LA CUEVA DE LOS TAYOS: Ficciones vs comprobaciones
Juan Manuel Granja
La inquietud por los misterios supuestamente guardados dentro de la célebre Cueva de los Tayos, lanza a un grupo de exploradores a adentrarse y filmar en las entrañas de la cueva de enormes dimensiones ubicada en la Amazonia ecuatoriana. El resultante de preguntas sobre el supuesto carácter artificial de la cueva o la conjetura sobre su aparente conexión con fuerzas esotéricas o seres de otros mundos, es un relato audiovisual que alterna la narración en primera persona, con una acentuada mediación de temblorosas cámaras Go Pro al estilo de aventura todoterreno, y la exposición o dramatización de ciertos contextos históricos y científicos que recalcan el interés de este sitio.
Al inicio del filme se plantea una cuestión relevante a la hora de pensar en la pertinencia de este trabajo: ¿qué es lo que lleva al ser humano a necesitar de narraciones extraordinarias o incluso a querer creer en ellas? Se trata de una pregunta que pocos documentales se han planteado en el país pues entre los hábitos centrales del documentalismo más reciente está una especie de revisionismo histórico-político esbozado en términos de “verdad” (o de la “verdad” del testimonio) y no tanto la necesidad de preguntarse qué nos dice sobre la importancia social del relato y sus prerrogativas narrativas la revisión o las distintas versiones de ciertos temas, acontecimientos y discursos.
Tayos, hay un mundo bajo tus pies, plantea la mencionada pregunta pero no insiste en ella, no la asume en su planteamiento argumental audiovisual más que como un pretexto disparador que permite recorrer la selva ecuatoriana, lucirse con tomas riesgosas o fotografías de las profundidades de la impresionante formación de la cueva y presentar a los personajes que alimentaron (con los relatos de sus pretendidos hallazgos) la leyenda de la Cueva de los Tayos. Si bien el documental capta el interés de la audiencia, sostiene un buen ritmo y mantiene un balance muy logrado entre el recorrido de la cueva y la exposición de las historias de los exploradores anteriores (Juan Moricz, una expedición extranjera y varios visitantes más recientes), termina por privilegiar la contundencia de la comprobación científica y su capacidad de desmentir las historias legendarias a la reflexión sobre la necesidad humana de incluir en su experiencia la idea de lo legendario o directamente ficticio o inclusive delirante. Asunto que el hecho mismo de la existencia de estas historias extraordinarias prueba, historias que además han rodeado a la cueva por años.
En otras palabras, la conclusión de que la Cueva de los Tayos no sea una construcción artificial o el hecho de que los expedicionarios protagonistas no hallen nada más misterioso que el amplificado eco de lo que parecerían unas pisadas nunca confirmadas, resulta menos interesante que la posibilidad de preguntarse cómo es que las narraciones y leyendas alrededor de esta cueva pueden estar en relación con toda una trama global y transnacional de relatos en varios formatos asociados a las teorías de la conspiración, la ufología y la hiperinterpretación.
No importa que la cueva no guarde nada sobrenatural o extraterrestre, lo que importa, y es eso lo que lleva a las personas a explorarla o a filmarla y fotografiarla, es que exista una necesidad narrativa y un público para este tipo de relatos. Una necesidad que hace que proliferen este tipo de historias y lugares misteriosos en innumerables lugares del mundo y que proliferen en la red. No resulta tan sugestivo para un filme el grado de desacierto científico que las narraciones de exploradores como Juan Moricz puedan tener, pues sería más atractivo entender cómo los relatos alrededor de la cueva no obedecen tanto al deseo de inscribirse en la rigurosidad cientificista como en lo que se podría llamar subgéneros narrativos de la investigación y la aventura. Subgéneros que atraviesan lo textual y lo audiovisual y que incluso se alimentan de la tradición oral.
De esta manera, explorar la configuración misma del carácter pseudo-científico de las afirmaciones acerca de las supuestas características sobrehumanas o extrahumanas de la Cueva de los Tayos resulta más relevante –y más interesante– que la comprobación científica de su falsedad. Esto permitiría ir más allá de la propia cueva e intentar una comprensión de por qué este tipo de narraciones son necesarias o se vuelven necesarias para ciertos públicos o en ciertos momentos (la televisión ecuatoriana y también la extranjera, por ejemplo, ha vuelto al tema de la Cueva de los Tayos una y otra vez como antes hizo la prensa). Hay además un protagonismo ausente en este relato y es el del propio Ecuador en tanto país que por mucho tiempo ha estado al servicio –incluso desde ciertos ángulos de su literatura– de una narratividad de lo exótico, ya sea de lo exótico-paradisiaco o de lo exótico-incierto (el nombre mismo del país es ya una invitación a postular dichas categorías). En efecto, la intersección de una naturaleza exuberante, una heterogeneidad de sociedades contemporáneas y culturas que datan del mundo precolombino, así como la posición misma del país como uno de los menos conocidos de Sudamérica, permite entender al país mismo como un marco (estratégico) para el tejido de este tipo de historias. En definitiva, Tayos, hay un mundo bajo tus pies plantea sin desarrollarla plenamente una pregunta muy pertinente sobre las necesidades e incluso los intereses que se cruzan a la hora de configurar relatos que invitan a la comprobación, a la duda o a la reflexión a propósito de su necesidad misma de manifestarse como narraciones de lo oculto.
Ficha técnica
Guión y dirección: Miguel Garzón