El Apuntador

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PENSAR LAS FORMAS DE LA REPÚBLICA Santiago Ribadeneira Aguirre

¿Se puede pensar la República? ¿Se puede pensar la República como si fuera un ente: político, un sujeto, una entidad, una entelequia, una cosa o un objeto? La obra de Arístides Vargas, La República análoga, lo hace a su manera, con los instrumentos de la ficción que están previstos en el juego teatral, incluidos la palabra, el humor y la ironía. El teatro, entonces, es otra forma de pensar la realidad y bajo estas dimensiones (las de la ficción y la teatralidad), el acto de ‘pensar o imaginar’ la República es un modo de entender el lugar de la constitución de lo público y la noción de poder, frente a la capacidad de actuar de los ciudadanos o de iniciar algo diferente.

 El personaje del señor Torres (Gerson Guerra) que está junto a una mesa amplia bordeada de sillas, se mira a sí mismo como un predestinado. Manipula objetos y contesta algunas preguntas de su enfebrecida  madre (Cristina Merchán) que le habla de la ‘acción libre’, que corresponde a un sentido de la coherencia más rutinario y práctico. Torres acaba de hacer una convocatoria desde un puesto de internet, para juntar a quienes se interesen por la conformación de una nueva república. ‘La república es la construcción natural de la felicidad’, se dice a sí mismo, revestido de ingenuidad.  Los constituyentes llegan al lugar llevados por aspiraciones particulares, no necesariamente coincidentes: Beatriz, (Manuela Romoleroux) oficiante de cronista y poeta sin muchas aspiraciones y un sastre (Diego Andrés Paredes) sin ‘voz ni voto’. Carpio (Joselino Suntaxi) un médico de medio pelo y también de mediada estatura que se mutila uno de los dedos; Chester (Javier Arcentales), un señorito acomplejado que busca su paraguas y la doctora Morales (Daysi Sánchez) ciceante y controvertida que espolea a su pupilo Renzo (Vinicio Romero) un matón de barrio que para darse aires de grandeza amenaza a la concurrencia con desatar una matanza.  

La república análoga. Daysi Sánchez, Javier Arcentales, Joselino Suntaxi, Gerson Guerra y Vinicio Romero.

Torres, el personaje que organiza el espacio de la representación para el futuro ‘emprendimiento en común’, entiende que lo significativo es desnudar la impotencia, la incapacidad y la ineptitud de quienes concibieron anteriormente la idea de una república, sin el principal recurso de la durabilidad de un lazo (humano, cívico, político y social) que una a las personas con las instituciones políticas para alentar una gestión prolongada. Torres manipula una brújula pequeña a fin de determinar el punto exacto de su proyecto y esbozar las estrategias más convenientes. Al lado suyo está su madre que le llama ‘bebé’ y le sirve una taza de té. Ella es el eje que obliga a la concurrencia a  diferenciar si la acción violenta (la constitución de la república) puede ser pensada como tal o diferida para otro momento histórico, cuando las condiciones estén dadas y sean favorables sobre todo para las mujeres que conocen de cerca el valor de las cosas y las variaciones de precios. Cita a Marx  o Séneca y otros pensadores, pero sobre todo resalta el valor ontológico de sus mujeres que, además, les preparaban la comida para que ellos cumplieran con el ejercicio inmoral de pensar.  

La república análoga. Cristina Marchán, Gerson Guerra

La república análoga tiene algunas fuentes reales de ‘inspiración’: el acto racional de fundación de la república como un acto de violencia; la visión histórica de una perspectiva sin historia y las fragilidades conceptuales/ideológicas, propias de ese momento en el que la irracionalidad debía entenderse como la puerta de acceso a la libertad. Mezclar estos principios es un gesto impúdico, porque después de doscientos años (la obra se estrenó en el 2010, año del Bicentenario) había que volver a pensar la racionalidad como un acto (necesario) de violencia.

La república análoga. Manuela Romoleroux, Diego Andrés Paredes

La obra fue retomada por varios de los integrantes del grupo Malayerba, que esta vez se reconstituyó para colocarse otra vez en el terreno escabroso de lo fenomenológico de aquella tardía acción fundadora e inconclusa, perdida en el tiempo, sin vocación de permanencia, sin materialización de dominio. Ahora es la incoherencia grupal de los emplazados por el señor Torres la que impide la concreción de acuerdos. La acción constituyente nunca concluye, desdibujada por las señales ‘impolíticas’ que están empujadas por la mundanidad que se expresa cada vez por la aparición y desaparición de un personaje fundamental: la niña que baila (Javiera Guerra) amparada por su poder de autorrevelación y de revelación de quiénes son los fundadores de una forma de utopía resbaladiza, incapaz de estructurar algún lazo político.

La república análoga. Cristina Marchán, Daysi Sánchez, Manuela Romoleroux, Diego Andrés Paredes, Javier Arcentales, Joselino Suntaxi, Gerson Guerra y Vinicio Romero.

Estremece, por ejemplo, ese ‘grito libertario’, sin sonido aparente de la doctora Morales, que busca sellar el nacimiento de la república análoga. Sonido penetrante, distante (como el de madre Coraje) que, así entendido, puede ser al mismo tiempo la racionalidad y la violencia refundadora, sin brújula, perdida, que se habían propuesto los próceres insignes y elevados, en un comienzo, para contar los acaecimientos de la realidad. Algo de realidad. De establecer un espacio para la ‘balanza de la justicia’. La Res pública ya sin órganos, sucumbe. Ese es el juego siniestro y la intención del texto: colocar el carácter instrumental de la violencia en el ámbito de la impredecibilidad, de lo francamente irreversible que otra vez nos coloca en ‘el terreno fenomenológico de la acción’ (H. Arendt).

La república análoga. Jabiera Guerra, Gerson Guerra

 Desde el juego sustancial de la ironía y el desparpajo, La república análoga, vuelve –como hace catorce años– sobre el anuncio anticipado de la mutación del lugar de la violencia, que se ha convertido en un medio para consumar el camino del horror. El carácter revelador de la obra está, justamente, en la palabra convertida en resonancia y la resonancia es el juego escénico como la lógica fundadora de la ironía, que tiene más las características del gesto que del discurso.

La república análoga. Joselino Suntaxi, Vinicio Romero.

“Siempre pensé –señalaba Arístides Vargas en una entrevista– que la necesidad de sostener un universo utópico no pasa por creer que hay un espacio donde la felicidad pende de los árboles, territorio imposible que alimenta los deseos de una comunidad impelida a crear una mitología, que de alguna manera le salve; no, no creo que sea así, creo más bien en la acción de inventar algo profundamente social e imposible, y cuando digo acción me refiero a que, el ejercicio imaginario, se sitúa antes del resultado, antes de conformarse como un territorio definitivo que puede ser perfectamente desastroso. "La república análoga -dice- es la valoración de ese momento previo, derecho al ensayo y la equivocación…".  

(Tomado de: https://www.cultura.gob.ar/agenda/la-republica-analoga/)

La república análoga. Jabiera Guerra

La analogía es la forma o la manera en la que el ser humano (el ser político) puede comprender la realidad y llegar a la verdad, interesado en el mundo. Corolario y derivación que se acoge al principio de actualización del sentido, encuadrado en los vínculos de semejanza que surgen del juego y del humor que plantea la obra, para descifrar los entretelones, los escondrijos de una república, una nación y un país ¿inexistentes? La república análoga es un espectáculo sobresaliente con altos niveles de actuación y la necesaria meditación sobre los entresijos del poder (malamente) constituido.

FICHA TÉCNICA

Obra: La república análoga

Dramaturgia y dirección: Arístides Vargas.

Dirección actoral: Charo Francés.

Escenografía y vestuario: José Rosales.

Elenco: Cristina Marchán, Daysi Sánchez, Manuela Romoleroux, Jabiera Guerra, Diego Andrés Paredes, Javier Arcentales, Joselino Suntaxi, Gerson Guerra y Vinicio Romero.

Lugar: Teatro Malayerba / Temporada marzo 2024