El Apuntador

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PRIMERA LLAMADA /EL DÍA DEL TEATRO Y DEL PENSAMIENTO

EDITORIAL

El teatro es el lugar de la práctica, de la experiencia y del pensamiento que puede mostrarse a través de historias y personajes temporales y ficticios. Decirlo de una vez puede significar hablar de los modos del teatro, no como suele entenderse usualmente, ocupando la vida sin mostrar la realidad, sino como una forma de comunicación, de espacio para el arte que emerge en la propia ‘acción humana’. El significado de teatro, en su amplio sentido, se ha vuelto inagotable, aunque cada vez tolere algún ajuste conceptual y teórico, tratando de que prevalezca siempre un atisbo de ‘venerable inexactitud’ en lo que se defiende, incluyendo lo que se conoce como el ‘eclipse de las formas’ o de las contracorrientes semánticas.

El teatro ecuatoriano se ha resistido en estos años a las totalizaciones forzadas, a la retórica filibustera y a los giros estatutarios de quienes no se avenían entre pensar y hacer historia (la consabida confianza en la historia como devenir y cambio). ¿El teatro está a la altura de los temas que se propuso tratar o abordar? Las obras se muestran como manifestaciones del espíritu, de las ideas que elevaron la reflexión colectiva sobre el oficio y el quehacer de la misma crítica. Es decir, un saber orientado por la voluntad de los creadores y de los espectadores. Es posible que se puedan encontrar algunas respuestas en las decenas de escritos, referencias, entrevistas, en la escuela del espectador que artistas y promotores culturales consignaron a través de El Apuntador, la revista digital que se ha dedicado a preservar en sus archivos y en la memoria de los lectores/espectadores las propuestas escénicas de los teatristas y bailarines.

Más allá de cualquier instinto memorialista o rememorativo, siempre va a ser importante hablar de teatro, de danza (y de teoría crítica), en los términos que demandan los espectadores y los artistas, para definir algún vínculo (conceptual o hipotético) sobre la talla de la obra y la puesta en escena. Lo que pretendemos decir es que el acto creativo en el teatro y la danza no tiene exigencias de un tiempo perentorio para su análisis o la reflexión ‘especializada’. Es el orden de precedencia lo que puede marcar la diferencia entre el acto creativo y la subsiguiente conjetura crítica, como si no hubiera de antemano alguna predisposición ingenuamente normal y lógica.

¿La realidad (o la teoría) está lapidando al teatro? Es una frase que puede llevarnos a itinerarios de dimensiones epistemológicas insospechadas e interminables. ¿Hay un carácter propiamente teatral que deba ser definido o entendido desde el lugar de la especulación teórica? En el camino se encuentran los dos conceptos, por injerencia, por correspondencia y por influencia: teatro/hecho escénico y teoría crítica. Y una conclusión preliminar: el teatro (no) necesita de la teoría, mientras la teoría (no) necesita del hecho escénico para su sobrevivencia. Es decir, al teatro y a la danza los podemos encontrar fuera de sí mismos, aunque tampoco se pueden fraguar conjeturas (transitorias) respecto de sus incidencias internas y externas, como si se tratara de un solipsismo perfecto.

¿La desesperanza, la desazón, la calamidad están inexorablemente asociadas al performance, a lo performático, destinados a sacudir la pasividad del espectador, con lo cual, sin desestimar la envergadura del acto en la tragedia y la comedia u otra narración como géneros que cumplieron su cometido, el teatro y la danza alcanzan una dramaturgia de los hechos? Las distancias se achican. No solo eso. La presencia de todas las formas de violencia en la vida diaria de los ciudadanos, se ha vuelto el factor determinante para entender el signo de la catástrofe, (las calamidades, el caos, el colapso, la inseguridad) como elementos que definirán más temprano que tarde los procesos sociales y las salidas históricas.

¿Hay un lado político o discursivo en todo esto, donde el significado parece haber perdido consistencia y sentido? Y si lo hubiera, ¿cuál es el rol de las artes escénicas frente a la necesidad de trazar un itinerario (artístico, ideológico, participativo) que desenmascare la circularidad del tiempo? La realidad, las relaciones de dominación, vistas de cualquier manera, es el espacio de la incertidumbre que necesita ser borrada, también de las certezas y las fragilidades.

 ¿Una dramaturgia del miedo o de la pesadumbre? Es lo contrario porque hay un nuevo campo para el pensamiento, las ideas y la reflexión. Donde hay signo hay lenguaje. Las palabras y las acciones han comenzado a renacer lejos de  la ocultación y la clandestinidad.

El día del teatro que se celebró el 27 de marzo en todo el mundo, también puede entenderse como el día del pensamiento y las ideas, porque es un acto de creación compartido y simultáneo. Para ventura de un ejercicio de reflexión que se cumple en relación ‘específica con la verdad, es decir, con la ficción’ (R. Piglia), donde circulan las voces y los rostros de los seres humanos, pero que jamás nunca coincidirá con el discurso del poder constituido, insaciable y autoritario, que ahora mismo mal utiliza la ficción para ficcionalizar la realidad, ocultar y mentir.