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Tzantza o el terror decapitado/ Juan Manuel Granja

Foto tomada de Internet

Tzantza o el terror decapitado/ Juan Manuel Granja

Extorsión y cabezas cercenadas. Un ex policía está desesperado, así es como lo conocemos: corriendo desaforado por las calles de Quito, amenazado de muerte por una banda de narcos. Todavía tiene deudas por los negocios turbios que realizó con ellos (aunque estos no son del todo detallados en el transcurso del filme). Debe decapitar mujeres e incluso niñas y vender sus cabezas para que sean encogidas y transformadas en tzantzas, así podrá pagar los 200 mil dólares que aún les debe, así busca una manera, aunque sangrienta e insoportable, de sobrevivir. Primer anzuelo del cine de horror: personajes atrapados o en camino de caer en la trampa; una trampa de orden humano o natural o que va más allá de lo humano y de lo natural o que aterroriza desde lo indefinido. Sin embargo, nada de eso es tan importante en una cinta de este género como el tono, el ambiente, el trabajo con la psicología y la visceralidad óptica, la coreografía de la violencia musicalizada y las punzadas sonoras, en una palabra: la capacidad de hacerte saltar del asiento o, mejor aún, de parasitar tu inquietud.

 Sin embargo, Tzantza: Cabezas Encogidas no está a la altura del shock que su temática parecería prometer. Temas y tópicos, por supuesto, menos importantes que formas y modos, dependen de una ejecución fílmica preocupada sobre todo por cuidar y desarrollar esas formas. Este largometraje confía demasiado en que el tema y el potencial impacto de cinco cabezas cortadas, unas ropas ensangrentadas y un par de forcejeos callejeros sean capaces de lograr una experiencia que podamos equiparar con el ya tan codificado “terror fílmico”. Se hace un esfuerzo por mostrar a la vez que denunciar la práctica ancestral de la tzantza en su coyuntura no ritual; lejos de la cosmovisión y las prácticas del pueblo Shuar, como un criminal negocio mediado y promovido por mercados tan negros como globales. Aquí vemos mafias que trafican con cuerpos, con sus cabezas, con el producto de esas fuerzas y conocimientos de la selva (siempre mantenidos por la cámara en la dimensión del exotismo y la barbarie), capaces de encoger cabezas y exhibirlas como trofeos y fetiches. Capaces de emplearlas como vults o cosas embrujantes (en el vocabulario de la brujería que usa Deleuze al escribir sobre Buñuel). Nada, ningún elemento de esa magia oscura, o de la sugestión que puede producir en un asesino recién estrenado en las cloacas del crimen a mano propia, hace aparición en esta película.

 Si bien podría pensarse en cierta filiación de este metraje con las producciones italianas de los años 70 y 80, con el cine caníbal o con las películas mondo, la verdad es que Tzantza: Cabezas Encogidas más bien se mantiene dentro de una estética cercana al reportaje televisivo pre-Netflix (sin que el documental generalmente formulaico de los servicios de streaming sea garantía de excelencia o riesgo audiovisual). El filme incluso exhibe cierto amateurismo en algunos de sus apartados técnicos, por ejemplo en el uso de la fotografía y la iluminación, así como en algunas actuaciones forzadas o no trabajadas con rigor pues no hay un foco emocional que impulse la trama. No se trata, claro está, de un amateurismo militante, con una postura política opuesta a la “calidad” y sus automatizados productos de inofensivo y fácil consumo. No: los tropiezos de esta película duelen más porque justamente intenta ser una obra de impacto espectacular y que resalta el hecho de basarse en hechos reales como un sello de autenticidad, como combustible para su impacto social.

Quizá lo más aterrorizador de películas como Tzantza: Cabezas Encogidas es que, probablemente, no lleguen a ser más que un episodio más en la historia de la publicidad.

 

Dirección:  Amilcar Javier Jácome

Producción: Joseph Francisco Albán

Guion: Mary Carmen Peñaranda Pesántez

Elenco: Rosa Bodero, Estefanía Cisneros, Zaydum Chóez, Sofía Domínguez,

Gerónimo Garrido, Doménica Freire, Eduardo Freire Almeida, Milly Mendoza

 

Estreno febrero 2020

 

 

Graznatúa y Pantacruel / Isidro Luna Quito – 2020

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Cuando ellos se fueron: Cuerpos en presente / Juan Manuel Granja

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