“[…] el movimiento, la danza, la poesía, pertenecen a un mundo que juega un papel muy importante, por eso no deberían de ser fijados…” Pina Bauch [1]

Gato Relato nacido en México y liderado por Nadinka Flores y Pedro Sánchez desde el año 2015, han creado varias obras, casi todas en la línea del teatro físico y la danza-teatro. En esta ocasión vuelve a estar presente el empuje y la pasión de sus directores, y por supuesto, la de los intérpretes quienes asumen completamente la partitura del teatro físico, me refiero a la capacidad creativa y a la ausencia de literalidad en las acciones; asimismo la danza teatro se erige con mucha fuerza, he de decir que las mujeres son el plato fuerte de la puesta en escena, sin que  esto implique desmerecer el trabajo de los actores, donde si hay un bemol.

Hace rato que no he visto una obra (pandemia y otros avatares), y ha sido grato el reencuentro con un trabajo que da cuenta, no solo de pasión, sino de profesionalismo, porque a varias intérpretes las conocí bailando o en el teatro, hoy las veo crecidas en su oficio; eso muestra que está constituyéndose una generación que seguramente tomará derroteros nuevos. De hecho, lo vemos con estos directorxs/coreógrafxs.

¿do you like piña colada? unos dicen que se la debemos a un pirata, otros que a un barman de hotel en Puerto Rico, pero qué importa…

Agustina, también es de origen incierto, que si su familia es de las top o, si los top son de lo last, qué más da; el tema es que “intenta explicar Aguilar y si no puede es porque él mismo no lo comprende; La mujer que amo se ha perdido dentro de su propia cabeza…”[2] mientras, en escena, el Piano Power de César Moreno pone el ritmo al que ella baila.

En todo caso, la novela Restrepo es un pre-texto para crear esta pieza escénica que tiene algunas particularidades, por ejemplo, Ella es más de una, es ella y es las ‘otras’; Ellos, no obstante, se despliegan en otros personajes. Y, en general la obra es un despliegue, no hay precisamente escenas, su estructura es como una especie de rollo de película que se desenvuelve y nos permite ver una historia que, desde la butaca, intentamos ‘armarla’. Porque al final de cuentas, como dice el texto, “toda historia es como una piña, cada quien da cuenta de la tajada que se come”.
El pre-texto está tejido de voces, de acuerdo con sus personajes, Piña colada enfila por una especie de desparpajo muy sofisticado, sostenido en el gesto que se vuelve completamente decidor, si bien es el cuerpo la herramienta que lo ejecuta está adobada de una estética setentera, completamente aniñada, que dice mucho más de lo que muestra. Este gesto, principalmente femenino, tiene una carga humana enorme que funciona como imán con el espectadxr. De hecho, una de las caras de la locura, casi no tiene voz (Denise Neira), sin embargo, su presencia es portentosa y pareciera hablarnos, o quizá es más exacto decir, sugerirnos desde el silencio. Toda esta energía se multiplica en el coro de mujeres, en sus gestos aparentemente inocuos, ausentes, nacidos de una mente que delira o rememora. Ellas, cada una tiene su momento, no importa cuán protagónico, lo que cuenta es la presencia, así la carrera (de Sarahí), o las carcajadas  (de Sara), la voz de Analía Borja que repleta la escena, el momento muy cómico en que él (Johny Vinicio Hidalgo) habla inglés, ¿tratando de conmover a la mujer que baila su propia vida? (Vannesa Moncayo), o la historia de las babuchas entre él (Andrés Obando) y ella.

“la locura es contagiosa, como la gripe” insiste ella, y la escena se multiplica, se torna simétrica y de colores, planos en los que descansan las locuras varias. O, se vacía y queda poblada de piñas, listas para ser tomadas y dar cuenta de su tajada.

En realidad, la escena es un discurrir de ideas y figuras, de frases inconexas, de expresiones, de cambios de humor… de locura, de tiempos otros ¿Agustina en sus tiempos de piña colada? (Gardenia Muñoz).

De angustia y desesperación cuando ellos “pienso en ti cuando ni quiero pensar en mí” y ellas “y, si piensas en la simetría de los cristales”, y hacen que reviente la ira (Ordónez) “y el que truena, truena…”.

Los momentos corales son de una frescura que contagia, porque a pesar de la simetría del movimiento existe una autonomía de cuerpos, cada quien reproduce la frase desde su intimidad y eso lo libera de la uniformidad que, generalmente, torna falsa a la escena.

La llamada clave, la que ‘no contestes’, podría ser el hilo conductor de este delirio, aquella que nunca escuchamos y sospechamos que es le quid de toda esta locura; como señalé, expresada en imágenes, que es precisamente lo interesante de la puesta. Momentos como el del vuelo de moscardones consigue integrarnos, cumpliendo así uno de los propósitos del arte de este tiempo, porque, definitivamente no es una obra que la vemos de lejos, estamos en ella, ponemos el cuerpo y en buena medida, deliramos en su compañía. Mas, justamente cuando sucede esa empatía, y se escucha la voz ‘trágica’ de él y se da un quiebre brechtiano, aparece él (Kavikareshka Ignis) “paren la música, qué es esto, esto se está convirtiendo en una telenovela, en un melodrama, una lloradera… y no entiende que la locura vacía por dentro…” Estalla entonces Total eclipse of the heart , y no podemos dejar de sonreír, el humor negro vestido de música, de dúo (Andrés y Analía);  él insiste en el drama, las piñas han regresado, la dama se ha desplomado, la pantufla sigue viuda…

“el universo es vacío cruel e indiferente, la clave de la felicidad no es buscarle sentido a la vida, sino entretenerse en cosas sin importancia, que con el tiempo… estarás muerto…”

[1] https://www.redalyc.org/journal/4635/463556259002/html/ (Adolphe, 2007, p. 40).

[2] Restrepo Laura, Delirio, p. 13.Edit. Alfaguara, 2004

Ficha técnica

Dirección: Nadinka Flores Sierra y Pedro S. Montoya

Elenco : Vanesa Moncayo Johnny Hidalgo Francisco Ordóñez Auz /Camilo Pacheco /Sara Franco / Andrés Obando Analía Borja /Denise Neira Vieira /Saraí Medina/ Gardenia Muñoz

Vestuario: Adriana Valarezo Sevilla

Producción: GatoRelato|Escena