El Apuntador

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M.E.D.E.A.S- Genoveva Mora Toral

Sobra decir que Medea es el mito siempre controversial que da vida a la mujer irreverente, a la hechicera seductora y seducida, no solamente por un hombre sino principalmente por su condición de mujer, capaz de contravenir todas las reglas y de escribir su vida con trazos inaceptables, principalmente porque rompe con un esquema de poder imperantemente masculino.

De otro lado, y hablando de esta versión escénica, conocemos que no existe transposición inocente, que el hipertexto toma del original lo que necesita, y en este particular caso creo que va un paso más allá porque, diría que Medea, la tragedia griega de Eurípides, es un potente pretexto para reconstruir a este personaje inmenso que tienen la virtud de permanecer y transformarse a la vez en el tiempo y en el espacio que lo sitúen.

Un texto no oculta a otro, lo devela, se da lo que en literatura llamamos parodia, pastiche, “que se condensa en este adjetivo inédito que inventó hace tiempo Philippe Lejeune: lectura palimpsestuosa” (La escritura del Mito de Medea en la dramaturgia argentina de finales del siglo XX por Silvana Leiba).

Medea es la posibilidad de sobre-escribir y es asimismo un despliegue voluntarioso, teatralmente hablando, porque si de transgredir se trata, empieza negándose a re-construir la trama, quizá como la posibilidad de expandir lo dramático, de no encasillarlo en una historia, porque son demasiadas las voces/historias que aquí se juntan para hablar de sus tragedias que son una y mil veces distintas.

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La propuesta de Gabriela Ponce y María Dolores Ortiz expande la frontera del teatro entendido de manera convencional, hay una evidente voluntad performática, empezando porque las actrices no representan un personaje, son. Y, son al mismo tiempo cuerpos con caligrafías propias que, en contacto sus pares escriben un discurso sostenido en imágenes poderosas; de hecho, al inicio del espectáculo, porque sea dicho al paso, está construido como tal; la atención del espectador se detiene y ausculta a esas mujeres que ocupan dos lugares geométricos iluminaos, donde ellas sobresalen por encima de esas construcciones que imaginamos como casas/estamentos que en buena medida protegen/encierran/ocultan.

Cuerpos y voces, testimonios, referencias, ritos, son los ingredientes que construyen este múltiple y abarcador discurso, que evoca anti-heroínas mediante un lenguaje corporal que obra como metáfora y al mismo tiempo se constituye materia cargada de significación. Cuerpos que exploran y abordan principalmente el tema de la maternidad, “Medea se vacía” y en ese vaciarse, desnudan también su intimidad de pensamiento, se atreve a verbalizar ideas inaceptables porque desdibujan la construcción social de lo que debe ser una madre, o mujer “soy una mujer que ya no es una mujer, una mujer azul que sufre, vuela…”, y, si sus voces no se elevan aparece la palabra escrita, la que deja huella.

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Todo este devenir de gesto, palabras, acciones, toma forma en el espacio y en una coreografía consistentemente pensadas -inusual en la performance estrictamente hablando-, es el lugar que las sostiene, del que por momentos escapa alguna Medea para ampliar la voz; para también reírse de sí mismas, de nosotras las mujeres que caemos en la tentación del culebrón ¡en nombre del amor!, respiro necesario en una obra donde no existe el diálogo, solamente textos cortos que van desplegándose con intensa lentitud hasta conmovernos intensamente, porque ocurre que ese espacio donde la luz (Diseño de Daniel Mena) diseñada como un actante, cuya efectividad no solamente da sentido a la estructura narrativa, sino que construye atmósfera y se encarga de encender también nuestra mirada hacia el lugar y momento preciso; es decir, hacia la concepción escenográfica (María José Terán) que tiene, como todo en este trabajo, una simbología abrumadora, esas ‘repisas’ donde descansan objetos, mujeres y más objetos, son categóricas para evocar este segmento del mundo femenino.

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Seis actrices (Cristina Marchán, Caymo Pizarro, Clara Francisca Polo, Valentina DeHowitt, Emilia Contreras, Denisse Neira) copan el espacio, ataviadas con vestuarios muy particulares (diseño de María José Terán), que en su transparencia y liviandad evocan, de una parte, el coro euripidiano, es decir, no solamente participan del conflicto dramático, sino que tiene gran relevancia poética y se erigen también como personaje colectivo; nos remiten a nuestro imaginario de lo ‘griego’; pero también revela carencia y desamparo, y simultáneamente rebeldía y erotismo que, innegablemente emergen de esos cuerpos que sustituyen la ausencia del diálogo y lo hacen mediante un rotundo lenguaje corporal.

 Medeas es organicidad urdida en esta puesta en escena donde confluyen todos los elementos señalados, a los que se suma la sonoridad y música diseñada por Pablo Molina el apoyo coreográfico de Marcela Correa, Marglene Phillips, Lizbeth Cubides, Nai Ramírez y Mary Trini Acuña. 

Colectivo Mitómana, Fundación Teatro Sucre y del Departamento de Artes Escénicas de la USFQ , han hecho posible este trabajo producido por Katherina Paredes, Pablo Molina y Anahí Mora, estrenado en el Teatro Sucre el 15 y 16 de octubre de 2022.