Rosa Parks y la memoria/ Santiago Rivadeneira
¿Para qué sirve la memoria? La pregunta que se hizo Rosa Parks, una costurera de 76 años atormentada por el Alzheimer, es la revalidación de lo que pudo decidir después de ese 1 de diciembre de 1955, en la localidad de Montgomery cuando se subió a un autobús público para volver a su casa: eligió ser. En esta nueva condición -de la constatación de su enfermedad y el profuso activismo político- Rosa repiensa el acto de esa mañana: el rechazo a la segregación y al racismo, no como una sensación de posteridad, sino como un hecho histórico que permitió dar un giro en la lucha por la igualdad de derechos en los Estados Unidos.
Rosa Parks, en la obra de Pablo Tatés (dramaturgia y actuación) y Alejandra Albán (dirección artística) que se presentó como parte del proyecto Telón 2020 de la Casa de la Cultura, se responde: “¿Para qué sirve la memoria? Porque es importante recordar”. No es solo una pelea contra el olvido, tal vez inexorable en su caso, sino porque su trajín histórico como luchadora a favor de la igualdad, buscó otorgar existencia y perdurabilidad a la propia sociedad sometida a la supremacía blanca. Aquella humilde costurera negra se negó a ceder su asiento en el autobús a un pasajero blanco. La mujer fue detenida y ‘obligada a pagar una multa de catorce dólares’.
Rosa es una obra de las singularidades y las particularidades, que se deja impregnar de un tono narrativo tan constante como insistente. Para acentuar otros hechos que se ligan a la historia del Ecuador, que tiene sus propias singularidades y particularidades porque involucran hechos y momentos con sus propios protagonistas.
En ese sentido, en el de la memoria y el olvido de allá y de acá, de alguna manera la dramaturgia de Tatés nos lleva por el camino de una ‘política de la memoria’, también de la herencia -poco certificada-, de la identidad y las disputas del poder. Así se arma un recorrido (histórico, con señalamientos de varios momentos que realmente ocurrieron y también hechos cargados de simbolismo) para la entrada en escena de la ficción y la fábula que recaen sobre el personaje de Rosa Parks, de las demás menciones y sublimaciones a personajes nuestros como Jonatás Mina, la Mariscal de Campo que estuvo muy cerca de Manuela Sáenz, Martina Carrillo que siendo criada en la hacienda Concepción en el Valle del Chota, decide sublevarse contra sus amos y recibe 500 azotes o Agustina, negra esclava de la hacienda de un tal Gómez que la viola, le deja embarazada para provocarle un dilema sobre el amor y el odio al hijo que espera.
Y la proclama siempre fue la misma desde ese 1 de diciembre de 1955 en Montgomery, para concederle existencia y perdurabilidad a un acto contra el poder que se repite una y otra vez, como acaba de ocurrir con George Floyd, asesinado por un policía blanco el 25 de mayo de 2020 en el vecindario de Powderhorn, en la ciudad de Mineápolis: “Estoy cansada de vivir –es lo que dijo Rosa- en un país racista”. “Aquel día estaba cansada y fatigada. Harta de ceder”. “No puedo respirar”, dijo Floyd antes de morir.
El actor Pablo Tatés revela que existieron muchos retos para la definición de su personaje, que no pasaban solo por la pura caracterización: el primero, precisar el lugar de enunciación. ‘Un hombre negro heterosexual que mantiene ciertos privilegios’. ‘¿Cómo salvar esa mirada? -vuelve a preguntarse. ‘¿Cómo hacerlo de una forma limpia? ¿Puedo dialogar con Rosa desde el racismo?’ Está la dramaturgia y la dirección artística que tuvieron que concebir un espacio, un lugar que le sobreviva al personaje, que construyera una noción específica de su entorno social y que además representara la habitación de Rosa con elementos significativos como la máquina de coser, el teléfono, un maniquí, entre otras cosas. Las rupturas y variaciones de tiempo, estuvieron dadas por una tela roja que se despliega o se convierte en el pretexto para intentar una danza aérea y permitir que el continuo histórico ‘salte por los aires’.
En resumen, Rosa es un espectáculo que debe sumarse a las demás propuestas que están amparadas en el proyecto de Fomento Artístico y Cultural de la CCE, para trazar un camino que ha debido sortear algunos inconvenientes, no solo técnicos o conceptuales, porque así lo está demandando las circunstancias que vive la cultura y el arte, debido a la pandemia y a cierto (lamentable) desentendimiento del estado y su instancia principal: el Ministerio de Cultura que `trabaja a espaldas de los actores y gestores culturales y que no ha cumplido la Ley orgánica de cultura’. Pero esa ya es otra historia…
Ficha técnica
Compañía: Cimarrón Teatro
Producción General: Carlos Páez Santi
Dramaturgia y actuación: Pablo Tatés
Dirección Artística: Alejandra Albán
Producción Ejecutiva y de Campo: Andrea Aguirre, Andrés Viera, Gabriel Caicedo, Katherine Tatés.
Vestuario y escenografía: Pepe Rosales
Fotografía y maquillaje: Rocío Pareja
Equipo técnico: Jonathan Moreno, Hugo Cabezas, Maricruz Pacheco, Carlos Guamán, Pablo Llanganate, Marcelino Ayala, Ramiro Benavides.
Logística y RRPP: Ramiro Caiza, Viviana Álvarez, Bolívar Anchaluiza, Mauricio Argüello, Rina Farinango, Jorge Salazar, Celia María Salgado, Mónica López.
Diseño gráfico: Tito Martínez, Carlos Reyes, Priscila Díaz, Rafaela Proaño, Víctor Nicolalde, Samantha Bermeo y Madelein Gálvez.
Comunicación y Streaming: Patricia Robalino, Omar Sarango, José Muñoz.