El Apuntador

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Los rastros de Cristina Carrillo / Santiago Rivadeneira Aguirre

Privilegiar la memoria. Establecer ‘red de indicios’, en ocasiones imperceptibles. Para que las emociones ‘orienten el movimiento’. Rastros, el mapa de un oficio, de la actriz, dramaturga y directora de teatro Cristina Castrillo, es el recorrido por la creación, tan minucioso como frágil, pero que se orienta en la perspectiva de un pensamiento que responde al territorio del tiempo, de la experiencia viva. “Este fue uno de los umbrales que me esperaban”, me escribe en la dedicatoria.

A la experiencia de los acaecimientos no como una simple sucesión cronológica, más bien como el ‘claroscuro que nos habita’, en el que germina (una y otra vez) ‘el hechizo de un descubrimiento, de un regreso, de la enésima aliteración que pide nuevamente el permiso de adquirir forma para hacernos saber que la huella de una vivencia importante tiene una longevidad par al valor que le hemos concedido’. (33)

La ‘insistente’ Cristina Castrillo preserva cuatro décadas en el teatro. Su recorrido comienza en los años 70, en Argentina, su patria de origen, siendo parte del grupo Libre Teatro Libre. En 1980 funda en Suiza el Teatro de las Raíces. Y entre ambos hechos, hay muchos momentos de irrupción y de interrupción. De acción y de palabra. De lo inédito y de lo impredecible. Y lo que acaece (la trama de relaciones y referencias), le conmina a crear más de 30 espectáculos con los cuales inaugura esos procesos de acción, es decir, los desafíos al tiempo para inventar el gran recurso de la inmortalidad. Nacer (siempre) en compañía de lo eterno y lo verdadero. 

El libro tiene sus propias sonoridades, ecos y estruendos que también se formaron con el silencio. Cristina ha estado atenta a la escucha, atenta ‘al hálito del viento’, como decía Rilke, para construir un acuerdo genuino: querer contar ‘de esa topografía que nosotros hemos llamado teatro y que tal vez no es más que una pequeña provincia personal en la cual rescatar esos dos o tres sobresaltos del alma con los que hemos aprendido a dar forma y sentido a nuestra historia’ -dice Cristina en el epígrafe tomado de la obra Umbral con el que abre el libro.

Rastros: el mapa de un oficio,es además una forma maravillosa y casi única de estar y de ser. Dividido en 6 capítulos: El punto en el mapa; La cruz sobre el mapa; El pie sobre el mapa; Desplegar el mapa; Desgarrar el mapa; y Rehacer el mapa. Se cierra con datos históricos sobre Argentina; breves datos del Libre Teatro Libre; espectáculos del Teatro Delle Radici y un planisferio Fuller.

La acción solo es política si está acompañada de la palabra, subraya Hannah Arendt. Y Cristina Castrillo, insiste: “Si hay algo que el teatro me ha enseñado, y no me refiero a la capacidad o no de lograr hacerlo, es que los rasgos que nos unen a un hecho creativo, están indisolublemente fundidos a la implacable búsqueda de saber quién se es y cuánto nuestras raíces personales y colectivas han determinado este yo que difícilmente logramos definir’. (116)

Hay que destacar de este libro, la edición -y presentación- muy cuidada y generosa, a cargo de Verónica Falconí, edición que es parte del proyecto editorial del grupo ecuatoriano Contraelviento, que se ‘terminó de armar en la luna llena de agosto cuando los volcanes susurran el verano en los andes. El cuerpo fue levantado en los nobles caracteres de Garamond, los títulos en futura MD.’ Y, además, contiene un análisis amplio de Julia Varley, que es, junto con Cristina, parte del colectivo The Magdalena Proyect.