El Apuntador

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Cuando llegue Rosa: el brillo de la dramaturgia del actor./ Bertha Díaz. 

Al ver en escena a René Zavala, actor cuencano, quien estuvo el mes pasado tanto en Quito como en su ciudad natal con su unipersonal Cuando llegue Rosa, de inmediato se percibe, categóricamente, su insistencia en hacer de su propio cuerpo el lugar que contiene y desovilla la acción; que incuba, engendra y dispara el juego. Es con ese recurso que permite que ese acto casi mágico que es el convivio teatral, se produzca. Y uno, como espectador, pueda entrar en una lógica alterna de coordenadas de tiempo-espacio, mientras acompaña al personaje que sostiene la obra por un tránsito que recuerda al que hacen Vladimir y Estragón en su espera dilatada y cada vez más desconectada de una promesa de futuro, en la célebre obra de Beckett, Esperando a Godot.  

En esta obra también el personaje, como se infiere del título de la misma, está aguardando por alguien. Sin embargo, más allá de lo que al final acontece, que se distancia en su resolución de la estrategia de Beckett, el trabajo está hecho para que toda su potencia se concentre en el tiempo de espera, a la par de que no abandona el cultivo de un deseo de desenlace que va anunciándose en una tensión in-crescendo.

Para quienes estamos familiarizados con la producción teatral nacional, resuena en esta pieza una forma de dramaturgia del actor en la que Carlos “Cacho” Gallegos se ha vuelto una figura clave en nuestro medio: pocos elementos en el espacio, lo nimio para una interlocución que propicie el juego y permita volver visible la profundidad del universo de recursos que están en el plano del gesto. René, como principio y línea de trabajo, labra con pulcritud esta forma de hacer, mientras le imprime su carácter, lo que al tiempo hace notoria la tradición en la que se inscribe, y le permite volver manifiesta su singularidad.  

Los ecos del trabajo de “Cacho” no solo están la concentración de la fuerza de la actoralidad, sino también en otros lugares de este proyecto. Se trata de la puesta en espacio de un texto de su autoría y también de un trabajo que lleva su dirección, complementado con  dirección actoral de Gonzalo Gonzalo (engranaje que también muestra su efectividad). Pero sin duda, es René en el espacio vivo, el que hace que todo el sentido se despierte; provoca que algo, del orden de lo inefable, de la experiencia sensible se dé.  Y es ahí donde la obra gana, en lo que ella –a través de su trabajo- le da al instante en que se hace tangible.

Me permito leer, deteniéndome un poco, luego de la experiencia de ver a este artista en escena, que la eficacia de su trabajo radica en su evidente compromiso con lo que entendemos desde las artes escénicas como el trabajo de la presencia. René no deja puntos de fuga energética; está conectado con cada gesto, con cada palabra, con cada silencio, con cada material con el que engarza, hace y da brío a  su accionar. Con todo eso provoca un enjambre que lleva también a quien lo ve a habitar el instante presente. Mientras uno como espectador transita por varias modulaciones dramáticas, se conecta con espacios que están más allá de las arquitecturas físicas, va transformando su ánimo, su modo de estar, de moverse en ese tiempo de la ficción. 

Cuando llegue Rosa. René Zavala

Todo en la escena está abordado de una manera convencional y sencilla, pero es tan contundente que tributa a que uno desde el público no suelte la posibilidad de estar junto a él, pendiente de cómo se transforma su relato. Cuando hablo de relato, evidentemente me refiero a algo que excede a la palabra escrita pre-escénicamente. Pienso, más bien, en cómo la palabra arde en el espacio gracias a lo que logra arriesgar con ella un cuerpo, el  de este actor, pero también de este personaje que vive gracias a él. 

Más allá de lo que narra la obra, en términos de trama ficcional, lo que sucede en escena es lo que cuenta. Si alguien lee una descripción de la misma o intenta hacer una sinopsis basado en lo nuclear de la literatura dramática sobre la que se basa, pues me aventuro a decir que está condenado a reducir lo que esta obra puede y es. La forma en la que está habitada, encarnada, es el contenido real; y el contenido primario (la trama) estalla gracias a ese texto que se va escribiendo en el orden del espacio, que va marcando un ritmo preciso que excede al papel. 

El actor no parece decir un texto pre-configurado, sino que el texto aparece como por primera vez dicho en cada tramo que atraviesa; así, cuando el gran giro dramático se suscita en la obra, la sorpresa ruge hondamente. Hay una conciencia orgánica con las palabras que se despierta ante uno y eso es lo que permite entrar en esa dislocación y esa convención que el teatro produce. 

Finalmente decir que pese a que la obra está poblada de clichés y que la estructura esté anclada en lógicas que parecerían estar superadas,  la posibilidad de ver cómo el actor se juega la vida lanzándose fuera de sí, para ir al mismo tiempo tan dentro del personaje y con él revelar algo que solo es posible que se genere gracias a ese constructo (que a su vez se agrieta por la fuerza de su hacer y de su ser), es una experiencia valiosa, recomendable, aplaudible. 

 

Ficha técnica. 

Título de la obra: Cuando llegue Rosa. 

Dirección General y Dramaturgia Textual: Carlos Gallegos.

Dirección Actoral: Gonzalo Gonzalo. 

Intérprete-creador: René Zavala.

Estreno: febrero de 2018.

Temporada de 2019: Quito, 7-9 de febrero; Cuenca, 21-22 de febrero; Quito, 11 a 14 de abril.