El Apuntador

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Voces opuestas en la obra ‘Sangurimas ’ /Santiago Rivadeneira Aguirre

Más cerca de la epopeya, como suceso –o de la épica- que del drama. O de la tragedia, si acaso se la podría ver en la misma dimensión que la tragedia griega. Así fue pensada la adaptación al teatro de la novela Los Sangurimas de José de la Cuadra, que se estrenó en 2018 en el contexto del Festival Internacional Artes Vivas de Loja. En  rigor, fue un proceso inicial de ajuste tripartito a cargo de los grupos Malayerba de Quito, La Trinchera de Manta y Muégano Teatro de Guayaquil. Para el reestreno en el Festival Internacional de Teatro de Manta, 2021, se sumó el grupo Contraluz de Portoviejo.

En el marco de una epicidad desobediente, los hechos nunca comienzan o terminan porque hay una interrupción constante de la narración o del relato. ¿Quién o quiénes forjan esa interrupción? Los hechos. Las situaciones. Los acontecimientos fragmentados. Y las voces, que otra vez se bifurcan para romper la cronología de las mismas vicisitudes que las crean. Las narraciones mantienen, de manera permanente, algunas constantes: la repetición; los desenlaces imprevistos, hasta conformar un cuerpo dispar que marca una hegemonía de las formas a las que apuntan siempre: el árbol añoso. Y, sin embargo, cada momento está definido por la violencia patriarcal de Nicasio Sangurima, que se propaga a lo largo y ancho de la comarca, (y de la obra) para cumplir con la apremiante ‘teoría del Matapalo’.   

La teoría del Matapalo[1], en la literatura de De La Cuadra en los años 30, fue un recurso narrativo y un punto de vista que partió de una constatación ideológica: la frustración. En una parte del texto, como una alusión conflictiva directa a la naturaleza y al ser humano asentado en la costa ecuatoriana, para trazar la pintura eventual de una relación que siempre está sentada en las emociones, se lee lo siguiente:

“Recio,  formidable,  se  hunde  profundamente  en  el  agro  con  sus raíces semejantes a garras en la tierra. Sus troncos múltiples, gruesos y fornidos como torsos de toro padre, se curvan en fantásticas pinturas, mientras  sus  ramas  recortan  dibujos  absurdos  contra  el  aire  asoleado (...) de luz de luna, y sus ramas tintinean al viento del sudeste”. (De la Cuadra, 2006: 211).   

Aquella referencialidad directa (y metafórica) hacia un objeto, -el árbol añoso y recio- es el centro de la disputa entre el tratamiento relacional de muchas emociones y la inercia social determinada por el patriarcado (el entroncamiento) contra el que se rebelan las mujeres de la familia Sangurima. De hecho, son esas voces las que atraviesan e hilvanan el espectáculo, forjando una presencia disruptiva, invariable y desobediente. Los paneles, la música y la iluminación son parte medular de esas irrupciones.

¿Por qué otra vez la mirada a la literatura realista, maravillosa o mágica, de los años 30? ¿Un nuevo debate (filosófico y artístico) sobre las emociones y aquellas teorías que suscitaron la oposición entre el sentir y el pensar, que predispuso las particularidades de los distintos momentos que vivió el país, a comienzos del siglo XX? El espectáculo (también la novela) esboza un elevado nivel de implicaciones emocionales y cognitivas, para plantear la necesidad -desde la concepción de puesta en escena- de ir más allá del registro somero de las presencias o señalar lo registrado como si fueran las ideas proposicionales sobre los particularismos del mundo telúrico que rodeaba al pueblo montubio. Esto nos conduce hacia la teatralidad del teatro que les permitió a los cuatro grupos y a la dirección, estructurar una puesta en escena que nos  devuelve a la contemporaneidad del texto.

Los lineamientos emocionales de Los Sangurimas, en la versión teatral y en la literaria de De La Cuadra, admiten un espectro de estados como la envidia, los celos, el miedo, la ira o la alegría, al amparo de la fábula y la emocionalidad, que permite poner el acento en la propia dramaturgia, para el caso del teatro y en las resonancias, para el caso de la novela, ‘expeditamente resueltas ambas desde la ficción’.

Lo que proclama la obra Sangurimas es la ruina de un pensamiento histórico y el advenimiento de una nueva racionalidad, que todavía tardará en expresarse. No hay transferencia de acontecimientos y la estrategia de esos acontecimientos, narrados y expuestos a través de las voces de las mujeres, produce sus efectos en el espectador actual. E0sas voces vuelven a poblar de modo semejante, las inquietudes y los actos de aquellos personajes que se recomponen o se instauran en la distancia. En ese espacio ampliado los acontecimientos se entrelazan con las propias manifestaciones de la vida, incluyendo los engaños y las intrigas para descubrir, por último, que la verdad también puede estar ‘en la eficacia positiva de las sombras’ (Rancière)  

Ficha técnica

Sangurimas, versión teatral de la novela Los Sangurimas de José de La Cuadra

Coproducción de las agrupaciones teatrales

MALAYERBA / LA TRINCHERA / MUÉGANO TEATRO / CONTRALUZ

Dirección general: Arístides Vargas

Dirección y dramaturgia: Arístides Vargas, Nixon García Sabando, Santiago Roldós y Gerson Guerra

Intérpretes:

Grupo Malayerba (Quito)

María Cristina Merchán, Daysi Sánchez, Manuela Romoleroux, Valentina Ortiz, José Lino Suntaxi, Javier Arcentales, Diego Paredes

Muégano Teatro (Guayaquil)

Christian Guerrero

La Trinchera (Manta)

Rocío Reyes Macías, Nixon García Sabando, Freddy Reyes Macías, Hernán Reyes Parrales

Contraluz (Portoviejo)

Juana Zambrano, Paola Álava, Luis Chasiquiza (músico)

Composición Musical: Manuel Larrea. Contrabajo: Pablo Maldonado. Violín: Pedro Carrillo. Viola: Joyce Perlaza. Violín: Karen Ortega. Percusión: Francisco Ochoa

Concepción escenográfica: Arístides Vargas

Diseño de vestuario: Lía Padilla

Construcción de máscaras: Luis Aguayo, Luis Chasiquiza, Diana Aguayo (Grupo Contraluz)

Apoyo en construcción de utilería y vestuario: Paola Álava (Grupo Contraluz), La Trinchera.

Construcción de escenografía: Freddy Reyes (La trinchera)

Producción: La Trinchera, Malayerba, Contraluz

Diseño de iluminación: Gerson Guerra

Apoyo técnico: Jorge Gutiérrez, Luis Chasiquiza, Hernán Reyes Parrales

Mapping: Nidointeractive

[1] Teoría del Matapalo (...) [de José de la Cuadra] hace literatura  montubia,  del  hueso  y  carne  montubios,  metido  dentro, conviviendo con sus personajes, con obvia y sencilla naturalidad (...) El  milagro de José de la  Cuadra  es el del ajuste perfecto, insuperable podríamos decir, del instrumento expresivo al tema, al motivo expresado.  Sin  vacilaciones: ni  exceso  ni  defecto.  Y  una  agilidad  de lectura  que  procede,  acaso,  de  la  docilidad  con  que  acuden  a  su llamada las palabras propias, las deseadas, las indispensables. (Carrión, B, 2006: 129, 126). (Citado por Luis A. Aguilar Monsalve LOS SANGURIMAS, UNA OBRA NARRATIVA  POLÉMICA  - Hanover College)