Encuentro con el aparecer /Santiago Ribadeneira Aguirre
Es la hora en que la tarde comienza a asentarse suavemente. Mary acaba de aparecer en medio de la blancura interminable de un jardín iluminado, al lado de un árbol-objeto del que cuelgan (o crecen) páginas desprendidas de libros. El acto mayor del personaje en la obra Mary para Mary de Paloma Pedrero, tiene que ver con el vacío suspendido entre lo evidente y la plenitud de aquellas resonancias que repercuten en el ánimo, que ensaya momentos de una inmanencia necesaria, sin esperar la visita de alguna gracia, como el atormentado de Agustín, futuro Padre de la Iglesia Católica, antes de la santidad recluido en el fondo de un jardín en Milán.
En el marco de esa porfía ontológica, Mary (Lorena Robalino) se dirige al auditorio (real o imaginario) al que agradece por haber venido a escucharla. Primero saluda con las mujeres; y, enseguida pregunta si hay caballeros. Es la ironía tenue para empezar con los ‘secretos’: sigue muy enamorada de William, su compañero, quien asiste a una tertulia literaria pero que no confía en la fuerza de ella, de su mente, que solo ve su cuerpo. También está la urgencia de revisar el ‘espantoso final’ de su novela para arribar enseguida a la gran dicotomía intelectual, filosófica y humana entre cuerpo y mente, que sería el tema cardinal de la charla. Del cuerpo de la mujer y el cuerpo del hombre, recalca ella, que son ambos ‘desemejantes’ más allá de sus externalidades. “Las mujeres y lo hombres son dos razas distintas –dice, aquejada por ciertos dolores y fiebres puerperales provocadas por un parto mal atendido– como lo son por ejemplo los tigres y los guepardos”.
La composición artística y la dramaturgia construyen el ámbito del aparecer en el que Mary hablará del ‘conocimiento sensible’ que apenas unos años antes (1750) Baumgarten expone en su estética como parte de su inacabada ‘teoría del conocimiento’. Y mira con insistencia al árbol de la sabiduría. El pensamiento de las ciencias y el pensamiento estético deben encontrarse. Es lo perceptivo respecto de lo particular del personaje: presentar su historia de vida como un acontecimiento individual en ese aparecer ontológico, ficcional y sin embargo esencial en sus apreciaciones generales respecto de la mujer y el hombre.
Mary representa las fuerzas del conocer en los momentos últimos del presente. Es lo grandioso y extraordinario del personaje que deja interrumpido el discernimiento que reclama por igual para mujeres y hombres, porque lo que importa verdaderamente es la plenitud de lo real representado por el árbol del conocimiento, la relación afectiva con su hija recién nacida, la relación abierta con su compañero tanto como con el arte y la escritura matizados todos por intersecciones, superposiciones y convergencias.
Es una larga y controversial disertación para insistir una y otra vez en esas distinciones entre mujeres y hombres que no son exclusivamente externas: “Lo son en el cerebro, en las hormonas, en las sustancias, en la piel del intestino, en el color de los pulmones...” Son los ‘despistes de Dios’ que concedió más fuerza física al hombre, creyendo que algún día podía ocurrir el milagro de la fusión de ambos cuerpos y espíritus para que al final pudiera prevalecer la razón y que el conocimiento compartido terminaría por imponerse. Los dolores sucesivos en el vientre, la llevan a hablar del útero: ‘ese lugar tan hermoso’. Y repite la frase bíblica con sarcasmo: parirás con sangre y dolor, como si el cuerpo de la mujer fuera el envoltorio, la funda del pecado original.
El aparecer es un juego de la libertad del cuerpo y del espíritu (también de los objetos artísticos, de la experiencia estética) en el que alguno de ellos (o los dos) flaquean en un momento de la vida seguramente descompensada por la misma apariencia. El sentido del presente está en la constitución escenográfica, en la que Mary define el supuesto reino de las apariciones (se vuelve poesía) y se adentra en el mundo de la sensibilidad, de lo exquisitamente sensible.
Los secretos y las confesiones de Mary Wollstonecraft (1759-1797) recreados por la dramaturga española Paloma Pedrero, la impresionable dirección de León Sierra del Estudio de Actores y la actuación, medida, cabal de Lorena Robalino, egresada de esa misma instancia formativa, contradicen cualquier incertidumbre sobre la verosimilitud de sus palabras, sin desgastar el contenido autobiográfico de la conferencia. Mary entra y sale de la ficción, (esa es la consigna de la puesta en escena) en medio del escenario blanco del jardín, como Fedro cuando se refería a la inmortalidad. La luz cansina. ¿Por qué los tiranos tratan de mantener a la mujer en la oscuridad? ¿Por qué solo desean esclavas o juguetes?
Ya no es una simple reflexión. Es la consciencia de que el único camino es la razón. “La razón enamorada de la sensibilidad enamorada hará un mundo nuevo. ¡Podremos, conseguiremos con esas facultades adquirir la dignidad de la virtud consciente! (…). Soy inmortal, pero en este momento me estoy muriendo”. Es la existencia disminuida, sin ningún aparecimiento (el acto imperioso de Aparecer) ni soberanía. Es el desistir de existir que muchos años después retomaría Beckett a través de sus personajes, que emergen con la apariencia o el trasunto de ser sobrevivientes trágicos.
No, no, cuerpo, no vencerás. ‘Toda filosofía se reduce a la confesión del cuerpo, a la autobiografía de un ser que sufre’, sostenía Nietzsche en La gaya ciencia. A pesar de la invocación desesperada Mary sabe que su deseo de inmortalidad está en la escritura y en su pequeña hija Mary. El dilema no es solo suyo, respecto de la posibilidad conjunta de la conciencia que se repliega más allá de los tiempos individuales. ¿Mary se refería en sus argumentaciones a un cuerpo fáustico? Seguramente no, o no directamente, pero la escritora inglesa planteaba que la instauración de una ‘educación igualitaria permitiría a las mujeres llevar vidas más útiles y gratificantes’. Es el nacimiento de las corrientes feministas en el mundo.
Una vez que el personaje se ha instalado en la ficción, el mundo y la realidad se vuelven intemporales, develados en las confesiones de Mary como ilusiones, que son el epílogo transfigurado con el que se crea el encuentro con la hija a la que no podrá ver crecer. Son la redención y la resignación emancipadoras y la ruptura con el pensamiento grandilocuente de las ‘diferencias naturales’ entre mujeres y hombres. Eso es lo indeterminable y también lo desconocido por el encuentro lúdico de sí misma y el consiguiente reverso extático, contemplativo que se cierra cuando el Pasillo de Gerardo Guevara (esa forma musical de sonoridades perdidas, ausentes) interpretado con tranquila pasión por Amanda Páez Moreno, es el engarce entre la memoria nostálgica de Mary y el propio cuerpo desgastado por la enfermedad, reclamando ‘el derecho a revivir para volver a ver el efímero cielo’ (Paúl Valery). Mary se despide muchas veces. Su alma incorpórea mira por última vez el ‘jardín de las sombras bienaventuradas’ para desestimar, encubierta por las notas musicales, la existencia finita del aquí y del ahora.
Ficha técnica
Mary para Mary: de Paloma Pedrero
Mary Wollstonecraft (fue la madre de Mary Shelley, autora de la obra Frankenstein) escribe Vindicación de los derechos del hombre (1791) y Vindicación de los derechos de la mujer (1792), ensayo en el que condena la educación que se daba a las mujeres porque las hacía "más artificiales y débiles de carácter de lo que de otra forma podrían haber sido" y porque deformaba sus valores con "nociones equivocadas de la excelencia femenina".
Dirección general: León Sierra Páez
Mary Wollstonecraft: Lorena Robalino
Música original: Pasillo, de Gerardo Guevara
Intérprete: Amanda Páez Moreno
Objeto árbol: Tadeo Lugo
Espacio sonoro: Emil Plonski
Fotografía: Jorge Romo
Diseño Gráfico: Tadeo Lugo
Protocolo: Manuela Alvez
Adjunta a la dirección: Mercy Lema
Paloma Pedrero: Es la autora española más representada y una de las figuras de la dramaturgia española contemporánea más estudiada y reconocida internacionalmente. Actriz, directora y autora teatral. Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Ha estrenado alrededor de 30 obras. Es la primera mujer dramaturga homenajeada en la Muestra de Autores Españoles contemporáneos (2005). En 2009 funda la ONG Caídos del Cielo, a través de la cual realiza talleres de teatro con personas sin hogar o en riesgo de exclusión. En 2015 recibe el Premio Cultura Viva por «La importante aportación de la obra de Paloma Pedrero a la dramaturgia española. Y su sensibilidad social». En julio de 2017 fue nombrada Embajadora Mundial del Teatro por la UNESCO.
(http://www.contextoteatral.es/palomapedrero.html)