UNA (VIEJA) MOLESTIA LLAMADA HAMLET / Santiago Ribadeneira Aguirre
“Tenía que ser alguien (…) Y en ese carácter dictó el árido testamento que conocemos, del que deliberadamente excluyó todo rasgo patético y literario. Solían visitar su retiro amigos de Londres, y él retomaba para ellos el papel de poeta.
La historia agrega que, antes o después de morir, se supo frente a Dios y le dijo: Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo. La Voz de Dios le contestó desde un torbellino: Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estás tú, que como yo eres muchos y nadie”.
(J. L. Borges El hacedor)
La muestra que propuso el director colombiano Fabio Rubiano (Teatro Petra), a cargo del Proyecto de Residencia Artística convocado por la Secretaría de Cultura del Municipio de Quito y el Teatro Capitol, fue Hamlet de Shakespeare, que giró alrededor del famoso dictum del ser o no ser que la humanidad ha discutido, analizado, negado y confrontado durante siglos.
La cuestión y el reto del colectivo de actrices y actores admitidos en la convocatoria a la Residencia, que se cumplió en el marco del convenio de Fortalecimiento de la Red Metropolitana de Cultura del DMQ y la Pontificia Universidad Católica de Quito, tenía un objetivo: ‘montar una puesta en escena en 15 días’, que se volvió una duda y después un convencimiento.
¿Sacar a Hamlet de sus circunstancias? Aquello significaría dos cosas: despojarle de su realidad poética y de la propia obra de Shakespeare. Y, bajo aquella aplicación impositiva, Hamlet puede ser cualquier cosa, menos una realidad esencialmente teatral, para intentar considerar al personaje como si se tratara de un valor analítico o axiológico que debiera desprenderse del interior de cualquier sociedad. Ser o no Hamlet, la obra con la cual culminó el taller, es el resultado tangible de un proceso creativo que nunca dejó de lado estas consideraciones, para plantear otro enigma: los signos de una ausencia que le permitió a Rubiano y Franklin Martínez asistente de la residencia y al colectivo, ser o no ser contundentes (cuando la contundencia es más estética que ética) en relación con el personaje, porque ‘Hamlet no puede dejar de ser Hamlet’.
Hamlet, el personaje de Shakespeare, es la expresión más dramática del absurdo, en el sentido trágico y por el conjunto de interrogaciones que han ido surgiendo en relación con la normalidad o la locura. ¿Hamlet es un héroe, positivo o negativo, que se enfrentó a las contingencias de su tiempo, en su condición de hijo desposeído de poder, atrapado entre fantasmas vivos y muertos que le empujaban al triunfo o a la derrota? Y está, además, una noción de ‘culpa trágica’ (individual) a través de la cual sea posible develar la condición humana reñida con la ética y los principios, seguramente ligados a la ‘razón’.
Hamlet es y será siempre un ‘personaje del futuro’. Enarbola él mismo, como un gesto no programado, un aura y un hálito incontenibles que lo elevan por encima de su propia ficción y la propia ficción del teatro de nuestros días. Huye del ´carácter densificado´ que algunos directores y actores vuelcan sobre el personaje, para desvirtuar toda idea de acción o dejar que la ‘reflexión monologuista’ sea la única estrategia alternativa por el afán de que Hamlet encarne la patología del héroe superior, casi sin catadura intelectual o ética.
Desde que A. Stein, a mediados del siglo XX, denunciara la ‘rehabilitación’ inmisericorde de Hamlet como un hecho casi brutal, hasta ciertas corrientes ideológicas extremas incluyendo el ‘realismo socialista’, Hamlet sufrió el discrimen y la acusación de su decadencia congénita. Como la de aquellos detractores eternos del príncipe, ‘que lo acusan de ser un enfermo, sin fe en sí mismo ni en nadie, un elemento nocivo en la comunidad en que vive (Wilson Knight), de no lograr dominio de sus pasiones (D. G. James), de ser una especie de discípulo de Maquiavelo, etc.’ (Nelson Osorio, Revista Aurora no. 7. Chile). En concreto, lo que verdaderamente les involucró a los talleristas, es la constatación de una corriente de pensamiento nueva, que conciba una tesis peculiar: a Hamlet también se le puede o se le debe sacar de sus circunstancias.
Ser o no Hamlet devuelve el personaje al teatro y le devuelve a la ficción, con un espectáculo que muestra que los rostros y las máscaras pueden ser intercambiables. Shakespeare dialoga con Dios en la imaginación de Borges, para pedirle ser él y nadie más, como se explica en el epígrafe con el que se abre el artículo. O, en definitiva, que todos, incluyendo el público, son intercambiables, por algún exceso de confiabilidad o por el exceso de familiaridad con el personaje, con la obra de Shakespeare y los contextos actuales. Eso lo sentimos por la abundancia de ironía y de humor que el grupo entrega para demostrar, además, que el lenguaje, en la obra de Shakespeare, también es un personaje que sobrevive por la combinación de emociones y dudas; de certezas y presentimientos. O, como efectivamente ocurrió con la muestra Ser o no Hamlet, en la que actrices, actores y el director, ayudaron a construir el personaje desde la ficción y la realidad del teatro.
El Director
Fabio Rubiano
Estuvo seis años en el taller permanente de investigación de Santiago García del teatro La Candelaria. Ha participado en numerosos cursos de dramaturgia impartidos por José Sanchis Sinisterra, Carlos José Reyes, Marco Antonio De La Parra, Mauricio Kartun, Rafael Spregelburd, Víctor Viviescas, entre otros.
Recibió el Premio Nacional de Dirección Teatral en 2013. En el 2011, su obra Sara dice recibió el Premio a la mejor obra 2010-2011 de la FGAA. Ha escrito más de 20 obras de teatro, de las cuales cuatro han recibido el Premio Nacional de Dramaturgia: Gracias por haber venido (1996), Cada vez que ladran los perros (1997), La penúltima cena (1999) y El Natalicio de Schumann (2009).
Ha sido merecedor de cinco becas de creación del Ministerio de Cultura; cuatro de sus obras han ganado premios de coproducción y dos han sido escritas gracias a residencias en el exterior (España y México). En el 2015 escribe Labio de Liebre una pieza de gran formato sobre el post-conflicto que lanza en coproducción con el Teatro Colón en Bogotá y es llevada a Europa en varias giras. Compañías de Eslovenia, Chile, México, Estados Unidos, Perú, España y Francia han montado sus obras. De igual forma, algunos de sus textos han sido traducidos al francés, inglés, esloveno, chino y portugués. En el 2017 escribe Yo (No) Estoy Loca un monólogo basado en historias reales de Marcela Valencia y otras mujeres. En 2018 abren La Santa Sede que sería entonces una de las salas de teatro más esperadas por sus seguidores devotos, la casa del Teatro Petra. https://es.wikipedia.org/wiki/Fabio_Rubiano
FICHA TÉCNICA
Obra: Ser o no Hamlet
Residentes: Tamiana Naranjo, Sofía Zapata, Sisa Sánchez, Alexandra Puyol, Mishell Banda, Fausto Zanafria, Sebastián Aguilar, Juan Bautista, Darla Alarcón, Cristina Duque.
Asistencia de residencia: Franklin Martínez
Bajo la dirección del maestro @fabiorubianoo (Colombia)
Producido por @imawa.ec
Teatro Capitol