voz y en la música, precisamente y de acuerdo con mi lectura, el elemento más potente de este trabajo. La música pone de manera decidida el acento de la obra, el ritmo de los bailarines se sustenta gracias y casi exclusivamente en la música, porque uno de los bemoles en esta propuesta es una especie de vacío en el gesto.
Vuelvo al título, Ciudades pasajeras, es un guiño, una llamada, porque sabemos que los pasajeros somos lo humanos, las ciudades permanecen; sin embargo, el desprenderse del lugar que se conoce implica en sí un conjuro, llevarse la ciudad o dejarla morir en el olvido. Y en este caso es llevarla en el cuerpo, porque danzar no es tan solo poner el cuerpo, es volverlo permeable a tantas y tantas sensaciones que, en este caso, el alejamiento produce. Y es en este punto en donde se echa de menos una dramaturgia personal, una sintaxis grupal que alcance a transmitir la fuerza de esta narrativa, que no necesariamente pretende contar historias puntuales.
Es este un viaje circular porque la mirada vuelve siempre al punto de partida, porque la vida se ha cerrado en el ritual, en la pretensión de sostenerse en un centro del que constantemente se ven desplazados. Y en este caminar se evidencia la tragedia del marginal, el poder que también entre ellos se erige; las mil y un argucias para sobrevivir.
“Mi futuro en mis pies, en mis manos… el límite entendido como punto de encuentro entre dos realidades, es un punto de articulación, de tensión… es un punto tensado, marcado entre dos realidades que convergen, es decir, haces piruetas por incorporarte a una tribu de caballos salvajes…mi cuerpo está lleno de pequeñas luchas…” dice ella, una de ellas, mientras danzan y la luz las cubre. Por cierto, la luz tiene asimismo una función relevante, también metafórica, cuando uno de los actantes, a momentos, enfoca ciertas acciones, que desde la butaca pueden ser interpretadas de distintas maneras.
En general, Ciudades pasajeras, es una obra que se sostiene en símbolos que funcionan bastante bien, pero el principal de ellos, el que tendría la obligación de instaurarse de manera potente es el cuerpo y, me parece que es el aspecto que hay que pulirlo. Por una parte, existe desnivel en la interpretación, pero, sobre todo, falta fuerza, falta un ritmo que de cuenta de todas esas vivencias/sensaciones tan fuertes que suceden en lo que el mismo texto -formal- y sugerido plantea; el gesto dancístico se sostiene a lo largo del tiempo escénico, casi inalterable, no se alcanza a percibir, aquello que en lo escénico se conoce como el sub-texto. No obstante, creo que es una obra que va a crecer, porque hay un concepto que la sustenta, de él tienen que apropiarse los bailarines para convertirse en intérpretes, para otorgarle fuerza a las imágenes, como la que cierra la obra, por ejemplo, cuando en una especie de desfile fúnebre, ellas, ellos, van cargados de sus bártulos, arrastrando sus sueños, arrastrando con ellos sus ciudades pasajeras.
Haciendo un parangón a la frase de Vargas Llosa “mientras no exista literatura sobre ellas, las ciudades son tristes y pasajeras”. Mientras no exista poesía (por favor obviar la romántica imagen) en los cuerpos, es decir, ritmo, acento, precisión y apropiación de un texto -literal o no-, la danza será siempre incompleta.
Ficha técnica
Dirección. Xavier Delgado Vallejo
Música. Patricio Vásquez
Intérpretes. Patricio Carrillo, Tamia Ruiz, Carla Sofia Puente Acosta, Xavier Delgado Vallejo
Escenografía y utilería. Carla Sofia Puente Acosta
Producción y Diseño. Karla Sánchez
Vestuario. Francisco De Prada
Fotografía y diseño. Alex Moya
Textos. Carla Badillo Coronado
Agradecimientos. Tecnológico Ispade