El Apuntador

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Penitentes/ Santiago Ribadeneira

Las formas de la ficción se vuelven forzosas para afianzar el autoconocimiento, sin necesidad de recurrir a una verificación posterior. En ese territorio exclusivo se concibe el ámbito del incidente original entre El Cura, el Tipo Joven y el Muchacho, personajes de la obra Penitentes del dramaturgo venezolano Elio Palencia (Maracay 1963) que el Estudio de Actores convirtió en un ejercicio escénico inacabado.

Lo inacabado (lo pendiente o aplazado) es el elemento fundamental para definir los distintos niveles o ejes que la historia recrea: 1. Desestimar el incidente, lo aparentemente inoficioso del relato: la muerte del eclesiástico. 2. La banalidad de la vida cotidiana; 3. La perplejidad humana, el fracaso del amor y el deseo. En lo oscuro de aquellas singularidades, Penitentes muestra  que la defensa de cualquier orden no solo puede ser local, apenas para consentir ciertos cambios que alteren levemente la estructura cósmica y social.

No hay ningún fenómeno numinoso que se pueda defender o alcanzar, en el sentido de la fuerza, el poder, la voluntad o el poder para someter a las emociones a lo puramente epistemológico. Aquí radicaría el principio de lo inacabado. La ficción del amor es también la ficción del reconocimiento o el fracaso, como un dilema que se repite a lo largo de la narración que para corregir los ‘misterios del ser’ (la posibilidad del mal y la posibilidad del amor o del bien) necesita de una ‘estética de lo inacabado’.

Penitentes. León Sierra, Juan Rúales

Se consuma mientras tanto, en el interior de la trilogía formada por el cura, el joven y el muchacho, una especie de ‘pathos’ existencial; también un ´pathos’ de la impotencia y del renunciamiento para desestimar un mapa de cambios o transformaciones que jamás podrá ocurrir porque ya no hay capacidad para engendrar algo nuevo. El dilema se repite una y otra vez, con pocas variantes, desde la escena inicial que sobre un fondo oscuro, deja oír jadeos masculinos incesantes que ilustran la culminación de un clímax sexual, sellado con la expresión de uno de los hombres: ¡Dios! ¡Dios!

En las escenas siguientes, el desglose de las pesquisas y los diálogos van a ubicar a los personajes en sus roles respectivos, porque se sabe que la invocación inicial había sido dicha por el sacerdote antes de fallecer. A partir de este giro, los momentos más sobresalientes de la obra ensayan el paulatino reconocimiento de la susceptibilidad y la subyugación que se entrelazan para definir una suerte de fascinación pasiva que transcurre en la superficie de los hechos o de lo estrictamente ‘real’. El telón de fondo es la religión y el deseo. Lo compulsivo (el sexo transaccional) es parte del comportamiento de cada personaje, que se juega de acuerdo a las propias visiones y los pedazos en descomposición de unas relaciones deformadas por las diferencias: el chulo joven que cree en el amor; el cura que cree en los deseos; el bruto desalmado que cree en la suerte y que destruye o se deja destruir.

Penitentes.Carlos Páez, Juan Rúales

¿Un alegato a favor de la transparencia del mundo en relación con el sentido o una noción de libertad que nunca comienza y tampoco concluye? Bajo la individualización provisional, los roles de cada uno se intersecan. El sacerdote muere por causas desconocidas en la primera  escena invocando a Dios; y el causante/testigo/víctima es detenido acusado de asesinato. El muchacho, amante del cura, le visita en la cárcel. La esperanza de alguna forma de redención (si acaso existe), está en el sin sentido de las relaciones licuadas por lo transaccional y el dinero. En ese contexto deformado, la esperanza de alguna redención casi panteísta, es inútil, cuando la vergüenza y los resentimientos resultas idénticos.

El sacerdote reivindicaba el derecho a ser un “puto” y por eso se planteó, otra vez, el regreso a la antigua discusión exegética sobre la condición humana, el rechazo a Dios o la negación de todos los principios morales que puedan perturbar el ‘orden natural’, que significa la defensa de los impulsos espontáneos, en los que se incluyen, por supuesto, los apetitos y las pasiones. Aquí hay otro rasgo de lo inacabado igual que la cruz blanca pintada en el piso y sobre la cual los personajes se mueven todo el tiempo. Es la economía ‘inversa de la salvación’ capaz de crear el sufrimiento humano.  

Penitentes. León Sierra / Juan Rúales

Convertido en un ‘monstruo’ el Muchacho no reniega de su propia brutal monstruosidad  expresada en el vicio como compensación. ¿La naturaleza corrompida versus el amor? Enceguecido por el amor no correspondido el Muchacho fragua la consumación del delito como si hubiera sucedido al margen de la voluntad, hasta que el marco relacional termina con esa extraña alegoría final (la trilogía cumplida) en la que se ve a los tres personajes, tomados de la mano, dirigirse a los altares ya sin atisbos de asombro o trascendencia. Hay que destacar, por último, la música y las proyecciones que, como elementos transitivos, fragmentan el ritmo y la estructura escénica

FICHA TÉCNICA

Los penitentes: autor Elio Palencia (Maracay, Venezuela 1963)

Temporada 2023 Teatro Estudio de Actores (Manabí y Benalcázar, esquina)

Actores: Carlos Páez, León Sierra, Juan Rúales
Locución: Reina Victoria Díez

Música original: Rapers know me. Proyecto carcelario “Realidad al margen”.
Dirección ejecutiva Daniel Parreño Ewelina Jurzec, Dirección artística Esteban García GENERADOR
Sonido Grupo: Arma Mental”-ex penal García Moreno-

Espacio sonoro: Emil Plonsky
Fotografía: Jorge Romo
Diseño gráfico: Tadeo Lugo

Adjunta a la dirección: Gabriela Acosta
Dirección General, León Sierra

Elio Palencia: Dramaturgo, director teatral y actor. Guionista de cine y televisión. Ha trabajado en compañías como Rajatabla y la Compañía Nacional de Teatro para el Nuevo Teatro “José Ignacio Cabrujas” (2007 y 2008). Entre sus piezas destacan: Detrás de la avenida (1988), Escindida (1993), Mi hermano José Rosario (1996), Doña Bárbara, la perfecta ama de casa (1999), Penitentes (2006) y La quinta Dayana (2006), esta última convertida en guion cinematográfico y producida por la Fundación Villa del Cine, bajo el título de Cheila, una casa pa’ maíta (2009). Sus últimos trabajos: Dónde caerme viva (Premio Isacc Chocrón, Mejor Dramaturgia 2016); Si yo fuera negrete (2019); y El tiempo en una botella (2020) (Bajado de Internet)