EL PARAÍSO UTÓPICO O LA PARANOIA DEL SOBREVIVIENTE / Santiago Ribadeneira Aguirre
Grel y Avelina son dos mujeres comunes y corrientes, que por alguna circunstancia permanecen encerradas en una casa, fraguando la idea de llegar lo más pronto posible al paraíso. Atrapadas por la paranoia y la falta de definiciones, crean un manual de instrucciones que deben seguir al pie de la letra. Sin rasgos propios, las mujeres deliran, confrontan, discuten respecto del sentimiento de pertenencia que desconoce la participación colectiva. Es la metamorfosis de los afectos individuales y la excitación compartida.
El paraíso (milteano o no, que gira en torno al bien y el mal) es entendido en el juego de la sobrevivencia como el signo de lo aporético, la contradicción imposible de resolver. El Paraíso Siteriano (creación y dirección de Martín Peña y el Teatro del Cielo) que cerró una fructífera jornada de Fiesta Escénica organizada por el Teatro Sucre, puede ser una falsa ganancia porque la idea está elaborada como lo virtualmente inalcanzable. Se trata de conseguir, mediante la aplicación de normas o reglas establecidas a priori, un lugar que pudiera ofrecer aquellas condiciones de vida que el ser humano ha buscado desde siempre en la tierra.
La Utopía o la Quimera, están cargadas de provisionalidad, creyendo que desde el encierro (no sabemos si es voluntario o no) se puede fundar lo promisorio. La forma de sobrevivencia es la propia reinterpretación del signo de lo utópico que se mueve desde una perspectiva de ingenuidad, hacia un convencimiento más bien intuitivo. Al contrario de las aporías de Zenón, Grel (Janet Gómez) y Avelina (Paula Almeida), a su manera, esta vez tratan de demostrarse que el Paraíso existe, y de auto convencerse que ellas pueden convertirse en ‘mujeres siterianas’. Los momentos transcurren mientras las instrucciones de Grel parecen convencer a Avelina que la idea del Paraíso es una forma consciente de una futura existencia feliz.
Si hay Paraíso puede haber un nuevo amanecer. O lo contrario: el verdadero amanecer despeja el individualismo de los fantasmas y la debilidad congénita. Desprendidas de sus conjeturas, tanto Grel como Avelina pronostican que hay una lección que debe ser necesariamente aprendida: la experiencia del encierro, del claustro obligado que les ha negado lo visible, la realidad de esa misma experiencia para desconfiar de la imaginación e incluso del carácter fortuito de los hechos. Una postura ‘utópica’ que solamente puede ser entendida y aceptada si nos dejamos envolver por la ficción y las sensibilidades convergentes de los personajes y los espectadores. ¿Aceptar a pie juntillas el temple admonitorio del Paraíso Siteriano que dibuja la imagen de la naturaleza humana desde la sorpresa y el sobresalto? Muy pertinente para estos momentos de desconcierto existencial, vivencial, violento e histórico que obliga a imaginar un amanecer venturoso que nos despeje de las visiones escépticas y desencantadas.
Asistimos a la transformación racional de los deseos y la distinción última entre pasión y logos. El Paraíso se (des) materializa en la imaginación mientras la Casa deja ser el lugar de culto para ser el templo inesperado. El encierro, después del aparente convencimiento inicial, no ha terminado. Sin embargo, ambas mujeres se salen del ‘discurso’ utópico pensando que esa forma de existencia no era viable. Lo dice Avelina que inserta en la disputa la duda: sobre la existencia del Paraíso y de la ‘redención’. Las pulsiones compartidas desestiman, a la larga, cualquier efecto de cohesión. Las pulsiones del inicio, las reglas y normas del Manual para alcanzar el Paraíso, resultan reducibles a la condición de ser uno, de ser apenas las sobrevivientes que miran alrededor sin encontrar a nadie más.
Ficha técnica
Grupo: Teatro del Cielo
Obra: Paraíso Siteriano
Actuación: Janet Gómez y Paula Almeida Correa
Diseño sonoro: Martín Peña Vásquez
Dirección, texto y dramaturgia: Martín Peña Vásquez
Lugar: Teatro Variedades / Fiesta escénica