El Apuntador

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ZABALITA, EL ESTUPENDO

Genoveva Mora Toral

Basada en el cuento de Alejandro Carrión, el celebérrimo Juan sin cielo, homónimo del poema de Carrera Andrade, con quién zabalianamente se insinuaban el pago de arriendo del poema y del seudónimo, que por más de dos décadas permaneció en una columna periodística.

Alfredo Espinosa Cordero. Foto El Apuntador

Alfredo Espinosa Cordero hace el primer unipersonal en su larga carrera de actor.

Un personaje del calibre de Zabalita tiene grandes rivales, no porque compitan en estatura sino porque en estos tiempos, como bien sabemos la mayoría de intrépidos stand up comedians, más aún los populares de la TV, se promocionan con el chiste gracioso y fácil, adobados de anécdotas populares, lenguaje procaz e insinuaciones sexistas, machistas, etc. que ‘hacen la delicia de la masa’; de manera que hacer comedia seria es un desafío indiscutible.

Decidirse por un texto ambientado en los años cincuenta, por una historia y un personaje cuyos requiebres ya no atraen, porque hoy los zabalita visten de marca, amagan las cuentas con cheques plomos o sendas tarjetas repletas de crédito impagable; un zabalita siglo veintiuno luce su mejor pinta, ya no hay feos, hay pobres como dice la popular lengua. De manera que la tarea del actor va agrandándose conforme se aleja de terreno seguro -léase personaje tipotele-.

Alfredo Espinosa Cordero. Foto El Apuntador

Zabalita es un personaje de la talla del Chulla Romero y Flores, con sus particularidades claro está; su lucha no consiste en esconder su linaje, se sabe ‘hombre de buena familia’, no hay máscara ni disfraz porque él las ha extraviado desde siempre; dispuesto eso sí a cerrar los ojos frente a lo que concibe como una profunda diferencia de clase con la “purrunga”*, Fidedigna,  que para colmo se ha casado con él “para una especie de jarana post-mórtem”*, en la que no entraba de ni de ensueño compartir su fortuna; decisión aconsejada y maquinada por sus comedidos hermanos:  el “gaznápiro” * apodado “árbol florido” *, y el segundo mejor conocido como “caballo de páramo” *.

He aquí el cuadro del que el actor tiene que apoderarse, incluidos su amigo Crespo, el oyente de esta historia; la madre y la suegra que también tiene su momento en escena. De modo que Alfredo debe asumir al menos cinco personajes; y precisamente es ahí donde emerge su trabajo de actor. Transita de uno a otro con una ductilidad magnífica.

La obra inicia con la triunfal entrada de Zabalita por la mitad de la sala, aparición que crea inmediata expectativa en el público que lo recibe como en casa. Mas, cuando el personaje decide hacer una suerte de prólogo innecesario, en el que apela al lenguaje gestual, a recursos del mimo, mediante los cuales pretende un contacto con el público, fracasa.  Retarda sin razón –dramatúrgicamente hablando-  entrar al texto mismo, la energía se dilata, y la empatía abierta con el público pierde fuerza, además entrega información innecesaria respecto a su economía, se abre en vano una espera que resulta más larga que los once minutos que le toman adentrarse en la obra, cuestión que sucede en el encuentro con Crespo, y es entonces cuando el actor asume el personaje para luego desdoblarse en los otros conforme avanza la fábula.

Foto El Apuntador

La escenografía con mínimo mobiliario, devela un espacio que sostiene y da cuenta de aquello que leemos entre líneas, aquello que en la novela Bajtin lo definió como el cronotopo, ese estado en el que tiempo y espacio se condensan e intensifican, para evidenciar un cuadro social.

Más allá de la anécdota, el espectador presencia la construcción de un personaje –concepto en el que existen distintos puntos de vista-, no obstante, en este contexto ayuda para mostrar como el personaje va surgiendo, primero a través de las propias descripciones dadas por el actor, y sobre todo mediante un trabajo actoral que coloca frente a nosotros este señor de ‘otro tiempo’, que reaparece gracias a una decisión teatral y lo hace rodeado de sus ‘víctimas más cercanas’.

Zabalita, personaje de un cuento, colocado en el teatro adquiere independencia, no está más bajo la tutela del narrador y se ubica en el presente del tiempo escénico. El gesto del personaje pasa a ser, en buena dosis, un gesto social, que instalado en el cuerpo del actor deviene retrato de rufián de terno y corbata, con ademanes de señor que camina por la vida pretendiendo una altura jamás lograda, disimulando su sed que con asiduidad se sacia a costilla ajena.

Alfredo Espinosa. Foto  El Apuntador

Asimismo, dependiendo del momento de la historia, aparecen los otros personajes; no le hace falta cambio de vestuario, enfundado su mismo traje vemos asomar a la ñaña, a los cuñados existentes y a los por venir; y por supuesto a doña Fidedigna -la novia- llevando a cuestas su cuerpo cuadrado ausente cintura, boquita pintada de corazón, piernas arqueadas y conciencia plena para disimular las décadas de virginidad acumuladas.

 Alfredo Espinosa Foto .El Apuntador

El protagonista sostiene por más de una hora, muy intensa, esta comedia que da cuenta de domino actoral, evidencia un cuerpo que compromete su estructura sensible y física para transformarse. Mediante la técnica y recursos dramáticos consigue tomarse la escena, deslizarse entre esa conciencia de actor y personaje. Asoma un carácter stanilavskiano, que nos recuerda constantemente que estamos frente a un actor que no pierde perspectiva de su personaje.

En resumen, Alfredo Espinosa Cordero, conjuga su corporalidad, su persona, con el imaginario del autor, con la referencia social; genera la tensión necesaria para que el tiempo y espacio dramático, texto e imagen, se instituyan en la substancia del teatro que es el personaje.

Ficha técnica

El estupendo matrimonio de Zabalita (Alejandro Carrión Aguirre, 1915 – 1992)

Producción general: magmateatro

Adaptación: Alfredo Espinosa Cordero

Actuación: Alfredo Espinosa Cordero

Dirección: Alfredo Espinosa Cordero

Codirección: Héctor Caro (México)

Diseño de afiche: Eulalia Cornejo

Sonido: Alfredo Espinosa, Héctor Caro, PROSAR

Iluminación: Héctor Caro

Vestuario: Sígrid Rodríguez, Alfredo Espinosa (magmateatro)

Escenografía: Alfredo Espinosa, Sigrid Rodríguez, Héctor Caro (magmateatro)

Producción: Sigrid Rodríguez, Alfredo Espinosa (magmateatro)