No hay sino que poner atención en la historia que hay detrás de cualquier obra artística para ver la voluntad agoniosa y constante, la dura disciplina del esfuerzo de quien la realiza. Es verdad que hay obras en las que cuenta más el destello de genialidad, pero son pocas, y aún en ellas, al trasluz de lo que parece simple intuición (por qué no se me ocurrió a mí, se piensa muchas veces), se encuentran raíces de alguna experiencia o preparación disciplinada.

El arte exige una trayectoria, un dominio y un ponerse en el trance de tropezar con los altibajos fatales, desencantarse con el hallazgo de las creaciones y además una constante labor de volver a empezar, es así que cada llegada es un nuevo punto de partida.

La muestra pública realizada por la Residencia de creación y montaje “Mimo corporal dramático”, dirigida por Martín Peña Vásquez, presentó cuatro obras que demuestran esa preparación disciplinada rindiendo frutos. Son cuatro obras que nacieron desde un solo punto de partida, o más bien, que nacieron de un estímulo bastante sencillo, lo único que se puso como punto de partida fue la expresión: desorden, impulsivo-compulsivo y terminaron mostrando escenas de la vida que pocas veces son exploradas.

Martin Peña Vázquez es autor, compositor escénico, músico y director de Teatro del Cielo. En la presentación de la muestra pública comentó que es el resultado del taller o residencia de creación y montaje que arrancó en marzo con alrededor de 25 talleristas, entre los cuales había gente con mucha, poca y nada de experiencia en el lenguaje del mimo corporal dramático. Finalmente terminaron 19 talleristas protagonizando estas piezas, que son un experimento de composición, actuación, técnica del cuerpo y dirección.

El Grupo 1 presentó Ausencia, en ella un anciano agonizante es abandonado en su cuarto. Al salir la enfermera, el ambiente triste cambia y a escena saltan los pensamientos del anciano que está postrado en una silla de ruedas; son pensamientos alegres que brotan en forma de una mujer danzante, que con sus movimientos y acompañada de otros personajes hace que este anciano baile de nuevo y sea feliz, e incluso llegue al éxtasis de levantarse y volar con vigor en escena. De un momento a otro vuelve la enfermera a la habitación y corta los hilos invisibles de sus pensamientos y vemos al anciano caer al suelo y sufrir y arrastrarse a la silla que lo tenía atado.

El Grupo 2 presentó una escena denominada 369, en ella vemos a una azafata dirigir una cabina de avión que está por despegar. De este viaje forman parte varias personas. A los tripulantes se les pide desde cabina que se mantengan quietos y se ajusten los cinturones, puede ser que ellos viajen estáticos pero sus pensamientos no. Así los vemos enamorarse, seducirse, bailar, reír, extasiarse hasta la locura ante las condiciones climáticas que pronto desencadenan el estrellamiento de ese avión. Y son las sillas las protagonistas de este drama pues con ellas volando por los aires sabemos que el final fue un inminente desastre.

Miedo al éxito se denominó la tercera obra. En ella el Grupo 3 pone en escena a un escritor ‘fracasado’ que no sabe cómo continuar sus historias. A este escritor le visitan tres personajes que representan sus miedos: miedo a perder el bus, miedo a la página en blanco y el más fuerte, miedo al éxito. El escritor se enfrenta a los tres miedos y luego los abraza, comprende que uno es el miedo mismo, que uno no es diferente de sus miedos, por tanto, no puede ni huir ni ganarles, de modo que no hay que racionalizar el miedo sino vivirlo.

Y tenemos finalmente al Grupo 4 con su obra Sofía a través de, escena única que muestra la infancia de una niña que vive y convive con las escenas de los libros que la ayudan a escapar de su madre que la reprende constantemente. La niña huye también de cosas que quiere olvidar, cosas que su madre no quiere ver. Al final aparecen dos médicos y una mujer que recibe un tratamiento de electrochoque y sabemos que la niña y la madre de la primera escena es el recuerdo de esa chica que ya no vive en esta realidad. 

Así tenemos cuatro escenas que ponen de manifiesto lo que, quizá, son los pensamientos de un enfermo terminal, o los de la tripulación de un avión que va al desastre, del escritor que lucha con sus miedos o el de una enferma psiquiátrica que huye de sus traumas. Escenas poco exploradas en el teatro, pero muy bien ejecutadas.

Este es el resultado del sexto taller que Martín realiza en la ciudad de Quito. El primer taller de técnica se realizó a solo una semana del brote de COVID-19, entonces se tuvo que re agendar todo el proyecto. Posteriormente en septiembre se realizó durante 3 semanas un taller de composición y montaje que terminó como una pieza escénica, en donde estuvieron 23 personas en escena. Paralelo a eso se dio un taller de técnica de mimo corporal dramático a cargo de Martín y Yaneth Gómez. Así se llegó a esta residencia de creación y montaje que sería la sexta experiencia de talleres con la intención, siempre, de subir un peldaño en un proceso de formación, que tomó tres meses.

Hasta la fecha se han sumado alrededor de 120 talleristas a las propuestas de Martín, quien manifiesta que presentar los trabajos y tener un público extenso les retribuye todo el esfuerzo, ya que no solamente trabajan de una manera pasiva en el sentido de que adquieren una técnica de composición, sino que con estas herramientas realmente construyen su propia dramaturgia.

Lo interesante fue que aparte del trabajo del cuerpo, y de técnica corporal, hicieron un estudio a la cinética y la asimetría, con énfasis en la dinámica teatral del espacio y todos estos elementos de composición.

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