El Apuntador

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Tres coreógrafas en la compañía Nacional de Danza del Ecuador / Genoveva Mora Toral

La Compañía Nacional de Danza del Ecuador, institución icónica de la danza en la capital, con claras resonancias en otras ciudades, históricamente ha sido el lugar al que muchos bailarinxs y coreógrafxs han acudido en búsqueda de conocimiento, de práctica o interrelación con sus pares, así como con propuestas. También ha sido parte de su tradición mostrar lo ‘nuevo’, siempre en una línea más bien convencional, y, como toda institución dancística, ha tenidos sus momentos de esplendor y sus recesos, dancísticamente hablando.

Sin embargo, desde mi personal mirada, creo que si algo hay que destacar en estos últimos años, es una actividad más orgánica con su elenco. Josie Cáceres, además de haber tomado la dirección en tiempos de flaquísimas vacas, de contar con un reducido presupuesto y la desaparición de ciertas ventajas de las que antes gozaba la compañía, ha sabido gobernar y direccionar los recursos acertadamente, ha hecho una buena ‘inversión’,  dirían los que saben de números, porque ha capitalizado el saber proporcionando una serie de ‘insumos’ a nivel teórico y práctico; se ha atrevido con coreógrafos y artistas de mirada alternativa, en fin, que ha tomado riesgos, que al tiempo han implicado una valoración de lo diverso.

Hoy están a punto de estrenar 3 obras de 3 mujeres creadoras, artistas que asumen su trabajo con mucha convicción.

Precisamente este artículo transcribe la charla con Valeria Andrade, Milena Rodríguez y Carolina Váscones, ‘culpables’ de estas muy personales propuestas.

VALERIA ANDRADE

Desplazamientos. Valeria Andrade, Camila Enríquez, Cata Villagómez, Christian Masabanda.Foto Gonzalo Guaña

‘Sujeta a cambio’, así se denomina Valeria desde hace, al más de diez años, cuando empezó un proyecto de danza y de vida, cuando le ganó la batalla al miedo y entró en su cuerpo para reconocerlo como la material maravilloso y profundo capaz de advertir y digerir inteligencia y sensibilidad.  Una de sus experiencias como bailarina la vivió en la Compañía Nacional de Danza, lugar en el que hoy mismo está trabajando en una propuesta. En una entrevista lejana, en un fragmento de esa charla, dijo de la Compañía: “Aprendí de cada coreógrafo alguna cosa, sea por asimilación o por negación… sin embargo, llegó un momento en que “fue humana y artísticamente insostenible seguir ahí…”.

Valeria que, en la actualidad, divide su tiempo entre la docencia, su entrenamiento personal, su práctica de yoga, tiene un concepto, probablemente muy distinto al de sus años de intérprete, visón que seguramente la viene madurando desde su activismo feminista en su época de performance.

Converso con ella para conocer más de cerca cómo se siente hoy con relación a la danza y dirigiendo a una parte del elenco de su antigua compañía.

 Qué sensación, responsabilidad, reto, etc. aparece cuando, en este momento de tu vida, que te invitan a dirigir una obra en la CNDE, a la que has denominada Desplazamientos, nombre que me resulta sugerente, porque, también me refiere a tu paso y experiencia como bailarina en esa institución.

Voy a contestar esta pregunta haciendo una cronología de las sensaciones para que se entienda la magnitud del impacto en mí. Primero, me encantó que fuera una invitación, yo nunca digo no a una invitación, tengo el sí flojo y el no negociable. Fue una invitación por parte de Josie Cáceres -Directora de la CNDE- que abrió la posibilidad de pensar mi trabajo a una escala más grande, tal vez, a la cual yo no me terminaba de atrever. ¿Porqué no me atrevía? Pues, porque de todas formas y a pesar de múltiples deconstrucciones subjetivas, estoy sujeta a muchas limitaciones que parten de ciertos roles de género muy marcados, y muchísimo en la danza (siempre la intérprete, siempre la estudiante). Luego, temblaron mis entrañas ante el reto: ser mujer, ser mujer coreógrafa, ser mujer coreógrafa en la Compañía Nacional de Danza. Entonces, empezó mi mente a trabajar en la elaboración de un proyecto de investigación creativa; esta es la premisa, la investigación como principio regente. Y así como sucede, las cosas de la cabeza se conectan con los deseos del corazón, se fue organizando el marco teórico de las preocupaciones que me interpelan; con una metodología que quiso integrar años de experiencia, lenguajes, técnicas; desde una prerrogativa reflexiva, crítica, sensible, política. Y efectivamente, me desplacé de mis propios miedos, de ser intérprete a ser creadora-organizadora. 

Desplazamientos. Vilmedis Cobas. Foto Gonzalo Guaña

Tú hablas de este sistema capitalista que nos rige, y dentro de él, la privatización del trabajo, las tecnologías disciplinarias de género impulsadas por la modernidad capitalista que separan la producción de la reproducción; lo público de lo privado; lo asalariado de lo no asalariado, etc. Si transponemos esto a la institución, en este caso a la CNDE, ¿cómo separas, o cómo piensas este espacio para romper reglas y llegar a ese ‘otro’ espacio libre y profundo que es la danza?

En este proceso de trabajo, hemos reflexionado muchísimo sobre los modos de producción en la danza. Siempre me llaman la atención estas formas y hablo en estos términos, porque se desarrolla toda una economía de la producción de la danza. Primero, tendría que hablar sobre una fuerte forma de extractivismo que reproduce el sistema capitalista. No solo hablo de vender la mano de obra, en este caso el cuerpo entero, sino de los procedimientos que muchos coreógrafos en la actualidad asumen como normales; modos de extracción de los recursos físicos y emocionales de l@s bailarin@s (para eso les pagan), pero también creativos: la invención, la fantasía, para capitalizar en una forma de dirección coreográfica. En el mejor de los casos, se plantea en los créditos, bailarines creadores…

Puedo percibir de los procesos de mis compañeras coreógrafas, un sentido de cuidado, que tiene que ver todo con los roles de género. He podido ver en los tres trabajos que se establece un proceso de creación respetuosa de la integridad humana, me parece, y un reconocimiento abierto a la creatividad de l@s bailarin@s. En el caso de esta propuesta, se plantea de lleno una creación colectiva, que no solo integre el material que ‘me gusta’, o ‘me parece interesante’ para ‘mi obra’; sino que la inteligencia, intuición, creatividad, conocimiento de los participantes sean parte activa en la toma de las decisiones coreográficas.

Desplazamientos. Christian Masabanda. Foto Gonzalo Guaña

Tomando tus propias palabras, cuando hablas de ese “Sentir compartido” dentro de un colectivo, ¿Qué estrategias te planteas para lograr esa introspección que se revierta hacia afuera y, no solamente eso, que consiga una energía colectiva que “evidencie” y desarme la metodología de la danza “dirigida y jerarquizada”?

Bueno, en esta propuesta todo tiene que ver con la metodología de trabajo. Y ha sido increíble poder integrar mi experiencia como bailarina, como creadora multidisciplinaria, como practicante de kundalini yoga, con la experiencia docente y la reflexión académica. Ha sido un proceso de reflexión muy profundo sobre la danza, los lenguajes, las subjetividades, las corporalidades, los disciplinamientos; pero también sobre la institución danza, los valores hegemónicos estético corporales, las tecnologías, los modos de producción, los formatos escénicos. Hemos reflexionado sobre otras tecnologías como el yoga y la apertura de otras formas de percepción, otros discursos anatómicos: el cuerpo físico, los cuerpos mentales y los cuerpos energéticos; como esta otra tecnología transforma la percepción de sí mism@ y de todo lo demás; sin afán catequizador, sino como un conocimiento empírico de las posibilidades sutiles de percibir, interpretar, actuar, ser, estar en el mundo. Hemos pasado horas experimentando la meditación y desde ese lugar de conexión interior, la emanación del movimiento; aquí no hay coreografía, no hay representación, sino la emanación del movimiento que se recompone siempre aleatoriamente. Hay movimientos coreográficos: las semillas, los regalos, la política; que se hacen y deshacen en el momento presente. Y luego hemos pasado horas reflexionando sobre la experiencia para ir encontrando sentidos y más sentidos. También nos hemos entrenado con la barra del ballet y hemos saltado; hemos practicado el yoga kundalini, lo cual provocó algunos fuertes estragos al inicio. Y hemos practicado la palabra, los conceptos y las teorías hasta llegar a momentos verdaderamente luminosos, emancipadores.

A ratos no fue fácil, porque tuvimos momentos de tensión; pero, sentados siempre en círculo, mantuvimos el diálogo reflexivo, donde se negociaron los intereses individuales para llegar a acuerdos comunes que nos sostuvieron como proyecto, tanto como colectivo.

Sé que es un trabajo en proceso, pero, qué expectativas tienes con el grupo, ¿cómo te has sentido trabajando con ellxs?

Nuestro grupo de trabajo está conformado por Camila Enríquez, Cata Villagómez, Franklin Mena, Christian Masabanda y Vilmedis Cobas. Solo puedo sentir una infinita gratitud hacia cada quien por acoger la propuesta con gran apertura; no solo eso, sino por la increíble generosidad de sus mentes, de sus espíritus, de sus cuerpos. En cada uno de ell@s, hay tanta honestidad como luminosidad; tanta reflexividad como entrega; tanta solidaridad como creatividad; hay tanta fortaleza física como fantasía creativa. Es maravilloso, por decir lo menos, percibir la plasticidad de los cuerpos, la autenticidad de sus búsquedas personales que se integran en un diálogo colectivo; y poder ser, momentáneamente, parte de sus mundos: lo han dado todo. Gratitud y asombro, eso es lo que tengo y siento. Además, como parte del equipo también está Mauricio Proaño, quien ha acompañado todo el proceso, creando los recursos sonoros.   

En general, las coreógrafas invitadas hemos tenido mucho apoyo de forma muy amable, todo lo contrario que cuando salí de la institución, por parte de todo el personal; empezando por la Dirección, pasando por la Coordinación, la Producción, la Comunicación, el Departamento técnico. Esto ha permitido que la investigación no solo suceda, sino que se profundice, que la experimentación se amplíe. Tener tiempo y espacio para que sucede la investigación creativa, ha dado todo un vuelco a las posibilidades de una propuesta que empezó en papel y mágicamente se materializa.  

MILENA RODRÍGUEZ

Nadie nos mira. Foto Gonzalo Guaña

Por esas cosas del trabajo y la vida, Milena, coreógrafa y bailarina costaricense, ha vivido varios meses en nuestro país, en la Amazonía, gracias ese extraño no invitado que ha dejado a todo el mundo en espera. La de ella se ha ido tranformando en conocimiento muy personal “No sé si por suerte, pero yo ya había asumido la danza como un ser que  me habita, y que algunas veces se hace visible en el movimiento, otras en la quietud, otras en forma de cerámica ó más recientemente en fotografías”.

Milena ha mantenido una relación cercana con la danza del Ecuador y sus bailarines. Ella transitado por múltiples lenguajes, es una bailarina inconforme en búsqueda constante.Sin duda, su paso por la CNDE y su aporte quedará registrado como una oportunidad compartida.

Milena, tú hablas de una inquietud “resignificar el cuerpo y las nuevas relaciones corporales y afectivas con el espacio en que cada uno habita y provocar una interacción cuerpo/espacio – virtual/ real con el espectador”. De antemano, sabemos que, quien está mirando la pantalla, establece, o no, cierta empatía o rechazo con lo que mira, pero eso sucede también en la escena ¿dónde estaría el quiebre, la clave, o como la llamemos, para conseguir algo más allá de la mirada de un espectador virtual, que hoy en día, es tan asiduo a ver de todo y procesar muy poco.

Efectivamente estamos ante una sobreexposición de imágenes, una saturación de información que se nos desborda y no creo que haya una clave para establecer otra relación con el espectador. 

La obra ahora tiene una versión presencial y más bien creo que es ahí donde se encuentra la clave. En la posibilidad de la contemplación. Pero de lo real, de cuerpos presentes. En la virtualidad aún no encuentro la ruptura. 

Nadie nos mira. Elenco Compañia Nacional de danza. Foto Gonzalo Guaña

Otra de tus reflexiones: “La tecnología se filtra y expande los procedimientos creativos, lo virtual se jerarquiza y diluye al cuerpo físico, lo transforma en información, en cuerpo textual”, ¿Cómo lograr atrapar algún resquicio de ese cuerpo vivo en la virtualidad? ¿Quizá a través de la palabra, utilización de cámaras… ? 

Nosotros le hablamos al espectador , lo imaginamos, lo interpelamos, lo nombramos. Corporalmente se genera una relación con la cámara de tal manera que se cree una ficción de cercanía. La palabra ha sido clave y la manera de usar el ojo de la cámara. 

¿Cuál ha sido tu mayor reto al trabajar en estas circunstancias, teniendo, además, ‘la carga’, por llamarla de algún modo, de hacerlo con un elenco como el de la CNDE?

El reto mayor fueron las dos primeras semanas que las hicimos virtuales, probando nuevas metodologías de trabajo con ninguna certeza de su efectividad. Y creo que también fue un reto aparecerme a los bailarines con propuestas muy diferentes a las que están más “acostumbrados”, a generar material audiovisual, textos, y la improvisación . Ese lugar de ser y no de hacer. 

“La carga” nunca la sentí como tal!: Creo que yo me siento una más del elenco, no me gustan las jerarquías y desde el inicio les planteaba que mis obras son colaboraciones y que yo simplemente les iba a guiar en un camino. Creo que ha sido un proceso que lo hemos disfrutado todos por igual y eso se siente en el resultado.

Nadie nos mira. Eliana Zambrano. Foto Gonzalo Guaña

Cómo ha sido tu estrategia para juntar realidad y virtualidad, porque en ese trayecto imagino que se alteran muchas cosas, se pierden sensaciones, contacto, etc. y si, a esto añadimos la ‘realidad’ del artista que vive circunstancias especiales, en las que su cuerpo, siendo el mismo, es concebido, desde afuera, como un ente virtual.

Como antes dije, las dos primeras semanas fueron virtuales, cada quien trabajó desde su casa, y fue muy interesante porque eso permitió el acceso a una intimidad particular y a indagar con objetos cotidianos que representan mucho para cada bailarín. Luego con eso ya pusimos el cuerpo en los salones y empezamos a tejer ambos mundos y, creo que sí lo logramos. Pero ahora en este punto lo presencial , lo tangible se volvió más poderoso. En la obra se dialoga con el cuerpo presente y el otro que está en la pantalla. 

Creo también que lo virtual aunque sea de alguna manera un afuera como lo dices, sí  puede generar sensaciones. Son otras sensaciones nada más. 

CAROLINA VÁSCONES

La perla luminosa. Compañia Nacional de Danza. Foto Gonzalo Guaña

Antes que enumerar títulos oficiales de Carolina, vale decir que es una mujer que lleva en sí misma la danza, largos años transitando en ese mundo le han abierto un horizonte de sensibilidades que, ella, las ha ido sembrando en lo más íntimo de su ser para revertirlo en energía creativa, que la comparte intensamente en la danza, en su práctica de yoga, en su escritura, y también en el teatro.

Sus palabras (tomadas de una ponencia) son vastas para entender parte de su manera de concebir la danza

“…Para crear, hay que respirar.

Cuando la creación apremia, como un óvulo recién concebido, rompe, riega y rasga.

Rompe, riega y rasga.

La semilla surge de la quietud de la tierra negra. Sin apuros, sólo surgiendo

despacio, elevándose, emergiendo a la vida. Con un ritmo infinitesimal…”

La perla luminosa. Compañia Nacional de Danza. Foto Jabiera Guerra

Esté o no de acuerdo todo el mundo, la CNDE es un icono; tú, que siempre has estado en la línea autónoma, ¿qué sensaciones, sentimientos se te cruzan cuando eres invitada a trabajar con un elenco oficial?

Me encanta. Mi oficio es crear y no tengo ningún prejuicio al trabajar con bailarines de una compañía.

No hay diferencia, no hay juicio, son solamente seres de movimiento.

Los bailarines de la CND están muy bien entrenados, son sensibles y muy versátiles y generosos. Son todo lo que una coreógrafa podría desear para crear una obra.

 Por otro lado, desde tu visión filosófica, desde tu modo de concebir el arte de la danza como algo que “brota desde una apertura del ser, desplegándose, abriéndose como un tejido vivo en un tiempo que no está separado del hombre, en un tiempo potente que es el hombre mismo”. De qué manera, en un período tan corto, logras transmitir esto a cada una de los bailarines, para desde ahí, crear con ellxs.

Desde el primer día de trabajo, traté de transmitir a los bailarines la consciencia de que no existe una danza fuera de ellas y ellos, sino, que la danza son ellas y ellos mismos.

Hemos hecho mucho trabajo de consciencia de la respiración, de enraizamiento, conciencia de que somos seres terrestres y celestiales.

No tomamos el tiempo con apuro en este período. Más bien hicimos un trabajo lento y metódico. En ningún momento realizamos una labor apurada.  Este octubre/ noviembre, ha sido un mes intensamente vivido e investigado a través de nuestro ser completo. Sintiendo muy intensamente el presente, el ahora, sin preocuparnos del futuro.

Solamente hemos estado arrojados en el presente con nuestros palpitantes cuerpos.

La perla luminosa, señalas, es una experiencia de movimiento, que busca indagar el cuerpo y la mente, y el corazón de las y los que bailan, a través de experiencias prácticas con algunos sūtras budistas. ¿Qué pasa con quienes no tienen idea o no han estado cerca de estos conceptos?

Los sūtras con los que hemos trabajado, fueron escritos y/o recopilados por Eihei Dogen nacido en 1200 en Japón. Si bien podría parecer que es una realidad ajena a nosotros, lejana en el tiempo, culturalmente diversa, esos sūtras son intensamente humanos, las ideas de Dogen trascienden el propio contexto del budismo, y mucho más lejos de ser pura teoría, los sūtras nos conducen a experiencias de la realidad de manera directa, a través del cuerpo, a través del ejercicio del no hacer (Zazen) y de la vivencia de la vida cotidiana de una manera consciente.  Los sūtras expuestos en el Shobogenzo muestran una condición no dual de la realidad, y develan aquello a lo cual los seres humanos pertenecemos, a lo que ya está ahí, a la esencia que todas y todos somos. Son una experiencia real y directa de aquello que siempre está presente, sin importar conceptos o ideas.

Por ejemplo, experimentar “la perla luminosa es el universo en las 10 direcciones”…es un ejercicio concreto y profundo a la vez, que conduce a la persona a su esencia expandida. A sí mismo, a lo que es.

O experimentar que el agua, el viento, la tierra, el muro, la hierba, el perro, el niño o la mujer, son expresiones de un estado incesante, son el universo en las 10 direcciones, son el vacío contenido en la luz  que es su esencia.

Más allá de los conceptos, los sūtras son muy vivenciales, son casi como tareas somáticas que enriquecen nuestra comprensión y sutilizan nuestro movimiento.

Hemos relacionado, además, los sūtras con experiencias propias de cada uno de nosotros. Por ejemplo, el Sūtra de los muertos, lo hemos conectado con nuestros propios muertos, o el Sūtra de los animales, con nuestros amigos silenciosos. El Sūtra del corazón, con el primer amor, y así sucesivamente.

También trabajamos con cuentos que han sido importantes para nosotros, y así hemos ido creando una Perla luminosa que nos pertenece y toca nuestros corazones.

La perla luminosa. Compañia Nacional de Danza. Foto Jabiera Guerra

“… el bailarín y la bailarina tocan el mundo transformándolo con su cuerpo y se dejan tocar por el mundo y su acontecer, que a la vez transforman el ser de la bailarina y el bailarín”, aunque ellos no tengan esta visión filosófica, creo se da esta transformación de ida y vuelta, ¿hay algo que pretendas o aspires añadir en este sentido?

He tratado de que esta noción cale hondamente en estos seres de movilidad sinuosa, misteriosa. Se han dejado tocar por el mundo secreto guardado en los sūtras del Shobogenzo, y a la vez ellos han transformado mi propio mundo, expandiéndolo, el gran mundo, forjando una obra que sin lugar a duda ha movido su mundo, el mundo y mi mundo. Crear entre nosotros esta obra, ha sido un suceso de transformación.

Sé que es un trabajo en proceso, pero, qué expectativas tienes con el grupo, ¿cómo te has sentido trabajando con ellxs?

La perla luminosa es un trabajo acabado. Esto no quiere decir que no pueda seguir cambiando o creciendo, pero es una obra completa que tiene un principio, un desarrollo y un fin. Desde el inicio pretendí que la obra se sostenga ella misma, que pueda ser presentada sola, para que los bailarines puedan moverse con ella, y bailarla en muchos lugares. Como es un grupo pequeño, es mucho más fácil mover la obra.

La perla luminosa fue hecha con mucho detalle y cuidado. Con calma, con mucha consciencia y dedicación por parte de todos nosotros. Podríamos seguir puliéndola, pera ya tiene su propio brillo. Irradia en las 10 direcciones y pertenece a los cuerpos generosos y hermosos de esos bailarines.

La expectativa que tenemos, es llevarla a Japón. Al lugar de origen de los sūtras. Que los bailarines viajen con esta obra, que es muy sencilla de llevar.

Y que pueda ser difundida acá, en muchos lugares. Que no muera y sea guardada. Que viva lo que tenga que vivir.

Ha sido magnífico trabajar con todas y todos. Hermoso. Son artistas muy creativos y versátiles. Captan rápidamente los conceptos, los ambientes, las texturas, los paisajes de movimiento. Cada una y cada uno es una perla luminosa que irradia su luz en 10 direcciones.