EL MODO DE LOS DÍAS
Sebastian Cattan
(Obra sin didascalias)
PARTE 1
Él1:
Soñé con vos,
Había olor a vino y oscuridad.
Había una habitación antigua de techo alto,
Con un ventanal abierto y una cortina que se movía por el viento.
Había ese olor a tu emponzoñado perfume y a los cigarros que fumo cuando te veo.
Una lámpara de velador que prácticamente no alumbraba
Y en el piso ropa, mucha ropa.
Yo, recostado, te miraba pasear,
Presuntamente desnuda, atravesando las sombras del lugar.
Como un vampiro.
Como una silueta que deambula seductora dejando ver, apenas, el contorno de su ser,
Que surge de la oscuridad por un segundo
Sólo para dejar que un poco de luz acaricie lo terso de su piel.
Te miraba recorrer como recordando.
Sonriendo, y hablando de nuestro encuentro, paseabas.
A veces tan cerca que la luz te iluminaba toda,
Y podía verte cálida, dorada en medio de tanta noche.
Yo estiraba la mano y con suerte rozaba
Tu rodilla que se volvía a esconder en las sombras.
Tú, ante mi contacto, volvías a reír.
A veces reías tanto que era sospechoso, tanto que parecía la risa de la mismísima locura.
Diste un salto y subiste de nuevo a la cama,
Te sentaste sobre tus piernas, y me pediste que ponga música.
Ella:
Hay un tocadiscos.
Él1:
Dijiste.
Ella:
No se cómo prenderlo.
Él1:
Yo me quedé mirándote, tan cerca.
Estiré la mano y toqué tu rodilla,
Y entonces la acaricié como quien acaricia una cicatriz, o una arruga.
Quise besarte, pero me levanté en busca del tocadiscos.
Y cuando volví ya estabas vos, envuelta entre las sábanas de la cama
Y los violines que sonaban.
Por un costado aparecía tu pie y enseguida a ese pie tu pierna.
Tu pierna que parecía infinita.
Creo que dije algo, no recuerdo qué.
bla bla bla
Vos me miraste, sonreíste y me insultaste, otra vez esa risa sospechosa.
Y lo siguiente que recuerdo es el olor a veneno de tu perfume. Tu cuello.
Tu espalda, tu ombligo, tu sexo, infinito,
Todo tu cuerpo infinito.
PARTE 2
Él2:
Estamos condenados, como si nos hubiésemos adormecido y dejado ganar por la pereza. Paseo por las noches y siento que pasaron cien años de oscuridad, los amaneceres se han vuelto insoportables por el insomnio que vive en mis ojos.
¿Qué haces?
Este es el modo de los días… y ya hartos, como siempre, es necesario despegar. Despeguemos vagabundos, clandestinos, indiferentes.
Como los fantasmas de lo que alguna vez fue una pareja. ¿Entiendes? ¿De qué te ríes?
Ella:
Sos un payaso
Él1:
Como los fantasmas de lo que alguna vez fue una pareja. ¿Entiendes? ¿De qué te ríes?
Ella:
Sos un payaso.
Él1:
Tengo las manos entumecidas; ármalo vos.
Ella:
¿Cuántas horas dormiste?
Él1:
No tengo idea, no sé si sabría decirte qué día es hoy.
Ella:
No es mucho de lo que viniste. ¿Para qué viniste?
Él1:
¿Es un chiste? Vine porque llamaste, dijiste que era urgente y que sería la última vez.
Él2:
¿Cuánto tiempo hace que estoy acá?
Él1:
Yo estuve ahí, parado en la ventana, preguntándote.
Él2:
¿Cuánto tiempo hace que estoy acá?
Él1:
Pero... ¿se acaba de mover la ventana?
Tengo la sensación de que no es la primera noche que paso aquí.
Ella:
Sabes bien que pasaste muchas noches.
Él2:
Me refiero a esta última visita.
Él1:
Me refiero a esta última visita.
Ella:
Van dos o tres días. Debes admitir que tienes todo lo que necesitas.
Él1:
¿Cuánto tiempo ha durado esta tormenta?, parece que no dejará de llover nunca.
Ella:
Toma.
Él2:
¿Qué tienes ahí?
Ella:
Está listo.
Él1:
¿Qué tienes ahí?
Ella:
Lo condimenté para vos. No debiste alejarte nunca.
Él2:
¿Cuánto tiempo va a durar esta tormenta?, parece que no va a dejar de llover nunca.
Ella:
Estas paredes son las únicas que podrían ser tu hogar.
Él2:
Lo que amo se encuentra lejos de estas cuatro paredes apolilladas.
Ella:
"Espantoso juego del amor, en el cual es preciso que uno de ambos jugadores pierda el gobierno de sí mismo".
Él1:
Baudelaire.
Él2:
Baudelaire, recuerdo cuánto lo leías.
Ella:
Yo no me gobierno más, ahora sos vos el que gobierna en mí.
Él1:
Esto es enfermizo.
Acabo de tener un momento de lucidez.
Él2:
Debería aprovechar y salir de esta casa.
Él1:
Me voy
Ella:
No podes irte, el invierno sopla y el invierno acecha. Morirías congelado.
Él2:
Me voy, tus luces empiezan a cambiar y te anochece la piel. Te dejo ahí junto a...
¿Qué tienes ahí?
Ella:
Miel, una miel especial. Te aseguro que nunca probaste nada así.
“¡Ay! Los vicios humanos. Son ellos los que contienen la prueba de nuestro amor por el infinito".
Él2:
Deja de citar esa poesía maldita.
Ella:
Puedo ver por el brillo de tus pupilas que has vuelto a recordar porqué este siempre debió ser tu hogar.
Él1:
Creo que lo único que extraño es la miel.
Ella:
¿Entonces te quedas?
Él2:
¿Tienes algo para tomar?
Ella:
Siempre.
Él2:
No me refería a esto cuando pedí algo para tomar, sabe a diablos...
Ella:
Antes te gustaba.
Él1:
¿Tienes algo para tomar?
Ella:
Siempre.
Él1:
No me refería a esto cuando pedí algo para tomar, sabe a diablos...
Ella:
Antes te gustaba.
Él2:
¿Es la primera vez que me das de beber esto desde que estoy acá?
Ella:
Acabas de llegar.
Él1:
Acabo de tener un dejavú.
Él2:
Vivimos como al acecho, buscando un tema en común. Un interés común, como reptando por la madera de la casa.
Él1:
¿Por qué quieres retenerme acá si de todos modos no me puedo ir?
Ella:
Porque me basta con que lo quieras mi amor.
Él2:
¿Qué le pusiste?
Él1:
Todo me empieza a pesar… y a mi pesar.
Él2:
Qué estúpida sensación.
Él1:
¿Qué le pusiste?
Ella:
El olor a canela, a madera mojada, a aguacero.
El olor a cerezas. Y el sueño constante, el cansancio constante.
Él2:
Y la flor de jardín sobre tu pelo.
Ella:
Las canciones, los poemas.
Él2:
La tinta negra ensuciando el piso.
Ella:
El opio, el humo del sueño, de la siesta llenando los cuartos.
Él2:
Trepando los muros como una niebla encarcelada.
Él1:
Entrando por todos los poros del cuerpo.
El sueño invadiéndolo todo. Sueño infame, la flor del sueño, el humo de la inconsciencia y la conciencia absoluta.
PARTE 3
Ella:
Como me estremece encontrarte hasta en sueños, y es que ya hacía tiempo que no me atraía a la infinita locura de pasear por tu memoria. Es que fueron tantos días, tantos minutos que ya hasta mis más largos versos se habían cansado de esperar tu regreso. Ansiaba los días de brisa, esos en los que te entretenías jugando entre mis piernas. No dejé de pensarte ni un segundo, dejaste en mí un deseo voraz de buscarte, de tomarte por sorpresa en la oscuridad de la noche, aparecer como un vampiro. Tantas lágrimas lloré que me empecé a ahogar, tantas lágrimas en tu cuello que me empecé a ahogar. Te deseaba, por el cielo encima mío te deseaba. Prefiero verte dormido eternamente junto a mí, no me importaría que no puedas moverte, ni hablar. Tu felicidad en la lejanía solo significa aburrimiento para mí. Podría incendiarme del aburrimiento. Las lágrimas de aquella que te espera, de aquella que pasea por esos lugares verdes de los que crees formar parte. Todo su llanto me es indiferente, puede pasarse la vida esperando que regreses. Naciste de vientre vagabundo, no entiendo tu deseo de cambiar lo que eres, eres noche y eres perdición, siempre lo fuiste.
PARTE 4
Él2:
¿Cuánto tiempo hace que estoy aquí?
Ella:
Tranquilo, acabas de llegar.
Él1:
Tengo la sensación de que no es la primera noche que paso acá.
Ella:
Sabes bien que pasaste muchas noches.
Él1:
Me refiero a esta última visita.
Él2:
Una, o demasiadas mañanas... demasiadas noches o ninguna.
Él1:
Este es el modo de los días.
Él2:
En el medio de la noche soy el rey de los payasos ebrios. ¡Qué conveniente, damas y caballeros!
Él1:
Qué cuadros horribles adornan las paredes de tu casa.
Ella:
Decoraremos las telarañas a tu gusto. ¿Qué quieres para cenar?
Él2:
Nada de lo que cocines me va a convencer de quedarme.
Ella:
Esta casa está hecha para dos. Sola soy un fantasma que se pasea por estos corredores.
Mi cama es grande y hay comida suficiente para que no salgamos en meses. Ya casi no hay luz y no hay manera de salir de acá. El invierno sopla y el invierno acecha. Recuéstate.
Él1:
No me voy a acostar y no me pienso acostar. Tu olor no me va a convencer de compartir la locura a la que me invitas.
Él2:
Tengo compromisos mayores que este y no me importa si el invierno sopla o el invierno acecha, lo que amo está lejos de estas cuatro paredes apolilladas.
Ella:
Antes eran tiempos difíciles. Caminabas afiebrado y paseabas por entre la niebla, bajo la lluvia. Te arrastrabas por el fango. Eran tiempos difíciles, tiempos de fiebre. No tenías nada en los bolsillos, solo un par de naipes y restos de cigarros ya fumados. Yo estuve para vos cuando no tenías más que zapatos enmohecidos y deseos de miel. En ese entonces esta casa era un paraíso para vos. Un poco de miel. Eso es lo que de verdad quieres. Nubes llenas de espacio por descubrir. Estoy lidiando con el pasar de los días. Una noche o demasiadas. Mírate estás por desmayarte.
PARTE 5
Él1:
Este es el modo de los días. Es el invierno lleno de fiebre. Deshabita el corazón, esperar mil horas, luego de eso, correr otra vez. Detente la noche siguiente estará ahí fuera. Golpeará la puerta para entrar y en lugar de eso correrá porque viene otro día.
Él2:
Pájaros que vuelan alto, ustedes saben cómo me siento. Sol que estás ahí, vos sabes cómo me siento. Peces que nadan en el mar ustedes saben cómo me siento. Damas, caballeros, me ahogaré entre sus aplausos. Su imagen es más grosera de lo que pensé. Es la intensidad de un vals que se va. Es como el crimen de una madre.
¡Ven! Vamos al acantilado que me gusta el vértigo que se siente.
Él1:
Le dije.
Ella:
Vos quieres caerte al vacío.
Él1:
Me contestó.
Él2:
No, pero desde ahí desde donde estás no se puede ver todo el paisaje. Hay que venir hasta acá, al borde.
Él1:
Le insistí.
Ella:
Yo veo desde acá, se ve todo perfectamente, más cerca del borde simplemente es más peligroso.
Él2:
No. Desde donde estás no se puede ver cuán alto estamos y cuán profundo es.
Ella:
Yo veo, ni loca me asomo por ahí, no hay nada seguro de que agarrarse.
Él2:
Ya no quiero estar más en el borde.
Él1:
Ahora quiero saltar.
Él2:
Ahora quiero saltar.
Él1:
Es el verano lleno de fiebre, son los árboles en llamas. Es tiempo de bailar como viejitos.
Él2:
Yo te dije que debíamos saltar. Mis ojos se velan y mi rostro comienza a volar de embriaguez, me hacen creer que te puedo llevar lejos, muy lejos, que podemos estar en el mismo lugar al mismo tiempo. Escucha. Algunos prefieren esperar que eso sea el sonido de las lágrimas cayendo en el asfalto. Yo no puedo esperar, solo correr, correr a recoger los restos. La melancolía es dulce y en la oscuridad la noche es más fácil de encontrar, pero quien diría que te encontraría en el fluorescente resplandor de tus ojos. ¿O fuiste vos quien me encontró?
Ella:
¿Podemos estar en el mismo lugar y al mismo tiempo?
Él2:
No sé, para saberlo tendría que hacerte sentir el frio. Y eso me llevaría a mí al olvido y a vos a un infierno gris.
Parte 6
Él1:
¿Qué hiciste conmigo? No eras vos con quien soñaba, era alguien más, distinto de vos. Mejor que vos. Había un espacio verde y una pradera, estaba lejos de aquí, lejos de vos y de este laberinto del que no puedo escapar. ¿Cuánto hace que estoy acá? ¿Pasó la noche ya?
Ella:
La noche y el día.
Él1:
Mira. Me lastimo la rodilla, juego con la cicatriz. En medio de la noche soy un animal que corre por los tejados. Vos no sos el calor de tu piel. No toques, no duele.
Ella:
Yo siempre me acuerdo de vos. Déjame decirlo diferente, puedes acordarte de mí y curarme este dolor. Qué golpe tan sólido. A veces me pregunto si a diferencia de mí, vos no eres una persona rota. ¿Qué hay en tus bolsillos? Naipes, y restos de cigarros. ¿Qué hay en los míos? Guardado el amor demente sin modo de liberarlo, así es el modo de los días. Yo me duermo por ahí. Busco un poco de gloria en la carne mientras la despiadada noche me deshabita el corazón. La vejez vagabunda me acompaña como pareja de fiesta, como si fuese mi verdadero amor. Yo he venido disfrazada de payaso, y corro entre los que están mejor disfrazados que yo, como huyendo de una broma moderna. Reconozco tras las máscaras del resto de invitados a esa compañera carroñera. Yo siempre me acuerdo de vos. Déjame quitarte el cinturón. Puedo llevarte lejos, muy lejos, cambiar el modo de los días por un día más. Yo te escuche decir que tal vez, quizás, uno de estos días. Tenía una foto tuya, ¿Sabes? Espérame mientras la busco.
Él2:
No quiero la foto.
Él1:
No la quiero. Yo también me acuerdo de vos... aunque no sé si te pediría que te acuerdes de mí. Pero si, me acuerdo de vos. La arena en las manos, los puños dolían. Enterré todo lo que quedaba de esta persona rota.
Ella:
Sácame de este desbalance. Tengo tanto tiempo y no soporto mi habitación. Te amaría complacida una noche más.
Él1:
Vos no sos el calor de tu piel...
A media noche seré el rey de los huesos, un símbolo de los payasos ebrios. El día se hizo oscuro, pero no importa, es el modo en el que siguen los días. Estoy cansado del modo de los días, harto del modo en que siguen los días. Sostén un segundo esa imagen. Soy una persona rota, alguien ahogado, floto y me quemo. Es divino verme.
Ella:
Eres divino.
Él2:
Soy divino.
Él1:
Yo tenía...
Ella:
Sueños, demasiados sueños. Y una foto. Espérame mientras te tomo una foto. Puedo llevarte lejos, muy lejos. Cambiar el modo de los días por un día más. Yo te escuche decir que tal vez, quizás, uno de estos días. De pronto es muy claro para mí que no es el fondo. Piensa en vos viviendo para mí, lejos de esta respuesta vieja. Un montón de huesos amontonándose entre sí con intención de no estar solos, un cementerio. Un montón, un millón, mil millas de tierra helada. Sonríe, Sonríe. Tal vez uno se hace daño al hacer o al decir. Tal vez nos fuimos callando lentamente. Tal vez no se oía con claridad. Tal vez son las voces de la soledad gritando claras desde el lugar que eludimos. Nada para mí nunca más, ya nada tiene control.
Él1:
Sostén mi mano, yo voy hacia abajo. Sostén mi garganta y haz que se pase la fiebre. Más fuerte.
Yo era feliz, ¿sabes? Feliz para siempre. Había una pradera y un espacio verde. Y una muchacha, rubia y hermosa como el verano. Ahora solo hay cartas, restos de cigarrillos.
PARTE 7
Ella:
Esa pequeñez de tu maldad. Maldad que creíste enorme pero que yo vi del tamaño de una travesura. Un gesto irreverente, pero joven. Y que en mi despertó un amor distinto. Despreocupado, volátil, feroz. Fuiste como una llama que empezó pequeña y que en un suspiro se transformó en un incendio. Un fuego necesario. Yo sin saberlo aún te había estado esperando toda la vida.
Él2:
Traías en la piel el olor a las flores pequeñas que crecen en las afueras de las ciudades grandes.
Ella:
Traía la piel barnizada con rocío, con gotas de llovizna de madrugada. Me tomaste entre tus manos. Tus manos olían a tabaco.
Él2:
Eras bella, tus ojos eran calmos, pero ansiaban correr en la mitad de la noche. Mis manos eran torpes.
Ella:
Yo era torpe y bella. Déjame te limpio la piel, te acaricio la espalda. Te curo la rodilla.
Él2:
Ya te dije que no toques. No es que no te haya amado, pero lo que ahora amo se encuentra lejos de acá. Ella es el calor de su piel, ella es la verdad que viene de dentro. Ella no quiere correr, solo esperar.
Ella:
Te fuiste. Me dejaste sola, sola con la noche, con los árboles cargados de búhos; con la miel. Y pude ver tu maldad, no era una travesura. Era maldad.
PARTE8
Él2:
Intento alcanzarte, y lo hago. El tiempo está lento para mí. Sobre todo, o a pesar de que algo me preocupa y es que podrías ser vos, y no ella, el amor que quiero conocer para siempre. Un obstáculo en mi pecho que pareciera ser una salutación, o un adiós. Si quieres puedes venir y probarme y robarme de este frío de fiebre. Dijiste que podríamos, tal vez, quizás, uno de estos días, dijiste. Una extraña fortuna me brinda este intento de mantenerme vivo. Sonrío como si ya nos conociéramos. ¿Te acuerdas? Yo me acuerdo y me sigue cazando. Ya no sé quién está en mis sueños. Cuando visito el frío de tu casa y el invierno de tus tierras me duele enteramente el cuerpo. De pronto violines. Una crueldad musicalizada con la mayor de las bellezas. Como un fantasma atravesé las ventanas de tus delirios. Como un espíritu poseso, como un alma invocada. Es la libertad del alma lo que sangraba en tus sueños. Rompí los vidrios y provoqué el espanto, las heridas, los ojos abiertos. No te preocupes más por la fiebre que cuando yo sea viejo esto ya no existirá. Soy una fuerza destructiva, pero tengo orgullo. Pobre dama abandonada, pobre delirio sin movimiento. ¿Qué estás buscando en medio de la noche, criatura? Ahora que el hambre se fue, deberíamos aprovechar y decirnos adiós, hasta luego, nos veremos pronto. Pasarán varios años y momentos desagradables de redención. Tumbas y tumbas con frases de “siempre te recordaré”. Oh criatura, ¿de qué viniste disfrazada a esta noche de brujas?
Ella:
Despiadado.
Él1:
Como un despiadado grité por las noches.
Él2:
Violador de costumbres.
Él1:
Ladrón demente que duerme en parques y túneles. Gritar, ese es el modo de los días.
Él2:
Morir despacio es el modo en que siguen los días.
Él1:
Consumiendo miedos como quien se aferra a una droga no sólo por la adicción sino por el placer infinito de sentirse drogado.
Él2:
Dijiste quizás, en el momento oportuno, tal vez. Soy la embriaguez esquelética de un payaso.
Él1:
Los ojos abiertos, las heridas, el escalofrío.
Él2:
La fiebre. El mar me llama.
Ella:
Espera.
Él1:
El silencio del mar llama otra vez.
Ella:
Espera, si te vas a ir por lo menos decime que te espere. Espera, dime. Dime que te espere, si me dices que te espere yo te espero. Tal vez no somos tan extraños; los búhos dicen que no se aman entre ellos como lo hacíamos nosotros. Solo cuando no fallas, dicen. Yo los escuche la otra noche mientras todos dormían y ellos seguían hablando. Dime que te espere, los búhos nunca van a amarse del modo en que nosotros lo hacemos.
Él1:
Me lo quiero quitar, quitármelo, me lo quiero quitar. Todo retumba y a veces pienso que soy más grande que la arena; espera, dime, ¿existe algo más grande que la arena? Porque yo a veces pienso que soy más grande que el sol. Todo retumba y hay veces que soy más grande que la luz y que el sonido. Me lo quiero quitar, quitármelo. Me lo quiero quitar. Quiero salvar estos anillos, estas campanas, quiero salvar mi nueva vida, la pradera, el verano. Quiero alejarme de una vez por todas de este maldito modo en que siguen los días. Una o demasiadas mañanas. Demasiadas noches o ninguna. Mis caminos están fuera de control pero sigo caminando. Camino desequilibrado como la embriaguez esquelética de un payaso, pero sigo. Camino sin control. Sé que dejé las cosas irse, escaparse fuera de control. Soy el que tropieza y cae.
Él2:
Soy el único que cae y tropieza. Corro y corro y yo desequilibrado voy, con las rodillas raspadas y el cerebro fracturado, voy. Creyendo que nunca salí de casa. Creciendo como si nunca hubiese salido de casa. Ahora podemos ser desgraciados, podemos ser infelices y sufrir. Porque esos días nos fueron dados y ya no habrá vergüenza ni sangre que nos manche.
Él1:
Sonríe.
Él2:
Sonríe.
Ella:
Mi amor, mi fantasma, debajo de la neblina creo que estoy en casa. Yo no necesito ojos, ni lunas. Cambiaste mi vida, éramos como el césped, como la arena del mar. No necesito cadenas ni grilletes, ya siento vergüenza de este amor. Cambiaste el modo de los días, casi que no reconozco las mentiras, solo la vergüenza. Saltaría al fuego, y aceptaría la culpa pero me estás pasando por encima. Ni los animales se amaban como nosotros y lo dejamos irse por noches y días.
PARTE 9
Él2:
Qué momento apocalíptico el que se acerca, qué palpitaciones tan bruscas me rompen las costillas. Hay que hacer fila para asistir al cementerio a dejar caer flores a los esqueletos de los viejos héroes. Las nubes viajan con premoniciones de lluvias, los vagabundos se apilan unos sobre otros. Las casas caen a pedazos y dejan a sus dueños en pedazos. Qué sudor frío y cobarde; qué amor incompleto y carroñero. Tomaría un vaso de agua para lavar el mal sabor de la boca y del alma. Yo me bebí tus labios que eran de vino. Este es el modo de los días… la melancolía de no verte pasear por el abismo de la ciudad que no llueve sin vos.
Él1:
Sin vos soy un volcán de huesos, apagado. Un piso decorado con las vértebras de cabras; soy las necesidades de mi carne, la médula de mis huesos. ¿Cuánto tiempo hace que estamos así? ¿Ya pasó el día?
Él2:
Es la sombra en el cielo lo que me dice que es de noche. Soy el desequilibrio eterno de un payaso.
Él1:
Segundos pasaron y me di cuenta. La gente en la fiesta pensaba que no, pero me di cuenta.
Ella:
Llevamos varias horas bailando, seguros de que somos la verdad que viene de dentro. ¿Quieres correr o seguimos bailando?
Él2:
Segundos pasaron, la gente creyó que no, pero lo noté. A veces caigo en lo que caigo.
Ella:
Así debe ser el común de las noches. Qué música feliz recorre mis venas y los corredores de la casa. Las maderas apolilladas se estremecen con tus pisadas y tu presencia.
El2:
Tengo el recuerdo de una muchacha linda como el verano.
Ella:
¡Volviste!...
Él1:
Pienso en vos.
Ella:
Piensa en vos viviendo para mí lejos de esta respuesta vieja, dijiste que viviríamos lejos en algún día lejano.
Él1:
Acabo de tener un momento de lucidez.
Él2:
Deberíamos aprovechar y salir de esta casa
Él1:
Vámonos.
Él2:
Nuestros cuerpos no soportan más esta tormenta.
Ella:
¿Cuánto tiempo hace que estamos así?
Él1:
Las palabras ya no importan. Ni lo que era la sonrisa… o la luna.
Él2:
Nada para mí nunca más, ya nada tiene control.
Él1:
“Oh, querida Julieta. ¿Por qué sigues siendo tan bella? Me quedaré contigo para siempre; sin volver a marchar jamás de este palacio de noche sombría. Aquí quiero quedarme con los gusanos, doncellas de tu servidumbre, aquí estableceré mi descanso eterno…
Él2:
Y liberaré del yugo de las desfavorables estrellas esta carne cansada del mundo. Ojos mirad por última vez, brazos dad vuestro último abrazo y labios, puertas del aliento, sellad con un casto beso…”
PARTE 10
Ella:
Luego de haber calentado mi alma con una fuerte dosis de desmedido amor,
Y verme hoy sola, con este dolor feroz
Me entrego a las artes ocultas que prometen curar mi desaliento.
Hago un pedido de frío, que congele mi latir hasta que me recupere.
Desnuda dejo caer en frente mío una cascada de agua helada, mojándome los pies y los sueños.
Luego inundo mi cabeza hasta casi no respirar.
Temblorosa y sin aliento toco mi pecho para ver si aún no se ha enfriado
Y maldiciendo el calor de otras épocas, mastico hielo dejándome calmar.
Me cubro el cuerpo con algas, cobijando mis añoranzas,
Susurrando frases perdidas sobre los momentos queridos.
Escupo al piso como insultando al fuego
Que en otros tiempos me alegraba el entrecejo.
Y remojo mis nubes en los recuerdos que en mi piel dejaron tus dedos.
Con un azar de hierbas malas, y un ramo de girasoles
Preparo al final una bebida amarga
E invocando al frío de las montañas nevadas
Me atraganto la nefasta soledad del mañana.
-Telón-.