Ofelia, el ser y la locura / Santiago Rivadeneira Aguirre
Ofelia, la joven noble danesa, es uno de los personajes más sobresalientes que Shakespeare entregó al teatro. Aparece por primera vez en escena en el acto I, escena 3 de la obra Hamlet. Y su gran contradicción está entre la obediencia y la sumisión afectiva cuando su hermano Laertes y su padre Polonio, le exigen ‘que no haga caso al amor de Hamlet, pues no se trata de un amor verdadero, sino fugaz y efímero, un amor caprichoso del príncipe’. En la escena 24 del acto IV, la reina Gertrudis anuncia que Ofelia ‘incapaz de sobrellevar su propia angustia’ subió a un árbol de sauce, la rama se rompió y cayó en el arroyo y allí se ahogó’. De aquí, de estos sucesos, parte la obra Ofelia un canto de amor que se presentó dentro del programa Telón 2020 de la Casa de la Cultura.
¿Qué es lo que verdaderamente le precede a Ofelia? ¿O tal vez la ‘bella’ Ofelia, (así le llamaba Hamlet) -como personaje de ficción- precede a los espectadores y termina ganando la partida cuando deja de ser presencia y se vuelve resonancia? Ella solo tiene curso (ellas es, en definitiva) en la fábula, es decir, en el plano o en el espacio de la soledad, ‘apartada de los dioses o de dios’. Ahí está su indiscutible finitud (la del ser en permanente trasposición) desde la cual decide entrar a la locura y no a cualquier locura sino a la locura del amor. Es su destino, el destino del ser que olvida sin salir de su propia condición.
Ofelia entra a la locura con su cuerpo, como alguien que ‘entra en la noche de esa claridad que es la locura’. (Roger Munier 1980) Ahí está el juego de las visiones como una tentativa fenomenológica. En el marco de esa apariencia, ella es, para tratar de permanecer. Es una ‘locura transitiva’, que busca un complemento directo para expresarse. Y ese complemento pueden ser ‘las fotografías de los hombres que amé y me usaron’. Ofelia se instala en el anacronismo. Entonces preguntó antes (o se pregunta): ¿se acuerdan de mí? ¿Tú, me conoces? Y solo hay una respuesta válida, como la de Ángelus Silesius: “La rosa es sin porqué y florece porque florece, no tiene preocupación por sí misma, no desea ser vista”. El tema de Ofelia, es una pregunta. La respuesta que ella buscó, también se vuelve otra pregunta.
¿Dónde está la contundencia del personaje Ofelia? Viviana Muñoz, la intérprete/creadora y Mhares el director, se apropiaron de los textos de Shakespeare, Heiner Müller, Mhares y poemas de José Luis Garcés Maldonado, para construir ese juego del aparecer (y de roles) que permite el olvido. Ofelia ‘regresa de la muerte’ para representar lo aparecido. El aparecer hace surgir y lo que surge solo sirve para ocultar porque ya no hay miradas ni presencias a quienes poder reclamar.
¿Quién soy? -pregunta Ofelia. -Ayer, por fin, dejé de suicidarme. El cuerpo de Ofelia es como un desprendimiento. ‘Mi efímero cuerpo’ -clama. En ese vértigo, de movimientos convulsos, sacudidos, de alargamientos y contracciones, el de Ofelia es un cuerpo inaparente, inverso. Y esa inapariencia ‘no es un regreso de la muerte’ sino aquello que aparece en una dimensión distinta, donde están lo oculto y el poder mismo de la aparición. Cuál es la anterioridad de Ofelia, su ‘antes’ existencial: la apariencia de estar viva. Y la muerte -que no el regreso- es ahora, en el presente corporeizado o presentificado, la evidencia de su aparecer que se despliega en un ámbito de disipación y de pérdida.
Ofelia también duda, aunque esa duda está más cerca o próxima a la metafísica, en la medida que esa metafísica está siempre más cerca del ser, es decir, del olvido. ‘Solo olvido lo que sé del aparecer’. “Duda que ardan las estrellas, duda que se mueva el sol, duda que haya verdad, mas no dudes de mi amor”. Hamlet a Ofelia (Acto 2, Escena 2), en el texto original. Y Ofelia le responde, en la versión de Mhares: ‘El amor inconcluso, a medias. ¿Quién tiene la verdad del amor?’ Y, por último: ‘Casi te quiero, casi me quieres’. Y esa ambigüedad hace su esencial contingencia: ‘también el amor se constituye en el olvido’. ‘Mientras siga prisionera en este mismo cuerpo, siempre seré tuya’ -concluye Ofelia.
Ofelia, un canto de amor, la obra de Viviana Muñoz, actriz de próspero recorrido, y de Mhares, un director que es capaz de conciliar los lenguajes diversos con solvencia (el teatro y la danza en este caso) se vuelve un acontecimiento inusitado y excepcional. Porque asistimos a la presentación del espectáculo bajo circunstancias nuevas. Negando nuestra presencia en el espacio físico del teatro y admitiendo los recursos tecnológicos con los riesgos que eso representaba. Un encuentro que se produjo, de alguna manera, bajo la pérdida de lo real como experiencia. O, para decirlo de otra manera: “la idea del lenguaje como virus”, tomada por Laurie Anderson de William Burroughs -según reseña José A. Sánchez (Dramaturgias de la imagen 1992) que “coincide con el diagnóstico de una progresiva invasión del lenguaje natural por el tecnológico”. Que de ninguna manera estuvo en la propuesta original de Ofelia, y sin embargo, lo que ocurrió durante la ‘transmisión en vivo’ a través de una de las plataformas virtuales, produjo la inesperada ‘disociación entre el origen físico del movimiento y su resultado’ que -lo reitera Sánchez- obstruye ‘la posibilidad de operar a distancia, de manipular la realidad a distancia, (que) hace perder la conciencia de la manipulación, de la efectividad, y, por tanto, debilita la responsabilidad’. (Sánchez, 1992)
Y no hubo manera de hacer una abstracción para que la concentración fuera distinta, entender la extraña bidimensionalidad/tridimensionalidad de la imagen, que en ocasiones se perdía o se difuminaba porque ‘el medio tecnológico nunca dejó de provocar problemas’ de sonido, de iluminación, de seguimiento. Los organizadores, sabiamente, optaron por repetir la obra grabada en video, con un mejor manejo de cámaras y edición, a través de otra plataforma. Evidentemente, lo de la pandemia nos cogió desprevenidos a todos y sin tiempo para reformular procedimientos. Primó el afán loable y justo de crear las condiciones para que ‘la función continúe’. La función-transmisión de Ofelia se hizo en vivo y directo desde la Casa de la Cultura Ecuatoriana, dentro del Programa de circulación de obras artísticas Telón 2020 el 12 y el 19 de junio a las 19h30.
Sin tiempo para asimilar la ‘realidad’, sin un tránsito para estudiar y entender lo fundamental: que la creación escénica deberá acomodarse a las nuevas condiciones mientras dure la actual contingencia. Y eso tal vez signifique concebir otros lenguajes que sean una hibridación entre lo plástico, lo performatico, lo tecnológico y lo mediático. (El arte y el teatro lo han hecho muchas veces) Otro, distinto, diseño de iluminación, por ejemplo. Descubrir la manera de afectar al espectador en su ausencia física cuyo sentido de la percepción también se ha visto disminuido.
Y que todo esto, con seguridad, será circunstancial y perentorio, hasta restituir la experiencia estética y vital entre el cuerpo del espectáculo y el cuerpo del espectador.
Créditos
Mhares Producciones “Compañía Artística”
Espectáculo de Mhares con textos de Shakespeare, Heiner Müller, Mhares y poemas de José Luis Garcés Maldonado.
Producción General: Carlos Páez Santi
Producción Ejecutiva y de Campo: Andrea Aguirre, Andrés Viera, Gabriel Caicedo
Intérprete Creadora: Viviana Muñoz
Vestuario: Laura Villagómez
Posproducción Musical: Luz Marín
Fotografía: Alterego Estudio Creativo
Equipo técnico: Jonathan Moreno, Hugo Cabezas, Maricruz Pacheco, Carlos Guamán, Pablo Llanganate, Marcelino Ayala, Ramiro Benavides
Logística y RRPP: Ramiro Caiza, Viviana Álvarez, Bolívar Anchaluiza, Mauricio Argüello, Rina Farinango, Jorge Salazar, Celia Maria Salgado, Mónica López
Diseño gráfico: Carlos Reyes, Priscila Díaz y Rafaela Proaño Comunicación y Streaming: Patricia Robalino, Omar Sarango, José Muñoz, Jonathan Sarsoza.