El Apuntador

View Original

La génesis de un sueño llamado el estudio/ Una escuela pionera en la formación y creación dramática alternativa en el Paraguay / JAIME FLÓREZ MEZA

Tengo una historia personal con El Estudio, del Centro de Investigación y Divulgación Teatral (CIDT), ya que la misma tiene que ver con lo que fue el embrión de este espacio fundamental para el desarrollo del arte dramático en el Paraguay. Desde su fundación en 1990, el CIDT se planteó la configuración de una escuela de formación actoral. Agustín Núñez venía de una larga y fructífera experiencia artística en Colombia durante los años setenta. En Bogotá, donde había fijado su residencia,  fundó la primera escuela privada de actuación en el país: el Centro de Expresión Teatral (CET), una osadía en esa época para la mentalidad imperante en los trabajadores del teatro, para quienes la formación dramática solo podía desarrollarse en las dos únicas escuelas públicas que funcionaban en la capital colombiana. Agustín no pensaba en absoluto competir con ellas, porque su pedagogía y sus inquietudes artísticas eran muy distintas; de hecho, quería tomar distancia del teatro político que predominaba en los años setenta en Colombia y Latinoamérica, y de una formación teatral basada casi exclusivamente en Brecht. Quería ofrecer algo que hacía falta en las prácticas teatrales en Colombia: por un lado, talleres de creatividad infantil, para que niños y niñas vivenciaran todas las formas de expresión artística; y, por otro, una formación actoral alternativa y práctica basada en maestros como Stanislavski y en latinoamericanos como María Escudero, Augusto Boal y Luis Valdez, entre otros, dirigida a personas de distintas ocupaciones y oficios (estudiantes universitarios, profesionales, docentes, oficinistas, incluso otros artistas) que tuvieran un interés especial por el teatro. Ese fue más o menos el espíritu con el que nació y evolucionó el CET, que en un comienzo provocó escozor en otros grupos y colegas que lo vieron como una amenaza a un teatro político que marcaba la pauta.

En la casa de estilo inglés que Agustín y Francisco Rincón —su socio y cofundador del CET— habían tomado en alquiler en el barrio Palermo de Bogotá, uno de sus salones de clase fue transformado en escenario con el fin de que los estudiantes tuvieran un espacio para desarrollar sus prácticas. Y así surgió una pequeña sala teatral que, en pocos años, se convirtió en un escenario referencial del teatro en Colombia, mientras que la escuela se posicionaba como una de las más importantes y daba pie a que otros actores y directores crearan sus propias escuelas en la capital. 

Si algo caracterizaba al CET era su independencia artística, el no deberse a ninguna ideología, su auto-generación de recursos, la certidumbre de que, por encima de todo, tenía que estar el arte. Esa profunda convicción le permitía experimentar libremente con géneros, estéticas y propuestas; pasar de hacer, por ejemplo, una obra homo-erótica de realismo psicosocial como Más allá del infierno a una de realismo mágico como Pedro Páramo, basada en la imprescindible novela de Juan Rulfo, que fue el estreno mundial de una versión completa de la misma y, de alguna manera, sintetizó toda la experiencia artística y pedagógica de Agustín Núñez. Esa independencia, que siempre ha acompañado a Agustín a lo largo de su cincuentenaria trayectoria, lo impulsó a seguir asumiendo riesgos cuando se estableció nuevamente en el Paraguay, con montajes como Yo El Supremo, basada en la novela de Augusto Roa Bastos (otro estreno mundial), o Amar go (así tal cual), obra no verbal de carácter multidisciplinario, que significaron rupturas artísticas en el ámbito escénico del país. 

No obstante, había un deseo y una necesidad de crear en Asunción un espacio semejante al del CET, que sirviera tanto para el montaje y representación de obras teatrales como para implementar una escuela de formación actoral. Y ello quedó esbozado en los estatutos del CIDT. Un paso adelante en el proyecto de la escuela fue el montaje de la mencionada obra Amar go, que partió de un taller de entrenamiento actoral no convencional, desarrollado en la vieja casa de los padres de Agustín, que había sido restaurada y se encontraba en alquiler o venta. Estaba ubicada en el centro de Asunción, cerca del tradicional bar y restaurante San Roque, en la Avenida Mariscal López y Tacuarí. La experiencia tuvo lugar entre octubre de 1993 y febrero de 1994. 

Pensándolo bien aquella casa pudo haberse convertido en la anhelada escuela y, de alguna u otra manera, fue una prefiguración de lo que podía ser la misma. No fue fortuito, entonces, que en el programa de mano de Amar go (estrenada en junio de 1994) se incluyera en la información acerca del CIDT, justamente entre la descripción de lo que era el centro de documentación teatral y el grupo de trabajo escénico, una frase que sintetizaba el carácter que tenía el proyecto que ya estaba latente: “la escuela de formación actoral, en la cual se trabaja con base en la teoría y la experiencia de los grandes maestros latinoamericanos y mundiales”.[1]En mi opinión, fue con esta experiencia artística que El Estudio se empezó a gestar. Lo cierto es que ya desde inicios de los años noventa el CIDT venía desarrollando talleres y cursos en diferentes espacios de Asunción y el interior del país; como también que la escuela del CIDT contó, desde su creación, con la asesoría intelectual del escritor Augusto Roa Bastos. 

La sede de la escuela se consiguió finalmente en 1998, en la planta alta de una vieja casona de propiedad de la familia Scavone, en la esquina de Palma e Independencia Nacional en el microcentro de Asunción, en cuya planta baja funciona una de las farmacias más tradicionales y conocidas de la ciudad. Al proyecto se unió la bailarina, coreógrafa y profesora de danza, de nacionalidad uruguaya, Dominique von Thuemen, que dirigía la compañía de danza Espacio 3, y la bailarina argentina Marcela Aldávez. El lugar era realmente maravilloso y sus distintos espacios se empezaron a usar como escenarios, de tal manera que el público fuera apreciando el montaje escénico como quien recorre una casa; de hecho, en cada uno de ellos se representaba una obra determinada que hacía parte de un mismo espectáculo. Fue toda una novedad en el quehacer escénico en el país: un teatro en casa, donde los espectadores contemplaban las obras en un espacio real en el que las escenografías eran los propios rincones de la casa en los que variaba, si acaso, el mobiliario. Incluso el baño se llegó a usar como uno de los escenarios y se hicieron espectáculos en los balcones, con el público asistente en la calle. Es por ello que el conjunto de obras que componían un espectáculo, guardaban relación entre sí, eran como fragmentos de una misma historia. De ahí que se optara por trabajar con una dramaturgia propia, concebida especialmente para el lugar.   

En mi caso, puedo hablar más de mi propia participación como actor y de lo que pude presenciar en los primeros tiempos como espectador. Por ejemplo, el espectáculo con el que se inauguró la sede, en junio de 1998, indagaba la complejidad e ironía de ciertas relaciones amorosas a través de cuatro obras breves. Se llamaba Sobre amores difíciles y se iniciaba en una de las habitaciones del fondo, en la cual la bailarina Marcela Aldávez y yo estábamos sentados en una banca de parque, en un balcón con vista a la calle Palma y la Plaza O’Leary; hacíamos un sketch sin palabras, “Con el calor de mi corazón”, concebido por Marcela como una sucesión de estampas de antaño de una romántica pareja, bajo una melodía de Frank Sinatra. 

Obra: Sobre amores difíciles,Jaime Flórez Meza y Marcela Aldávez. Foto Agustín Núñez

Seguidamente, en una habitación contigua, Alicia Guerra y Gustavo Ilutovich representaban “El pacto”, la única pieza que tenía diálogos, creada y dirigida por Agustín, en la cual el público se ubicaba alrededor de una larga mesa iluminada solamente por velas, asistiendo a una extraña cena en la que una mujer se enfrentaba al espectro de su esposo. El montaje continuaba en otra amplia habitación cuya única decoración era un amplio círculo de flores naturales en el que se ubicaban los espectadores; esta vez la obra transcurría alrededor de ellos, como si fuesen ellos mismos los actores, y se trataba de un performance ideado por Dominique von Thuemen: “Tú y yo”, en el que ella y otro bailarín, Vladimir Vidal, eran una pareja que tenía sus encuentros y desencuentros de una manera jocosa, con la complicidad de unos espectadores que se integraban a la situación como transeúntes que seguían las acciones de la simpática pareja. El espectáculo se cerraba en el patio con un “clip teatral” inspirado en la canción de Joan Manuel Serrat “Mírame y no me toques”, dirigido por Dominique y actuado por Marcela Aldávez y yo.

Era éste, pues, el tipo de montajes que se realizaban, en un comienzo solamente los sábados a partir de las 10 de la noche. Más que puestas en escena eran experiencias escénicas y visuales compartidas con el público. 

Un cronista narraba así sus impresiones: 

Entre las paredes de una antigua casona colonial, en pleno microcentro de Asunción, Agustín Núñez y Dominique von Thuemen crearon El Estudio. Un nuevo espacio para el teatro alternativo. Una noche de sábado diferente, asistiendo a varias obras de teatro a la luz de las velas, prácticamente entremezclado entre los actores. El Estudio (...) invita al desafío. (...) Después de los aplausos, los dueños de casa invitan a una copa y la tertulia comienza. Nadie se da cuenta de que el show ha terminado. O quizás, en realidad, acaba de comenzar…[2]   

Vinieron después otros montajes, aún más incisivos, si se quiere, como Al filo de lo ambiguo y De ángeles y demonios, con participación de otros actores y directores como Tana Schémbori, Carlos Piñánez, Héctor Micó, Mario Santander y Anuncio Galeano, entre otros. El Estudio abrió sus puertas a distintos artistas de la escena preocupados por experimentar con otros lenguajes y ofrecer al público propuestas independientes y alternativas. 

Dominique von Thuemen dejó El Estudio en el año 2000 y tiempo después regresó al Uruguay. Agustín Núñez asumió, entonces, el desafío de mantenerlo vivo y activo contra viento y marea, como lo ha hecho con creces durante estos últimos veinte años. En esa reapertura contó con el apoyo pedagógico del músico, docente y actor Gabriel Lema. 

Desde un principio los talleres se hacían paralelamente. El mismo cronista comentaba que se estaban realizando talleres de conciencia corporal, danza contemporánea y clásica, y que pronto habría otros de teatro y fotografía.[3] Así continuó El Estudio sus labores de formación en artes escénicas y visuales. La veta que se abriría de ese modo, fue similar a la que Agustín abrió en Colombia, toda vez que en Asunción, a fines de los años noventa, la Escuela Municipal de Arte Dramático Roque Centurión Miranda (EMAD) —de la cual el propio Agustín fue su director a su regreso de Colombia, y de la que era docente— se mantenía prácticamente como la única opción para las personas interesadas en formarse como actores. Sin embargo, algunos propósitos pedagógicos no habían podido concretarse: cuando en 1990 Núñez fue nombrado director de la EMAD, empezó a coordinar una reforma de su plan de estudios que comprendía cinco años y una novedosa especialización en televisión y cine.[4] No se pudo realizar y, aunque sí se reformó el plan de estudios, la duración del programa se estableció en tres años. 

Una vez se pudieron implementar, en la primera mitad de los años 2000, las carreras de Actuación y Dirección Teatral en El Estudio —que cuentan con aprobación del Ministerio de Educación del Paraguay—, Agustín pudo desarrollar con su equipo de trabajo y estudiantes un sinfín de proyectos escénicos, no solo para las tablas sino también para la televisión, el cine e, incluso, internet, entre ellos la mini serie televisiva La herencia de Caín (2010), el largometraje Santificar lo profano (2017) o la web-serie de siete episodios El mirador(2015), la primera en formato web en el país. A ésta le siguieron La riberaEl sótano y La casona

Hasta el momento es la primera escuela del país que tiene separadas las carreras de Actuación para teatro de las de Audiovisual (Actuación para cine y televisión), lo mismo que Dirección Teatral y Actuación profesional para adultos mayores. Hoy, es un importante referente en la formación de actores y directores en el Cono Sur; y sus egresados han marcado una alta calidad profesional en el país y otras latitudes. Grandes maestros extranjeros de la talla de María Horne, Daniel Luppo, Guadalupe Docampo, Loren Acuña, Nicolás Carter, Matiheu Roy y Cacho Palma, entre otros, dejaron su importante huella en El Estudio.  

No se equivocó Dominque von Thuemen en 1998 cuando afirmó en relación con El Estudio que “la idea es convertirlo en un espacio de referencia, en todo un movimiento para diversas actividades y expresiones artísticas”.[5] Se cumplió cabalmente. “Queremos que ustedes se sientan como en casa. Un espacio íntimo, donde todos seamos parte del espectáculo”,[6] decía Agustín en el mismo período. Y ha sido así, inclusive en estos difíciles momentos en los que la pandemia del covid-19 ha golpeado la vida de todas las personas. Por ello, desde abril reanudó sus labores con clases virtuales y, a partir del 13 de junio, retomó en pequeños grupos las presenciales. Porque el espectáculo no puede morir y todos necesitamos seguir siendo parte de él.   

NOTAS

[1] Amar go, programa de mano, Centro de Investigación y Divulgación Teatral, Asunción, 1994, p. 3. 

[2] Andrés Colmán Gutiérrez, “El Estudio. Teatro a la luz de las velas”, revista Vida, Asunción, 1998, p. 23-25. 

[3] Ibíd., p. 24. 

[4] Víctor Bogado, “La pedagogía teatral en Paraguay: pasado y presente”, Latin American Theatre Review, Fall, 1993, p. 61.  

[5] En Andrés Colmán Gutiérrez, op. cit., p. 24. 

[6] Ibíd., p. 24.