El Apuntador

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La verdad descarnada en una “UNA CITA CON LA VERDAD” /  Adriana Oña Toledo

Es una función privada, las cámaras van a filmar la obra, una tragicomedia. Las luces del público ya están apagadas y la actriz de este teatro de cabaret político unipersonal, Noemí Laines, lleva su menudo cuerpo, de un lado a otro del escenario, ultimando detalles.

Un silencio, una pausa de oscuridad y empieza la historia.

En un país, que puede ser el nuestro, el gran negocio de la televisión, convertido en personaje, escudriña codicioso, con encantador cinismo, los temas que más rating pueden lograr y, de pronto, tiene una gran inspiración: un reality que vaya, progresivamente, desnudando la vida privada de algún  mediano ídolo popular, que vaya, pregunta a pregunta, palpando los pliegues de su privacidad, de su intimidad, metiendo los dedos en sus llagas, iluminando sus moretones, poniendo una lupa sobre sus vergüenzas, de manera progresiva, hasta transgredir todos los límites. Cada confesión, cada secreto, cada culpa, tendrá, ¡por supuesto!, un precio, un jugoso premio, en este generosísimo espectáculo para las masas. La tensión, el morbo, irán en ascenso.

El programa se estrena con la presencia de Lola (Noemí Laines), una chispeante “diosa de la tecnocumbia”, a quien, a lo largo del programa, la escarcha de su maquillaje se le irá desvaneciendo, ante la mirada escrutadora y silenciosa de su hombre, que la ha acompañado hasta el set. Una a una, las preguntas mordaces, descorren velos y descubren verdades, que van desmontando el frágil tinglado en el que se ha erigido el personaje fabricado; pequeños y grandes secretos salen volando, como oscuras aves asustadas. Finalmente, la certera pregunta da en el blanco, los ojos de Lola se clavan aterrorizados en los de él. Se ha firmado su sentencia… Lo que le sucederá queda suspendido, como el delgado hilo del que penden las indefensas vidas de millones de mujeres en el planeta.

La sensitiva observación de Noemí se fijó en un programa que vio en la televisión peruana, “El valor de la verdad”, un reality que, como tantos otros, usuales en la TV actual, demuestran incesantemente que, ante el valor del Poderoso Caballero, Don Dinero, todos los valores y pudores se doblegan e, incluso la vida, objeto de uso, deja de tener importancia en esta contienda: valor vs. precio. La televisión, el circo romano de hoy, enfrenta despiadadamente a estos pequeños gladiadores humanos, ataviados con sus miserias, con el monstruo de la avidez. Esta puesta en escena es el resultado de una investigación sobre casos de feminicidios de mujeres del espectáculo, suscitados el Latinoamérica, en la última década.

El texto se ha ido elaborando conjuntamente entre la actriz y el director de la puesta, Carlos Quito. Tanto la estructura dramática como el argumento y el texto, son admirablemente equilibrados y funcionales, lo cual facilita un ritmo bastante fluido. Los lenguajes de la actuación, la danza y la música se entrelazan. 

Tengo, en todo momento, una sensación, la de un trabajo hecho con una enorme honestidad, siento ese riesgo a que la actriz se somete. Es un ritual de entrega, de una actitud mística de sacrificio,  que se trasmite e inspira respeto. Hay un sentido de verdad y también una esencia de identidad. Hasta el tipo físico de la actriz aporta al sentido de verdad de la obra, aunque, obviamente, no tendría que ser una exigencia.

La concepción formal de los elementos insinúa claramente una estética del bizarro, un kitsch, un Grotesco Criollo, un Ridículo Contemporáneo, que podría desarrollarse más, llegar mucho más lejos y le iría muy bien al argumento.

Resultan interesantes los elementos escénicos, que mezclan algo de títeres y algo de teatro de objetos. La televisión, como personaje – objeto, encuentra en este tratamiento, la oportunidad de revelar, a la vez, su frialdad y sus estrategias de seducción hipnótica. Sin embargo, estos elementos aún permanecen como propuestas, esperando a alcanzar niveles mayores de perfección y precisión..

Si bien el elemento de la danza contemporánea enriquece la polisemia del trabajo, se  desconecta de la línea estilística de la obra, percibiéndose cierta ruptura en la puesta. Me pregunto si caben los códigos de la danza contemporánea en una obra y un personaje como estos, a los que bien podría calzarles más, un baile, precisamente, al estilo tecno - cumbia, enriquecido en calidades para el lenguaje escénico, o si falta, en este y en los demás lenguajes coexistentes en escena, atreverse más con el ridículo contemporáneo, para el cual, el tema ofrece en bandeja,  tanto potencial.

Es alentador ver cómo una sensibilidad social sincera y vital, puede adquirir nuevas y sugestivas posibilidades en las artes escénicas, sin caer en el vicio de lo excesivamente directo, de lo panfletario y, por el contrario, manteniendo una conmovedora riqueza poética.

Es importante ver esta obra, que apela a nuestro sentido de pertenencia. 

Ficha técnica:

"Una cita con la verdad,  Teatro Cabaret Político 

Dirección y co-dramaturgia: Carlos Quito

Co-dramaturgia, producción, interpretación: 

Noemi Laines Ukumbi @noemilainesukumbi

Técnica: Alejandra Palomino Cadena @palomita.buena_onda

Fotografía, video, voces canciones y letras : Cinthya Guaña Córdova

Diseño de vestuario y construcción: Sara Constante

Coreógrafo: Marco Figueroa