El Apuntador

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PERSONAJES INDÓMITOS Y POLÍTICA DE LA FICCIÓN | Santiago Ribadeneira Aguirre

Se puede denominar de muchas maneras a la dramaturgia (componer un drama en su acepción original o el “conjunto de opciones estéticas” P. Davis): de la imagen, de lo particular, de lo fragmentario o del espacio. Incluso hay quienes prefieren una dramaturgia sin apelativos o adjetivos, que solo ocurre mientras los ‘pensamientos, las palabras y las acciones’ (Rancière) coinciden o concurren. Es en esa concurrencia donde se dilucida el hecho escénico y los materiales de la fábula.

Más allá están los acuerdos que empujan una política de la ficción para cuestionar la política de las imágenes sobre la cual el teatro occidental se regodeaba de sí mismo. Cuando ‘la palabra que actúa’ queda relegada, surge la acción (o el acto) que restituye el pensamiento a su orden simbólico, no para ‘crear mundos imaginarios’ sino momentos de racionalidad que articulan el pensamiento, lo estético y lo ideológico con la realidad.

Mucho de estos puntos de vista y consideraciones –en el sentido de lo teatralizado– pudimos enfrentar en el espectáculo Indómitas de la actriz y dramaturga Diana Borja con la dirección inmejorable de Alejandra Albán, una de las directoras más importantes del país. Dentro de esa razón ficcional las figuras de Frida Kahlo, Violeta Parra, Alfonsina Storni, Virginia Woolf, entre otras; y la presencia de la propia autora del texto Indómitas como personaje, hablando sobre la vida como fisura, grieta y suceso despejada de la levedad de la memoria.

Lo que nos hace volver a especular en el teatro como un acontecimiento, que nos hace ver y oír no solo las historias de aquellas mujeres renegando del anonimato ordinario, sino en la fuerza de sus sueños, de sus pensamientos, de sus voces que rompen el aire y estallan contra la quietud de las palabras para volverlas drama escénico. Ese es el ejercicio político de la ficción y del  teatro que piensa.

Indómitas .Diana Borja .Foto Santiago Ribadeneira

En el escenario de los hechos, es decir, en el espacio en el que los elementos desdibujan lo puramente performático que sale de lo inmediato, despojado de los hallazgos para enfrentar el destierro de las acciones que regresan al estrado, ungidas por aquello que es placenteramente evidente: la fuerza pulsional de las voces y presencia de las mujeres, la escritura escénica, si cabe la antigualla, de las resonancias para romper la inmovilidad de las palabras actuadas. Es un nuevo espacio para las convicciones a partir de aquella virtuosa yuxtaposición de nexos sensibles, en ocasiones contradictorios, sobre todo de relaciones ficcionales que muestran justamente a las mujeres pensándose, reclamándose, mostrándose tal como fueron lo cual no indica necesaria y exclusivamente un problema de género.

Tanto la actuación medida y sentida de Diana Borja, así como la limpieza de la puesta en escena que incluye el vestuario, la música, el diseño de la máscara, las coreografías, elementos escénicos muy bien pensados por Alejandra Albán, con detalles señalados para cada personaje, nos descubren la metáfora de la vida vivida con intensidad; también como principio dramatúrgico para articular las acciones dramáticas que se desemejan al mismo tiempo que se articulan porque se las percibe en los cuerpos reales, rehabilitados por la ficción y porque están fijados en sus respectivas identidades, en la perdurable repercusión de los hechos, liberados de sus limitaciones infinitas.

Frida Kahlo canta y pinta. Declara su amor inconmensurable, inquebrantable a Diego Rivera, su escurridizo esposo y se resigna políticamente a que le corten una de sus piernas como secuela de un accidente anterior. Violeta Parra inaugura por enésima vez la carpa de sus sueños y también canta para desestimar la singularidad de sus facciones, e insiste en los llamados a la revuelta de los estudiantes antes del suicidio que es también un acto político. Alfonsina Storni canta la poesía del pensamiento que abre en el espacio cotidiano de su escritura un espacio para la huida y el encuentro, hasta que el mar le llama para inventar juntos una nueva historia. Virginia Wolf inventa las vidas de sus choques fugaces con las sombras, desde los cristales de la ventana de un cuarto del que pudo apropiarse por derecho propio, en fin.

Y por último, está la forma dramatúrgica soñadora, indómita de la actriz Diana Borja, que celebra la ruina de los convencionalismos del teatro, del falso paradigma de la acción sin rasgos propios y de la imitación; porque pudo cumplir con el encargo de no se sabe quién, de inventar personajes reales, situaciones y aconteceres que alegraron, sacudieron y divirtieron a un público que se hizo cargo de la propuesta de ese modo de tiempo sin tiempo, pero con memoria, aligerado de las impurezas de los acomodos heroicos de las falsas ensoñaciones de los ilusionistas que se quedaron fuera de la sala, ofuscados por una democracia estética para la que no estaban preparados.

FICHA TÉCNICA

ACTUACIÓN Y DRAMATURGIA: DIANA BORJA

DIRECCIÓN: ALEJANDRA ALBÁN

VESTUARIO: SARA CONSTANTE

MÁSCARA Y FOTO: CARO CORTEZ OSORIO

COREOGRAFÍAS: ANA MARÍA PALYZ - ISA LARREA

ENTRENAMIENTO VOCAL: FABY OLANO

TEMA MUSICAL EN PIANO: ALFREDO PONCE

MEZCLA DE SONIDO: FABIANO KUEVA

DISEÑO: ZONACUARIO

LUGAR: SALA MANDRÁGORA / CCE AGOSTO 2023