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CRIME BRÛLÉ O EL CRIMEN QUEMADO/Santiago Ribadeneira Aguirre

CRIME BRÛLÉ O EL CRIMEN QUEMADO/Santiago Ribadeneira Aguirre

La sacudida que produce la obra es impresionante. CRIME BRÛLÉ parece encarnar todas las restricciones o negaciones que las sociedades han impuesto al ser humano a lo largo de la historia. Es la deformación aniquiladora que se manifiesta en los cuerpos de los protagonistas, que se interioriza y se exterioriza con vehemencia única. Cuerpos y seres que se desbordan y se estremecen, siempre al borde del aniquilamiento, al frente de una extraña consigna elaborada por alguien que a guisa de profeta, lee las próximas desgracias del mundo en las entrañas engañosas de un monstruo délfico.

El aura catastrófica de la muerte acaba de ser anunciada como un acontecimiento infausto: el crimen cometido por un ser despiadado, que ahora mismo estremece a los habitantes de Ciudad Beta. Es 1940. La paz y la tranquilidad que siempre fueron el símbolo de la convivencia pacífica, habiendo sido rota, necesitan de un paliativo necesario, de una reposición inmediata. Cuatro agentes del orden ‘lógico y moral’ deberán resolver el misterio para recuperar una afirmación de vida que equilibre el desgaste producido por el estremecimiento.

En las conciencias estremecidas de los habitantes, prevalece la presunción de que solo la captura y la muerte del agresor, puede ser la fórmula reparadora de la subjetividad dolorida. El Doctor Pepper (Gonzalo Estupiñán), Dopamina (Gabriela Acosta), Charlotta (Paula Almeida), La razón (María del Mar Espinosa) y Jazz (Elías Suárez) mencionan que el juego ahora es anular los atisbos individuales, para salir de la depresión y recuperar el ‘orden público’. Y más allá, está el despliegue de una falsa capacidad intuitiva, –una especie de señal de angustia– como preludio de una expiración peor: la muerte psíquica. Ese es el momento de lo extraordinario, del gesto expresivo e incontenible, desdibujando las representaciones. También está la pura ingenuidad vergonzosa que constituye el crimen quemado o el CRIME BRÛLÉ dicho en francés por un eco fugaz, escondido en la voz de La Razón.

¿De qué manera Martín Peña, autor del texto y director de la obra, adjunta en la dirección Katerina Velásquez, junto al colectivo de actrices y actores, pudieron construir la representación del estremecimiento? Deteriorando el gesto de los personajes desde el expresionismo que, en cambio, es la seña premonitoria de aquella deformación que aniquila y restaura el signo de lo trágico.  Es la expresión del desgarro o de la tentativa catártica para negar la sensibilidad o la subjetividad. El asesino Billy J. Flash (Ramiro Aulestia) es capturado, sancionado y juzgado. Flash es un pianista de dedos largos que nunca niega la ‘franqueza’ de su delito, considerando que es la ‘víctima’ del suceso. Para recuperar su ‘estado de gracia’ Billy J. Flash tiene que volver a ser procreado por sus propios detractores. Es el signo de lo trágico, la regresión a un estado creatural o la correlación natural versus la correlación de razón, para volver a ser un ‘semejante’, como si se tratara de una simple razón teológica irresuelta.

CRIME BRÛLÉ es la visión trágica del desapego al presente y la falta de huellas. Billy J. Flash consigue nacer debajo de una mesa e invoca, sin decirlo, el perdón, la redención o la gracia convirtiendo la Ciudad Beta en un teatro de marionetas. Lo extraordinario del espectáculo es aquella invocación expresionista de que la salvación o la trascendencia están en la ficción. Flash consigue lo imposible: el juego de los espectros, de las apariciones, de las figuras teatrales acomodas a su propia fuerza expresiva. Siempre cabe la posibilidad de vencer al destino. Flash nació culpable y morirá y volverá a nacer siendo culpable. Sin embargo, no se sacará los ojos o se arrojará al vacío. Volverá a gritar con el grito sordo de un alegorista que se fijará en los ‘escombros, en las ruinas’ benjaminianas, en lo inexorable, en el crimen marchito, incinerado como el triunfo de la muerte frente a la historia.  

El desafío artístico que comenzó hace tres meses dentro del taller creativo convocado por Martín Peña, consistió al final en la revelación de una propuesta estética (la deformación trágica), en la línea singular que ha caracterizado su trabajo, para enriquecer el momento del teatro ecuatoriano contemporáneo.

Ficha técnica 

Obra: CRIME BRÛLÉ

Dirección  y dramaturgia: Martín Peña Vázquez

Adjunta en la dirección: Katerina Velásquez

Elenco: Ramiro Aulestia Páez, Gabriela Acosta, Paula Almeida, María del Mar Espinosa, Elías Suárez y Gonzalo Estupiñán

Lugar: Casa Humboldt – Temporada junio 2023

 

DANZA, POESÍA Y FLAMENCO PARA AFRONTAR LAS HERIDAS ABIERTAS /Jhonatan Salazar Achig

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Pablo Roldán:  “UNA NUEVA FORMA DE ENCONTRARNOS EN EL ARTE”  Santiago Ribadeneira Aguirre

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