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LA ESCRITURA SUSPENDIDA EN ESTADO VEGETAL. Santiago Ribadeneira Aguirre

Estado Vegetal. Marcela Salinas. Foto Silvia Echevarria El Apuntador  

LA ESCRITURA SUSPENDIDA EN ESTADO VEGETAL. Santiago Ribadeneira Aguirre

Nada puede escapar de la escritura, ni siquiera la propia escritura. Y, sin embargo, se trata de que haya una escritura que deje hablar a aquello que ha permanecido oculto. En esa revelación de lo encubierto, estarían las formas humanas de participación, junto a las formas del arte y del pensamiento. Aquella realidad experimentada pero desconocida, puede llegar a existir cuando el destino que impone la realidad a la palabra escrita, mostrada, escenificada, estaría en el enunciado general de un tema. La palabra, sin condiciones, es capaz de alojar el objeto de la escritura bajo la forma que corresponda: poema, narración, novela, teatro, etc.

Si la forma, en definitiva, es ‘el destino que la realidad impone a la palabra’, según José Ángel Valente, es necesario entender aquella zona de realidad que el objeto de la obra desarrolla, más allá del tema como enunciado genérico. Porque lo que nos conmovió de la obra Estado vegetal de la dramaturga y directora Manuela Infante de Chile, junto a la actuación espléndida de Marcela Salinas y el manejo de los elementos técnicos, fue esa enorme y significativa capacidad de revelación poética que vimos en el escenario. Tema y objeto se entrecruzaron. O mejor, combinaron una ‘intencionalidad creadora’ para que el tema no sea un simple enunciado inerte; y la escritura, el lenguaje teatral en definitiva, pudieran ser parte de la sobreintencionalidad que rompiera la gravitación de un teatro ‘antropocéntrico’ como señala Infante.

Estado Vegetal. Marcela Salinas. Foto Tamia Oviedo Carrillo  

Entre el lenguaje y los significantes de Estado Vegetal (obra de teatro que se presentó durante la Fiesta Escénica convocada por la Fundación Teatro Nacional Sucre - FTNS) están la naturaleza, los árboles, la vegetación  como entes o entidades pensantes y sintientes. Y está la condición humana sin la cual el desglose de las verdades interpretativas no tendría sentido. Desde ahí, desde ese lugar de reflexión, la obra de Infante se plantea una noción de destrucción que puede condicionar la experiencia civilizatoria. Lo que se destruye o se depreda no es la naturaleza: es el lenguaje, mientras el proceso creador deja de tener sentido. El teatro antropocéntrico, cuestionado por Infante, es un fenómeno de cristalización de las formas y de una visión de lo artístico que acaba estetizando a las plantas, colocadas como recurso puramente ornamental en las calles, paseos públicos o siendo parte de las embusteras cartografías de los jardines internos de las casas solariegas.

Estado Vegetal. Marcela Salinas. Foto Tamia Oviedo Carrillo  

Prevalece en Estado vegetal, en la idea y la investigación de la dramaturga chilena, una animalidad vencida y una humanidad sumida en el silencio cultural o pre cultural, que anuncia la capitulación del lenguaje. Y está el lenguaje de la representación casi como una retórica de la resignación (Sandino Andrés Nuñez). La obra de Manuela Infante parte desde dos momentos de la fábula: un antes del accidente del joven bombero que estrella su moto (‘ninguna madre debería permitir que su hijo compre una moto’) en un árbol centenario enclavado en medio de la vereda. La comuna (el barrio) se había quedado repentinamente sin luz porque las ramas del gigantesco macizo provocaron un corto circuito al atravesar los cables de energía. Y un después del suceso infausto, desconcertante. Lo que la obra dilucida es el catastrófico después, en el que el antes se despliega, resignificado por la extraña circunstancia que deja postrado al bombero, literalmente en ‘estado vegetal’.

Estado Vegetal. Marcela Salinas. Foto Ana Lucía Zapata Fundación Teatro Nacional Sucre

¿Qué separa a esos dos momentos? La obra establece a través de algunas voces y presencias, (la vecina, la madre, el vecino hacendoso y muchas plantas), las suficientes resonancias y retumbos que nos van ubicando en los momentos más cruciales de los grandes mitos de la civilización y el pensamiento ‘occidental y cristiano’. La obsesión por el progreso también cambió la dimensión del lenguaje y las palabras. La escritura, es decir el recogimiento escrito de los hechos, devino en el gran momento de la ficción (‘prefiero la teoría a la ficción’, reconoce Manuela Infante en una entrevista y en eso parece coincidir con Maud Mannoni y su libro La Teoría como ficción: Freud, Groddeck, Winnicott, Lacan  1979) y el momento de la no-ficción, ambos marcados por caminos distintos, discontinuos. Un sobresalto ontológico procura saldar cuentas con la animalidad / humanidad perdidas: el desarrollo temporal de la historia signada por los atolondrados desplazamientos del lenguaje, las interferencias orientadas a cambiar la naturaleza de los acontecimientos y la ‘inteligencia vegetal’ (el árbol es un ser vivo que siente, piensa y razona) más allá de la ficción des / teatralizándose.

Estado Vegetal. Marcela Salinas. Foto Ana Lucía Zapata Fundación Teatro Nacional Sucre

Podríamos convenir que la experiencia moderna y contemporánea del pensar es un fundamento demasiado nihilista y por lo tanto, definitivamente desechable. La destrucción del leguaje (o el despojo que el antropocentrismo, como exceso, le hizo a la teatralidad del teatro, es concluyente: “Es un trabajo de investigación –señala la autora y directora– que pretende explorar la comunicación imposible entre los seres humanos y las plantas, en el paradigma específico  del desplazamiento y/o instrumentalización que ha caracterizado nuestra relación con el mundo vegetal a lo largo de la historia”.  https://revistasantiago.cl/cultura/manuela-infante-romper-el-teatro/ ) es también la salvación del lenguaje y del arte. En el marco de esa paradoja, Estado vegetal es una metáfora de una posible decadencia o destrucción inexorable del leguaje atrapado en una subjetividad premiosa, aún a costa de alguna dislocada asepsia conceptual o científica sobre el estado vegetal de las cosas y los hechos históricos 

La acción política de la madre (‘mi hijo está en estado vegetal’) y la necesidad vital de establecer la culpa del árbol, quieto e inútil, identifica situaciones, vincula los acontecimientos y crea deducciones ambiguas, sostenidas por la resignación. Hay un momento de la obra crucial, de exuberancia retórica (las plantas desbordan el escenario) descriptiva y cuestionara del sentido de la comunidad humana, dicha con un tono shakesperiano que habla de la naturaleza de las relaciones y la fragmentación de la dimensión humana.

Estado Vegetal. Marcela Salinas. Foto Ana Lucía Zapata Fundación Teatro Nacional Sucre

Una vez que las fronteras exiguas de la percepción y de la acción se recomponen para delinear el imperativo de la ficción desde la lógica de una teoría (casi) imprescindible (los árboles, piensan, sienten, se ramifican y hasta sufren), alguien, un otro distinto (un personaje transmutado en vegetal) pretende reacomodar los desarreglos de la ficción. Desbarajuste sentido y buscado para el nuevo paradigma de un posible escenario vegetal o una democracia vegetal, en los que puedan develarse las contradicciones de distintas experiencias sociales, vegetales o históricas, convocando a quienes hayan podido rebelarse frente a las mentalidades epigónicas del teatro, del arte, de la cultura y del pensamiento, aunque para ello, como lo hace el neurobiólogo italiano Stefano Mancuso, que inspira Estado vegetal, haya que pensarles a las plantas ‘como seres extraterrestres’.


FICHA TÉCNICA

 Dirección: Manuela Infante

Dramaturgia: Manuela Infante y Marcela Salinas  

Elenco: Marcela Salinas  

Diseño Integral: Rocío Hernández  

Diseño y Realización de Utilería: Ignacia Pizarro

Producción: Carmina Infante  

Tramoya: Magdalena Mejía

Operador de Sonido: Daniel Marabolí

Coproducción: NAVE, Centro de Creación y Residencia - Fundación Teatro a Mil 

Manuela Infante: Directora teatral, dramaturga, músico y guionista. Licenciada en Artes de la U. de Chile y Magíster en Análisis Cultural de la U. de Ámsterdam. Su trabajo es conocido por ofrecer creaciones escénicas que re articulan asuntos teóricos y filosóficos de contingencia. Con su ex compañía, Teatro de Chile (2002-2016) escribió y dirigió más de diez obras en su mayoría financiadas por el Fondo Nacional de las Artes, entre las que se cuentan “Prat”, “Cristo”, “Zoo” y “Realismo”. Ha sido merecedora de la distinción “Mejor Obra del Año” del Círculo de Críticos de Arte de Chile con “Xuarez” (2015) y “Estado Vegetal” (2017). Su trabajo ha sido presentado en Perú, México, Argentina, Brasil, Uruguay, Estados Unidos, Alemania, Bélgica, Holanda, Irlanda, España, Italia, Suiza, Singapur, Corea y Japón. El año 2019 fue la primera chilena invitada a la Bienal de Venecia Teatro con “Realismo” y “Estado Vegetal”. Ese mismo año ganó el premio Stuckemarkt de Theatertreffen (Alemania) con su obra “Estado Vegetal”. Ha co-producido su trabajo con Festival Santiago a Mil (Chile), Festival de Modena (Italia), The Watermill Center (EEUU), Theater Bremen (Alemania), Festival Internacional de Buenos Aires (Argentina), TheaterWorks (Singapur), KVS (Bélgica), Schauspielhaus Bochum (Alemania), Teatro Nacional de Cataluña (España). Actualmente está produciendo trabajos con Theater Basel (Suiza), Volkstheater Vienna (Austria), Schauspielhaus Hannover (Alemania), M100 (Chile) y FITAM (Chile). Tres de sus obras han sido publicadas en Chile y el extranjero. En 2014 fue la primera mujer en ser nombrada Directora Artística de la “Muestra de Dramaturgia Nacional” de Chile. Como músico ha compuesto, escrito y producido dos discos con su banda “Bahía Inútil”. “Stand Scared” (2011) y “Bahía Inútil” (2015). Así mismo ha estado a cargo del diseño sonoro de la mayoría de sus trabajos. Como guionista ha trabajado en producciones audiovisuales en Chile con reconocidos directores como Cristián Jiménez, Alicia Scherson, Sebastian Lelio y Marialy Rivas. Y escrito series extranjeras como “Invisible Heroes” producción de YLE Finlandia.

 

ESTADO VEGETAL O LA INTERPRETACIÓN DE LO LIMINAL. Daniel Félix

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CON VOZ PROPIA / MARIE BARDET: ‘ME INSCRIBO EN LOS PENSAMIENTOS SITUADOS’ [i] / Santiago Ribadeneira Aguirre

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