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¿Quién diablos creen que es Fabián Patinho? | Genoveva Mora Toral

Fabián Patinho. Foto Silvia Echevarría El Apuntador

¿Quién diablos creen que es Fabián Patinho? | Genoveva Mora Toral

Parafraseando al propio autor intentaré trazar un mínimo retrato de este personaje siempre inquieto, atento a lo que sucede a su alrededor, artista activo, acucioso en sus líneas creativas, que van desde la actuación, la dramaturgia, la fotografía - como pretexto para transformarla en obra pictórica- y principalmente, dibujante adicto al cómic desde su temprana infancia.

Compatriota a quien conocí en las tablas, entusiasta con sus personajes, pero sobre todo con su escritura que ha ido creciendo ‘dramáticamente’. 

Fabián Patinho. Foto Silvia Echevarría El Apuntador

Fabián Patinho. Foto Silvia Echevarría El Apuntador

He visto varias obras de Fabián en escena, sin embargo, leer sus textos ha sido un inmenso placer, su palabra resignificó esa idea de que el texto dramático se completa en la escena; sabiendo que es ese el objetivo, debo afirmar que hay muchas obras dramáticas que tienen la potencia y la magia de permitirnos el gozo de la lectura, de construir una puesta en escena propia, tan morosa y placentera como nuestro ánimo lo decrete; pues sí, la obra de Patinho cae en esta categoría.

Sus textos son, decididamente, sarcásticos, solapadamente irónicos, con un humor que no siempre ‘se cacha’. Sus personajes fluctúan entre una candidez absurda, hasta una suerte de cinismo y desparpajo. Sucede entonces que, cuando los actorxs no consiguen atrapar ese ‘estado’, o no se adentran en la condición precisa, o su voz es impostadamente dramática, el texto enflaquece.

 Fabián Patinho, la única vez que ha sido obediente, en Estudio de Actores -dirigido por León Sierra- ahí se formó como actor y es ese, precisamente, el espacio donde su escritura ha constituido parte de toda esa etapa de ‘fogueo’ personal y de actores, directores emergentes, personajes que se arriesgaron, crecieron y han ido madurando en el oficio, en buena medida, con este aporte a nivel textual. En realidad, ha sido un dar y dar, porque la oportunidad fue de dos lados.

Sístole y diástole. Vanesa Trujillo / Jc Camacho. Foto Archivo Apuntador

Sístole y diástole. Vanesa Trujillo / Jc Camacho. Foto Archivo Apuntador

Sístole y diástole, el más reciente trabajo del Estudio…, estrenada en Casa Humboldt, texto de Patinho, evidenció el crecimiento al que me refería, sin bien la dirección - Daniela Sánchez- es más bien cauta, toma los tres momentos que componen esta obra y, metaforizando el título, consigue poner en la escena ese movimiento vital del amor, repleto de espasmos y relajamientos, tal como el ciclo del vital corazón. Parejas que se aman odian, relaciones agitadas y controvertidas que de rato en rato atenúan su ritmo para seguir existiendo. Dos personajes que pueden ser los mismos en las tres historias, porque la máscara es una de las maneras de sobrellevar la existencia, o la ceguera la forma más clara de mirar la vida, en fin, Vanessa Trujillo, una actriz que se ha sostenido y ha consolidado su oficio, tiene como compañero en escena a Jc Camacho. Ellos se toman el texto y, si bien podrían ahondar más en el sarcasmo, en el estreno, siempre difícil, dieron buena cuenta del compromiso.

 Quién diablos…

 No sé si la obra fue pretexto para conversar con Fabián o, fue la charla el nexo para verla. Lo cierto es que la oportunidad se dio y esta es la conversación con este polifacético personaje

Te conocí en Quito, pero sé poco de tu vida en ‘nuestra’ Cuenca. 

¿Cómo así vienes acá, y con qué equipaje llegas?

No funcionaba en Cuenca, era una adolecen disfuncional - lo dice con su consabida sorna-.  Me gradúo del colegio a los 16 y enseguida me embarco a Quito, ya lo hacía todas las vacaciones, además, como soy el último de una familia larga, mis hermanas mayores vivían acá, me encantaba venir, eran los mejores dos meses y medio del año, la pasaba realmente bien. Funcionaba mejor con mi entorno, porque en Cuenca siempre estaba un poquito desfasado. 

 ¿Dónde estudiaste?

En el Técnico Salesiano, un colegio muy propositivo que además tenía en cuenta arte en sus distintas formas, la música, el teatro, que para mí fue una oportunidad, en este tiempo subí al escenario, hice Jesucristo Super Star, y otra ópera. Había también banda de música. En general se movía muy bien en el aspecto artístico, los salesianos son muy interesantes en eso de interrelacionarse con la comunidad.

A pesar de eso, hay una situación atávica que me incomodaba mucho en Cuenca y sigo teniendo algo de fricción cuando regreso, hay un desarraigo muy personal con la ciudad en muchos aspectos, pero también reconozco que le debo mucho a Cuenca. Recuerdo la primera vez que fui al Teatro Cuenca, asimismo los jueves que asistía con mi madre a escuchar conciertos en el Carlos Cueva Tamariz, esas actividades me alimentaban muchísimo. Soy cuencano y crecí absorbiendo eso que la ciudad me daba, recuerdo con claridad los ciclos en el cine de la Casa de la Cultura, siendo muy joven, los vi de grandes directores, Woody Allen, Bergman, etc. eso era buenísimo. Quizás era esa ciudad donde la intelectualidad vivía en tensión con la ‘aristocracia’, la curuchupería, y eso generab a un ambiente contradictorio y al mismo tiempo, producía pensamiento.

Pero socialmente no encajaba, porque yo era un chico que leía mucho, dibujaba comics y como que no estaba en la onda; además mi familia era de un estrato popular, eso significaba que yo me cohibía en las relaciones sociales, me encerraba en los libros. Debo haber sido caustico, con un humor que parece que no era humor. Tenía 15 años y quería tener chicas, pero ahí no me paraban bola, ¡no me paraban bola!, en cambio acá creo que era un tanto exótico y me iba muy bien con las mujeres, supongo que ese es un punto determinante en mi venida a Quito. 

Genoveva Mora

Genoveva Mora

Te gradúas y vienes a estudiar en Quito

Bueno, entré a estudiar porque mi familia me obligó, o no me quedaba… estudié un poco, ingresé a Antropología, un rato, pero me salí, solamente he logrado mi título de Estudio de Actores, ¡lo único! tanto que mi RUC dice ‘actor’, es por lo único por lo que puedo cobrar, jajaja, y eso que no me considero tal.  Después salí del Ecuador, nuevamente intenté la universidad, pero tampoco pasé de segundo año, no me gusta la academia, nunca pude con ella, soy autodidacta.

 Tengo 7 hermanos mayores; sobre todo las 5 mujeres me tutoreaban en algún aspecto, por eso entré a la escuela a los 4 años ya leyendo, me gradúo muy temprano. En el colegio fui un estudiante mediocre, pasaba con las justas para no quedarme en supletorios y venir de vacaciones. La verdad no me veo de magister en antropología visual (se ríe).

 Entonces desde niño eres multifacético…

Totalmente, yo ya desde chico actúo, dibujo, escribo, toco la guitarra, era muy activo, pero no me alineaba en nada; lo más en dibujo, porque desde entonces quería hacer cómics, dibujaba comics. Me acuerdo que me alimentaba mucho de los ‘puestos’ de revistas que había en varios puntos de la ciudad, me encantaban. 

Arribas a Quito ya con tu venita teatral 

Lo que sucede es que me voy a vivir con Gerson Guerra, y en ese departamento caía gente del teatro, compartía con el Negro Valencia, me vinculé al Malayerba, y en ese tiempo Gerson estaba improvisando, y necesitaba un texto. Lo veía trabajar, y él me dice ¿por qué no escribes algo? Y ahí nace El agitado paseo del señor Lucas, en el 97, yo tenía 22 años. Nos emocionamos con Gerson y empezamos el montaje solos, cuando va cobrando cuerpo le muestra al Arístides, y él dice yo les voy a dirigir, entonces todo ese proceso que vivo ya con Arístides fue como un curso intensivo de teatro, de entrada a la dramaturgia. Ya había escrito pequeños textos de teatro, pero no me imaginé hacer este que llegó a las tablas y de qué manera.

Hablando de escritura, ¿cuándo sientes que puedes llamarte dramaturgo?

No, todavía no siento que soy un dramaturgo, tengo solo 10 obras, y creo que para eso se necesita tener una voz formada. Recién ahora creo que mi autoría escénica empieza a tener estilemas o algo que se reconozca, estoy empezando.

Cuando hago Las mentiras de Aurora considero que es cuando me aproximo a la dramaturgia, antes eran textos más dubitativos, o escribía para, no era del todo yo, era como un sastre que hacía textos a la medida. Las mentiras… creo que es la primera obra.

Ahora tengo dos obras más, y a una que la quiero mucho, porque según mi consideración, está muy bien estructurada, sin titubeos, creo que es mi mejor obra dramática, me encantaría verla en escena. Pero no me da ansiedad, ojalá llegue el momento.

Las mentiras de Aurora. Daniela Sánchez Fabián Patinho. Foto Archivo Apuntador

Las mentiras de Aurora. Daniela Sánchez Fabián Patinho. Foto Archivo Apuntador

Qué bueno, hacen falta dramaturgxs en nuestro medio

Veo gente joven intentándolo.

No olvides que vivimos en un país donde la gente no lee, entonces escribir para teatro es casi tan loco como hacer comic, es muy incierto.  El medio no te da mucha oportunidad. Entonces hay que escribir para hacer la obra. Sin embargo, reconozco que escribo por placer y no importa si la pondrán o no en escena. Es decir, ya me puse el traje, ya mismo puedo llamarme dramaturgo.

Fabián conversa con entusiasmo, se mueve, gesticula, mientras la fotógrafa intenta captarlo, tarea difícil, hasta que en buen cubano ordena: 

- “Chico, ¡quédate quieto un minuto!”

- Me dices que me quede quieto, pero no sabes que tengo un ladyd alto, lo señala entre risas 

¿Será por eso que tus personajes están marcados por las mujeres? 

Totalmente, solo pinto mujeres, hago fotos de mujeres, etc., con las mujeres me llevo bien, y luego del tiempo que viví fuera, al regresar me encuentro con mujeres mucho más interesantes; y lo digo porque antes siempre me atraían las extranjeras, de hecho, me casé con una norteamericana; claro que ahora tengo novia argentina… 

 Digamos que encuentras mujeres con discurso ¿ahí empieza Ana y Milena?

Precisamente, aparece con el propósito de mostrar otras historias mías que se acercan más al mundo femenino.

Por otro lado, hacer cómic, es una puesta en escena… siendo hombre de teatro, ¿se hace más fácil visualizarlas? 

Yo lo llamo ‘puesta en página’, no se me dificulta porque soy una persona completamente visual, soy un alguien de imagen, mis textos empiezan por ahí.

Veo en el cómic una composición donde todos los elementos tienen que comulgar. Me pasa también cuando escribo teatro, interpreto, me pongo en los personajes, los visualizo, aunque ahora sé que no voy a interpretarlos, pero es igual, tengo que ver su rostro, hago su voz, me hace falta escucharlos para saber que esa es la voz que quiero, que están vivos. 

Volviendo al Señor Lucas, un texto más bien corto, cuál fue tu sensación al verlo en una puesta que realmente lo potencia, porque esa es una de las obras donde la palabra se hace cuerpo.  

Encuentro la palabra puesta en el teatro, totalmente autónoma, veo la palabra en el escenario. No he sido afín al teatro físico, al revés del Gerson, y resulta que él me dice “necesito palabras”, él, que dice mucho con su cuerpo. Entiendo entonces que la palabra marca un antes y un después. Lucas fue toda una experiencia porque, además, el texto no tenía nada que ver con las acciones de ese personaje, sin embargo, fue muy interesante ver esa fuerza para potenciar la palabra. Como soy tributario del cómic, me hizo mucho sentido porque el texto iba en un globo y el cuerpo hablaba de manera autónoma, pero al mismo tiempo conectaban. 

Revisando tus obras, realmente me divertí y fue otra lectura de la que había hecho y visto en la escena

No eres la única, mi editora me dijo lo mismo. Sandra Araya ve las obras y dice tienen un texto más interesante de lo que estoy viendo en escena y de ahí sale el libro Las mentiras de Aurora y otros textos, porque reitera “esto es para leerlo”.

Lo interesante es que el texto está y ojalá en 80 años a alguien se le ocurre montar.

¿Qué haces o qué has hecho cuando sientes que tu texto no va como tu quisieras en la escena?

Me ha pasado, y no es porque quiero que mi texto se vea lindo, sino porque he sentido en algún proceso, y no lo podía decir porque yo también estaba dentro, pero veía que no lograban apropiarse del texto; por eso quiero llegar al punto en el que soy solamente autor. Entrego el texto y soy feliz y, más feliz cuando lo veo que vive en la escena. 

Elías, un personaje nervioso, inseguro con las mujeres, delirante, fracasado, etc., en el texto es muy fuerte. A este personaje lo piensas así, sale de ti, cómo surgió este trazo de personaje tipo, que más o menos se va repitiendo en las obras.

En parte tiene que ver conmigo, con el tiempo que viví fuera y tiene como una conmoción de identidad, porque paso por un proceso de divorcio, llego a mi país que había cambiado, dólares, ambiente extraño y para colmo, tenía que terminar de decir quién soy yo aquí, qué voy a hacer ¡Quién diablos creo que soy yo! Qué traigo y qué voy a construir.  Es un escrutinio sobre mí, una pregunta sobre lo que voy a hacer, preguntas concretas sobre qué es el éxito, los logros; sentía que si no resuelvo me iba a perder. Porque, además, en ese momento no podía decir como ahora ‘soy dibujante de cómics’, era incapaz de definirme.

‘El que mucho aprieta poco abarca’ y eso crea una fragmentación de identidad, y para colmo, como no tenía profesión, entonces no había cómo nombrarse

El estigma y el ladrón (2016) Fabian Patinho/Gonzalo Estupiñán. Foto Archivo Apuntador

El estigma y el ladrón (2016) Fabian Patinho/Gonzalo Estupiñán. Foto Archivo Apuntador

En El estigma y el ladrón sigue la indagación existencial, y me llamó la atención la frase “me siento como un tiburón…” ¿Qué hay con esta imagen del tiburón martillo, que luego da nombre a tu novela gráfica? 

No sé explicarme racionalmente, ahora que lo dices tengo una fascinación con los tiburones. Tiburón de Spielberg es una de mis películas favoritas, la veo cada vez. Hay una recurrencia, pero no sé la razón, no soy un tipo de mar, no voy a la playa. El tiburón seguramente es un eje de muchas cosas, es un escualo, no es un pez, me sirve para metaforizar muchas cosas. Además, es algo que quisiera ser, pero me siento solo pez piloto el que va a lado ¿algún anhelo…?

Y hablando de tiburones, ¿Hay una decisión por la novela gráfica, o vino sola?

Tengo muchos cuadernitos de apuntes, me ando fijando en todo, eso ha sido gran parte el material para trabajar, desde ahora, solamente novela gráfica. Aunque sí me tienta hacer una obra teatro, más ambiciosa, más elaborada, pero… al mismo tiempo al Teatro lo pienso en modo práctico, algo fácil de moverlo, nómada. 

Cuándo me dices “me he ido definiendo”, pregunto, qué pasa contigo actor, ¿lo vas a guardar?

Sí, porque creo que no soy buen actor, cuando me he visto en grabaciones no me gusto, aunque no esté del todo mal, no es el actor que quisiera ser. Como sí me digo “soy el autor de cómics que quiero ser”. Para ser un actor tendría que tener más oficio dejar de ser actor de domingo y respetar más y dedicarme al teatro.

Y el director? Porque también tuviste tu faceta por ahí

Dirigí la primera vez porque no tuve más remedio, me tocó hacerlo con Elías o quién diablos te crees que eres porque el Gerson (Guerra) me falló y me tocó asumirlo, ¡dirigirme y actuar! Audacia total, y me fue bastante bien, pero lo hice porque no tuve alternativa, ya me había comprometido.

Luego, de regreso en Ecuador, el Gonzalo (Estupiñán) me dice “Elías soy yo”, me gustaría hacer la obra, y empezamos jugando, pero terminamos poniéndola en escena. Pero no me considero un director. Hay que tener oficio para llamarse tal.

Y el Fabián pintor, el que interviene las fotos… 

Soy un autor visual, fotógrafa es la Silvia (Echevarria), yo no tengo cámara, tengo una powershot chiquita, hago registro fotográfico de un momentum

Pero intervienes esas imágenes,

Sí, puede ser mi intención continua de narrar, sí por eso hay una secuencia, las tomo seguidas y eso permite ver el desarrollo de la imagen, aunque siempre siento que entra en pugna con la narrativa, entonces tengo que hacer que comulguen.

En tu dramaturgia los potentes son los hombres, en esta dramaturgia visual son las mujeres

No creas, las últimas obras sí tienen personajes mujeres, los hombres son de la década anterior. Desde Las mentiras de Aurora (2014) mi dramaturgia ya tiene personajes femeninos, con discurso, porque probablemente creció la dramaturgia con Ana y Milena.  Ahora que lo dices, a partir de Las mentiras… los hombres han perdido el fuelle que tenían los anteriores. Si ves ahora, las mujeres han tomado otro carisma. 

Cerrando esta charla y hablando de mentiras, te comiste la ñ en pos de un nombre artístico 

Pues sí, es muy común entre los autores de cómics (Bonil, Power Paola,etc.) Al principio solo firmaba Patinho, pero para el teatro, empecé a usar el nombre, se veía mejor.

 Fabián Patinho publicó dos obras en El Apuntador: 

María no quiere despertar -edición #65, 2016-  y Elías o quién diablos te crees que eres -edición #51, 2013-

Hipocampos en la Ciénaga, Paradiso Editores, 2010 

Ana y Milena, República Sur, 2015

Las mentiras de Aurora y otros textos, Editorial Doble Rostro, 2018

El ejército de los tiburones martillo, Editorial Fakir, 2019

Blomberg regresa, audiovisual, 2010

Entrevista realizada el 6 de Febrero 2020 / Asociación Humboldt, Quito, Ecuador

Cuando ellos se fueron: Cuerpos en presente / Juan Manuel Granja

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Vacío: Lei y Wong en el umbral /Juan Manuel Granja

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