Lo diverso desde el ejercicio cuestionador de la danza Jhonatan Salazar Achig
Una de las frases más utilizadas para referirse a la filosofía de Baruch Spinoza es “Nadie sabe lo que puede un cuerpo”. En realidad, no hay evidencia de que él haya dicho exactamente esa frase, pero se la utiliza para referirse a la imposibilidad de conocer sobre los límites de los cuerpos y su potencia indeterminada.
El cuerpo ya no puede ser pensado como algo ajeno a la cultura y sus códigos, además siempre el cuerpo está atravesado por el discurso del poder. Así planteado, más que tener un cuerpo tenemos una imposición de lo que se debe considerar un cuerpo, una representación, una existencia performativa dentro de marcos culturales. Más que tener un cuerpo nos convertimos en un cuerpo, en proceso de devenir sujetos, dentro de lo que lo hace reconocible.
Y exactamente siempre fue así, pensemos en el Hombre de Vitruvio como el intento de Leonardo Da Vinci por crear al hombre perfecto. Para lograrlo aplicó todos sus conocimientos sobre proporciones matemáticas en busca de un equilibrio que todavía hoy se discute. El redescubrimiento de las proporciones matemáticas del cuerpo humano por Leonardo y otros autores está considerado como uno de los grandes logros del Renacimiento, pero la determinación de esas proporciones hizo que con el tiempo existan interpretaciones al respecto, a veces un tanto desfasadas. Y no estoy culpando a Da Vinci sino a las interpretaciones que hicieron que los cuerpos sean estilizados y por tanto diferenciados.
Así podemos decir que a lo largo de la historia se habla de cuerpos “normales” y todo lo que no cabe en sus parámetros será considerado como lo otro. El arte no se quedó atrás en esa estilización o normalización de los cuerpos. Pero también hay momentos en el arte que vinieron a romper esas concepciones.
Desde ese punto de vista se plantea el proyecto Planos Inclinados que en el marco de la Fiesta Escénica 2023 presentó su obra Florecer, seguir. Fausto Espinosa Soto, es bailarín, profesor de danza, coreógrafo y gestor cultural. Con más de 20 años de trayectoria artística es actualmente el director del proyecto Planos Inclinados que nació en el año 2022. Junto a Gabriela Espinosa Fernández y Magaly Llumipanta habían empezado en 2018 un proyecto de danza diversa, desde allí entraron en la dinámica de los elencos con personas con y sin discapacidad.
Hasta ese entonces tenían un énfasis doble, tanto en el movimiento terapia como en la danza contemporánea. La danza movimiento terapia tiene como particularidad un enfoque en la salud integral, herramienta que luego aterrizó en la danza diversa, que de alguna manera es un poco más global y mira más allá de lo artístico y lo escénico. Con estas herramientas y el ejercicio cuestionador de la danza contemporánea, nace el Proyecto Planos Inclinados.
La palabra diversidad por lo general tiene una percepción de adscribirse exclusivamente a las poblaciones vulnerables, pero en su caso consideran que lo diverso está en todos los seres humanos. La diversidad es transversal a todas las personas. Entonces, así como Gabriela tiene una discapacidad física ocurre que podemos considerar que los otros integrantes del proyecto podemos tener otras desventajas. “Nuestro proyecto sobre todo está basado en la vivencia y en el análisis intelectual de la diversidad, nos alejamos del concepto de inclusión porque consideramos que la palabra ya figura un sujeto y un predicado, un favorecido que incluye a un no favorecido, en ese caso nosotros nos mantenemos en el esquema de la diversidad, porque todos formamos parte de la ella”, menciona Fausto.
Planos Inclinados se construye a partir de la metodología denominada “la danza que aprende de las personas y baila la vida”. Este fundamento aterriza en lo creativo, en lo pedagógico y también es un insumo para un modelo de gestión.
Florecer, seguir es su primera obra, que nace de un proceso de creación que tiene como intención hacer énfasis en el fenómeno de lo contemporáneo. Desde el punto de vista de ‘bailar la vida’, se planteó a las bailarinas creadoras que puedan bailar la danza que más les represente y les permite desarrollar sus capacidades y gustos incluso a nivel de la música. Ese impulso les permitió encontrar un estado de florecimiento en cada uno, es decir, llegar a su mejor versión, llegar a esa etapa de la resiliencia en la que brillas en la que te conectas con tu capacidad de irradiar.
La intención era generar un punto de partida de los diferentes cuerpos, a partir de allí seguir, porque lo que se baila viene del alma, eso que llevas dentro y es tu capacidad de trascender. Florecer, seguir más que un mensaje, es una secuencia de momentos en los que se comparten con los espectadores estados emocionales, y como la relación con el público se realiza desde las emociones humanas, lo que se busca es conectar la experiencia estética a la experiencia humana.
Sobre el escenario los vemos con trajes muy coloridos que nos recuerdan el florecimiento, así como sus movimientos nos remiten a la naturaleza que crece hacia cualquier dirección. La forma de estar vestido, con trajes formales también habla de seres humanos urbanos que asumen el baile como el medio para conectar con las personas y transmitir emociones. Un punto clave en su montaje es que hay tanto una réplica de movimientos de la persona con discapacidad con las otras bailarinas y viceversa. Plantean la resiliencia que lo humano logra desde la danza, no solo en la persona con discapacidad sino en todas las que la acompañan.
“Bailar la vida” porque la danza contemporánea tiene la capacidad de bailarlo todo, esa es su magia y magnitud. Los bailarines no se ubican en la zona de la representación de un tema o idea, sino directamente van a la profundidad de la emoción porque lo que les interesa es provocar. Como cuando se genera la dinámica del luto, evidenciada en caminata de espaldas, que es dejar atrás el duelo, una forma de enfatizar en los estados emocionales que deben ser transitados.
Volvamos a la frase “nadie sabe lo que puede un cuerpo”, allí claramente se plantea una indeterminación de los cuerpos o el poder ilimitado de ellos. El cuerpo se lee, y la danza contemporánea lo sabe articular como un texto. El cuerpo es fronterizo, se relaciona bidireccionalmente con la danza, así el arte nos invita a repensar el cuerpo y a cuestionarnos sobre las normas impuestas. La danza contemporánea hace una invitación a romper esas normas desde la aceptación y el autoconocimiento del cuerpo, para tener más empatía con el otro y asumir las diferencias como algo que enriquece al mundo, en donde la diversidad es necesaria para nuestro crecimiento, pues, después de todo “nadie sabe lo que puede un cuerpo”.
Ficha técnica
Florecer, seguir.
Bailarines creadores: Katherine Lozano Jaramillo, Saraí Medina Regalado,Gabriela Espinosa Fernández,Carlos Huera Vera,Fausto Espinosa Soto
Iluminación: César Alvarado
Vestuario: Carlos Huera
Maquillaje: Mónica Coba
Producción de campo: Sergio Mediavilla
Fotografía: Silvia Echevarria
Gestión y Dirección: Fausto Espinosa Soto