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El Espantapájaros, una poética en escena/Jhonatan Salazar Achig

El Espantápajaros

El Espantapájaros, una poética en escena/Jhonatan Salazar Achig

Sin duda, el rasgo más distintivo de un haiku es su poética. Los haikus se conciben como un escritura corta, tres versos sin rima, de 5, 7 y 5 sílabas, respectivamente. Pero esa métrica es flexible, pues nada nos impide escribir haikus que tengan un número de sílabas ligeramente distinto al marcado, y no por ello dejarán de serlo. Un haiku es un tipo de poema breve en donde es tan importante lo que se dice como lo que se omite. Ahora pensemos en la posibilidad de una gran poética construida con la suma de haikus y convertida en dramaturgia, esa posibilidad existe y se aprecia en la obra El Espantapájaros, del grupo Deus Ex Machina, agrupación ecuatoriana-argentino con más de 16 años de trayectoria.

Para hablar de este gran poema teatral hace falta mencionar varias claves.

El Espantápajaros

Primera. Esta obra habla sobre un hombre viejo, que ante la soledad, trata de revivir los recuerdos, o más bien cuestiona su olvido, y en su esfuerzo por rememorar ese pasado cercano crea un diálogo con su espantapájaros; y con él y con la ayuda de la poesía recorre las escenas de su mundo interno, y allí da vida a los personajes que en algún momento fueron parte de su existencia. Tenemos así, los personajes como primera clave. 

Si parafraseo un famoso grabado[1] diré para iniciar: “El sueño de un solitario produce espantapájaros”, pero no uno común, sino aquel que mira el mundo que habita, uno que camina, canta, escribe, ama, un espantapájaros casi humano que se cuestiona el mundo, que se siente capaz de cambiar su naturaleza, un espantapájaros que no espanta a los pájaros sino que habla y vuela con ellos. Un espantapájaros demasiado humano que está más allá del típico arquetipo del cine, no es un espantapájaros de terror, sino uno más cercano a la tradición cultural japonesa. Comenta Sebastián Cattán, actor y director teatral de la obra (quien afirma haber estudiado bien ambos arquetipos para plantear este personaje), este es un espantapájaros mucho más cercano a como aparece en la poesía japonesa, es decir, como representación del hombre solitario.

Tenemos entonces al espantapájaros y al viejo solitario quienes guían esta historia. El viejo va narrándola pero lo hace desde el olvido, que al parecer es producto de un trauma que le impide precisar ciertos sucesos de su vida. Y es justamente su espantapájaros, que ataviado con ropajes desgastados, un roído sombrero de paja y una careta que oculta su rostro, quien asumen la búsqueda de esos sucesos, quien explora y se cuestiona, y es, al final, quien descubre lo que no se quería conocer, y es en ese momento cuando la máscara pasa al viejo y el uno se transforma en el otro.

El Espantápajaros

A esta pareja solitaria se suman Astor, un árbol sabio que tiene la capacidad de dar todos los frutos, y es el antagonista de la historia, desde donde se plantea la idea principal que atraviesa el texto, “el durazno no es más que un durazno”. Esa afirmación hace que el protagonista (espantapájaros) elucubre en la obra varias conclusiones, y de ellas las más hermosa es la  siguiente: “A este mundo le hace falta poesía. Mientras el durazno siga siendo el durazno, estamos condenados”. 

Otro personaje es Pedro, un cuervo al que le gusta presumir sobre sus viajes por el mundo. Pedro no puede estar quieto, tiene que moverse constantemente para sobrevivir, habita el mundo de forma precaria, no tiene nada, ni casa, ni a nadie, vive en la constante necesidad de subsistir, por eso su carácter práctico se contrapone al atributo poético del espantapájaros; sin embargo, no deja de construir hermosas certezas sobre la necesidad de movernos de nuestros sitios de confort, “tu no miras más allá de tu metro cuadrado”, dice. Pedro es el amigo que no ayuda en los dilemas sino que vive resolviendo los suyos, pero es quien camina contigo para resolver algo, para ayudarte a tomar decisiones.

Además tenemos también a Ella, la mujer que aparece poco, y no hace más cosa que tender la ropa. Sin embargo, Ella es la representación de la fuerza que te hacen querer cambiar. El espantapájaros la mira desde la colina y es Ella el pretexto para salir, para moverse, y en ese empeño comienza la aventura para conquistarla. En este juego hay algo mucho más allá de la representación de un amor romántico, está la fuerza de deseo y motivación al cambio, de mostrar el amor como una fuerza que inquieta tu mundo y lo cuestiona. Una fuerza transformadora que permitirá hacer que las cosas en el mundo cambien, que sea más de lo que puede ser.

Cattán empezó a escribir la obra con una pregunta en mente, ¿puede uno cambiar su naturaleza?. Como respuesta aparece esta poética dramaturgia.

La segunda clave es la música.

Sebastián comenta que en la mayoría de las obras del colectivo apuestan por la música en vivo y no por usar música de decorado o de fondo. En el caso de El Espantapájaros, la música se asume, literalmente, como un actor más. Vemos siempre en escena al músico, representado por el artista Antonio Escobar.

La música, en vivo, va contando la historia a su manera, de hecho hay momentos en que toma sus propias decisiones dramáticas, va interpretando los sonidos del valle donde acontece la historia, e incluso va sumando al músico en momentos de la obra. La música se creó en cada uno de los ensayos, es decir, se pasó un año y medio armando la obra y armando los sonidos al mismo tiempo. “En todo el tiempo de creación estuvo el músico probando los sonidos, los instrumentos. En el caso de El Espantapájaros la música es un actor más”, detalla Cattán.

El Espantápajaros

La tercera clave es la corporalidad

Adaptar la obra tuvo su proceso particular, una vez que tenían listo el guion no se empezó la puesta en escena, pues dejaron el texto de lado por seis meses para trabajar solamente el movimiento. “Nosotros, como grupo, evitamos acoplarnos a la forma del guion, lo usamos como pretexto para la investigación corporal. El teatro se descubre en el cuerpo, no se le impone al cuerpo”, señala en una entrevista para El Expreso, Florencia Zárate, actriz que da vida al personaje de Ella.

En escena los personajes tienen mucho movimiento, tal es así que a momentos se detienen y con humor expresan su cansancio. Cattán comenta que sí, que el movimiento es un protagonista y que de hecho la búsqueda del lenguaje corporal tuvo su proceso intenso ya que en su  manera de ver, hacer teatro no consiste en pararse quieto en el escenario y recitar un texto, sino que el cuerpo es un complemento indispensable.

El movimiento es clave en la exploración teatral del colectivo, trabajaron juntos en construir y crear nuevos matices en su lenguaje corporal, sin miedo a que ello vaya modificando y dando otro sentido a las historias. La exploración teatral consistió en un proceso arduo de ensayos que fueron grabados, hubo un momento en que tenían más de 200 horas de ensayo, porque su visión está enfocada a mejorar el trabajo teatral y no en llegar al escenario. Luego se pasó a verificar el material grabado para de allí elegir y quedarse con dos horas de trabajo, y a partir de esto se armó la estructura de la obra. Esa exploración corporal en el escenario permitió mirar el cuerpo como un saber que permite entender y trasmitir lo poético, explica Cattán.

Centrarse en el cuerpo y en movimiento les permite generar nuevas posibilidades de diálogo y romper la cuarta pared, usar el movimiento para involucrar al público. Hay algo de improvisación que se permiten en instantes, a partir de ciertos criterios que fueron descubriendo en la creación, a ratos son momentos de descanso tras la ajetreada actividad escénica. Hay un paréntesis más largo que les permite compartir la alegría de los personajes con la gente del público que sube al escenario voluntariamente, oportunidad que permite dejar al espectador en un lugar dramático, ya que en esa complicidad se alcanza la curva dramática, donde el espectador se siente incluido, para luego descender hacia el cierre.

Cuarta y última clave, la poesía.

Como se anotó, esta gran obra de teatro apela a lo poético y puede ser vista como la suma de haikus y sus respectivos kigo (esas palabras que indican la época del año a la que se refiere el poema). El Espnatapájaros está tejida con  fragmentos poéticos de Alejandra Pizarnik, de Verlaine, o sonetos de William Shakespeare e incluso se usan textos del afamado relato de El mago de Oz (donde también aparece un espantapájaros). 

Cattán detalla que, para el colectivo el teatro es un oficio poético, esta es una de sus reglas, porque es también una mirada poética de la vida, pues consideran que, en general, a la sociedad le falta poesía con su poder transformador, tal como ocurre en esta puesta en escena.

Deus Ex Machina presentó la obra el 24 y 25 de febrero en el Teatro Nacional Sucre, en Quito en su tercera temporada; su estreno fue en el 2019. Tres años más tarde, el colectivo decide volver con unas “ganas de revancha” teatral y llevar El Espantapájaros también Cuenca, Ibarra, Riobamba y Tulcán.

Ficha técnica

Dirección: Deus Ex Machina

Actúan: Sebastián Cattán (ECU); María Florencia Zarate (ARG); Isadora Fonseca (ECU)

Compositor Musical e intérprete: Antonio Escobar (BRA)

Producción General: Priscila Mejía

Diseño y confección de vestuario: Juana Micaela Arias

Asistentes de Escenario: Juana Micaela Arias; Karen Menendez, Valentina de Howit

Diseño escenografía: Víctor Soria (ECU), Deus Ex Machina

Diseño de Iluminación: Deus Ex machina

Diseño máscaras: Juana Micaela Arias, Leonardo Fernández

Diseño utilería: Laura Vásconez

Diseño gráfico: Alejo Calderón

Fotógrafo: Francisco Jarrín

Técnico de luces: Santiago Bone

Producción: Jc. Camacho

 

 






[1] “El sueño de la razón produce monstruos” obra de Goya 1797 - 1799. Aguafuerte, Aguatinta sobre papel verjurado, 306 x 201 mm

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