PRIMERA LLAMADA: EDITORIAL | LOS NUEVOS ESPACIOS DEL TEATRO
Lo que a veces incomoda del cambio de año es la palabra próspero. La frase mil veces repetida dice: ‘Feliz Navidad y próspero Año Nuevo’ muy occidental y cristiana. ¿Cuál es el significado (histórico, sociológico) de lo próspero, a qué ámbito del quehacer nos remite? ¿Quiénes prosperan y de qué manera puede medirse el sentido de aquella prosperidad, que opera más como deseo que como constatación de lo realizado y lo realizable? Algo se agota y algo se renueva. Y prevalece, suponemos, lo que Onfray llama ‘la pasión de la destrucción’, sin que nos dejemos arrastrar tampoco por alguna prerrogativa nihilista, tal vez innecesaria. Entonces, de manera compulsiva, tratamos de establecer algunas directrices porque vivimos bajo el tormento de la definición, del establecimiento de lo próximo, del detalle, de las intermediaciones, de la ausencia de debates, de intromisiones necesarias. De eso se trata. No de establecer soportes apriorísticos que no dejan espacio para la reflexión, para el intercambio, para la desazón y la duda. Hasta podríamos recomendarnos ‘felices fiestas y próximas dudas’ y esa sería una recomendación casi cartesiana porque hablaría del espacio como construcción de un lugar. Y la construcción (es decir el diferimiento) no habla de lo próspero sino de procesos, de conocimientos y de pensamiento. Lo otro nos expide a la noción de inventario, es decir que nos retrotrae al simple vestigio y a la resignificación de los soportes, incluyendo el cuerpo y las ideas. De esa manera se intenta entrar en la pista de un devenir definido por la firma de un manifiesto que jamás fue escrito al que se le puede estampar la firma correspondiente: «R. Mutt» solo para provocar la hilaridad de algunos estoicos y condescendientes. Lo de prospero año puede ser un falso aliciente, una distracción o un subterfugio semántico. ¿Se le puede exigir o desear al arte, a la cultura, al teatro o al pensamiento un próspero año? La escena artística ecuatoriana ha sido fructífera, constante, fragmentada, y dispersa. Ha dado cuerpo a las ficciones y ha transfigurado las verosimilitudes. Las ficciones han sido capaces de exponer convicciones y dudas. Y cuando se hace referencia a los ‘espectadores’ ha sido el sector que más ha definido la aprehensión de los sentidos como un recurso que va más allá de la simple prosperidad. ¿Una prospera mirada? En el ámbito estricto de la teoría, lo escénico sigue siendo un espacio en el que la danza, el mimo, el performance, el teatro han compartido sus propias apetencias y transformaciones. El trabajo dramatúrgico ha sido capaz de aportar a las transformaciones de la escena con la creatividad específica del arte escénico, lo que surge directamente con el material sensible de los espectadores, creadores, actrices, actores, técnicos, diseñadores, directores. Muy cerca de lo que Nietzsche proponía para el teatro: ‘la transformación de uno mismo delante de sí, penetrado en otro cuerpo’. En lugar de prosperidad, transformación. No cualquier transformación, hay que decirlo. También están las transformaciones sociales, que cuestionen la ‘pedagogía del chantaje político’ y la extorsión, para que el arte no se aferre a las ‘viejas formas’ que terminarían aliándole a la muerte o a las ‘bellas ideas que matan’ como vanguardia de lo inestable.
Una última y bendita consideración: ¿las revistas de teatro, como El Apuntador y otras, poseen el derecho a tener historia, como si verdaderamente hubieran existido? Lo perentoriamente cierto –lo dijimos en su momento– ‘es que una revista de teatro nace sin tiempo preciso’. Bajo ese estigma de la urgencia y la premura (las artes escénicas son efímeras) hipostasiada por su propia atemporalidad o su condena anticipada, las revistas no entrarían bajo las consideraciones establecidas para otras actividades del espíritu. El Apuntador, en el ahora que significa sus posibilidades de redefinición conceptual y teórica, de estrategia además, piensa que frente a la realidad compleja y la multiplicación de las diferencias creativas, se abre un abanico de posibilidades entre dos estrategias: dar cabida a las nuevas voces de quienes han decidido optar por el ejercicio de la reflexión; y, duplicar la atención a las vivencias cotidianas, a los modos de percepción, abiertas a las tendencias nuevas de los creadores y productores; a los temas de las dramaturgias contemporáneas y actuales, que ponen en juego nuevas formas, nuevas disposiciones, nuevas actitudes, sin abdicar en ningún caso de la decisión y la responsabilidad de contar historias.
Y de todas maneras, desearles a todas y todos un excelente año teatral, artístico y cultural. EA