Frankenstein: 200 años y una pregunta /Juan Manuel Granja
Frankenstein –la novela, el monstruo, el ícono– cumplió 200 años; dos siglos que han inspirado a casi un millar de versiones entre obras de teatro, producciones cinematográficas y adaptaciones al cómic. El montaje escénico y multimedia realizado por Caterizarte y Magmateatro en el Patio de Comedias busca la fidelidad al argumento de la novela original de Mary Shelley. No obstante, ya el hecho de titular la obra como Frankenstein cine teatro y de sumar acción corporal a proyección audiovisual hace patente la aparente imposibilidad de separar la novela del siglo XIX de su masificación fílmica. Una popularidad que ya se había disparado cuando a la novela publicada originalmente de forma anónima –más de 70 años antes del nacimiento del cinematógrafo– le empezaron a seguir una gran cantidad de encarnaciones teatrales: diez adaptaciones en apenas tres años. Es decir, a estas alturas Frankenstein, el ente hecho de retazos, es una criatura tan literaria como teatral y cinematográfica; la figura impura por antonomasia lo es en varios niveles, incluido el plano mismo de su forma de representación y recepción.
¿Es necesaria hoy en día una adaptación como esta que incorpora actuación, video e ilustración? Se suele decir que la historia del científico, su creación monstruosa y su dolor conjunto se hace más relevante cada vez que un nuevo adelanto en el mundo de la ciencia enciende alarmas morales sobre los límites del saber humano y su capacidad de alterar la vida. De ahí que a esta obra se la haya podido leer como terror gótico, ciencia ficción, mito moderno o parodia religiosa.
En definitiva, este interés lo convierte en un clásico capaz de resistir lecturas heterogéneas y que incluso ha producido una iconografía propia. Tal vez es por eso que Frankenstein cine teatrorealiza un movimiento doble: por un lado, como dándole la espalda a la archiconocida bestia hollywoodense, recupera el marco narrativo de Shelley y, por el otro, utiliza la proyección fílmica, alternándola con la actuación en presente, como si quisiera confirmar la condición híbrida, multimediática e incluso pop que ha adquirido esta novela o al menos su protagonista.
El acierto de devolverle al ser creado por el Dr. Víctor Frankenstein su capacidad de hablar con elocuencia –pues en la novela es lector nada menos que de Plutarco, Goethe y Milton–, además de la lograda interpretación del monstruo en escena, pues el verdadero horror es su abandono y alienación; tropieza con el hecho de que esta versión quizás se apoya demasiado en la exposición textual. La voluntad de ser fiel a la novela hace que la mayor parte del peso argumentativo se produzca por la vía auditiva, a través de la grabación de voces que narran gran parte de la historia mientras se proyectan videos e ilustraciones en el telón que interrumpe y separa los actos interpretados en vivo.
La variedad que le brinda a este trabajo la suma de recursos por momentos no encuentra un ritmo que justamente permita que todos estos elementos (audio, música, video, ilustraciones, acción) se conjuguen para lograr un mayor dinamismo. Hasta que la criatura es concebida, una buena parte de la obra se dedica a remitirse al texto de Shelley sin realmente lograr una escenificación que vaya más allá de la descripción verbal y su acompañamiento por ilustraciones o filmaciones que, de suyo, repiten el registro y la escenografía trabajados por las ilustraciones pero con la inclusión de los actores filmados. Las imágenes insisten en el blanco y negro como para resaltar el carácter clásico de esta obra y enlazar la estética de la ilustración (dibujo negro sobre fondo blanco) con una realización fílmica que proyecta, a través de filtros y efectos, a los actores a manera de siluetas móviles o sombras vivas que recuerdan la técnica de la rotoscopia.
Las virtudes de la novela, sin embargo, permiten que la obra se vaya afianzando y que, con la aparición el monstruo, consiga momentos intensos y que son capaces de suscitar una variedad de reflexiones respecto del cuerpo, la creación, la alienación, la paranoia e incluso el amor.
Medios actuales como la ingeniería genética, la inteligencia artificial o la realidad virtual hacen pensar en Frankensteincomo una pregunta sobre la concepción de lo humanoque perdura en tiempos que obligan a transformar y repensar ciertas concepciones que en el pasado se tenían al respecto. La idea de lo posthumano, la noción del humanoide y los conflictos sociales y existenciales que suscitan, comparten la misma raíz que ostenta la imaginación, tan preocupada como fascinada por la posibilidad del engendramiento tecnológico, de Mary Shelley. Un montaje teatral de esta novela a la fidelidad de su época implica volver a hacerse la misma pregunta desde estos nuevos contextos de lectura. El uso de nuevos medios para plantearla, sin embargo, obliga no tanto a actualizar una pregunta que sigue vigente como a potenciar sus alcances.
Ficha técnica
ElencoTeatral: Alfredo Espinosa C., Juan José Franco, Jerónimo Garrido, Verónica Toledo
Cinematográfico: Héctor Caro, Ramiro Urbina, Diego Luna, Jesús Cobo, Norman Checa. Antonella Moreno, Maia Lúa Espinosa,Sigrid Rodríguez
Créditos
Caterizarte - Jerónimo Garrido. Concepción, Realización
magmaeatro - Alfredo Espinosa C. Producción y asistencia general
Daniel López Video
Cristian Villacís Escenografia
Paolo Urgilés Arte
José Ruiz Palacios Vestuario
Cecilia Larrea Maquillaje
magmateatro - Sigrid Rodríguez Comunicación y RRPP
Verónica Toledo música y efectos sonoros