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El que se queda /Santiago Rivadeneira Aguirre

Foto: Silvia Echevarria/ Archivo El Apuntador

El que se queda /Santiago Rivadeneira Aguirre

La Tonada de luna llena de Simón Díaz, que abre la obra, es al mismo tiempo un anticipo y una consecuencia. Suena como una invocación lejana. El hombre joven, semi desnudo, tiene la vista perdida y extraviada. Se viste con parsimonia. Y para disimular la agitación adereza un tono distendido que parece de reconciliación.

La atmósfera se estremece cuando unas campanadas pueden ser el anuncio esperado, aunque ahora los hechos que va a narrar, forman parte del universo hostil que Juan José García Hernández, el hombre joven, debe delimitar. Son itinerarios estancados, sin matices, que le obligan a mimetizarse cada vez: es el hijo a cargo de sus padres, el enamorado frustrado y el amigo paciente. Es el que se queda, el que jamás podrá dejar el pueblo.    

Está encerrado en el miedo, las sospechas y la aprensión. El exceso de cercanía a las vicisitudes, antiguas y recientes, puede llevarle a la autodestrucción. También están la culpa y aquella ansiedad mimética que le ata al pasado. “Yo soy el cantor del pueblo”, se dice a sí mismo. Cantar para sobrevivir. Los estribillos de un albazo que se agotan enseguida. El encontronazo catártico con el recuerdo de la madre, ‘la más influyente del pueblo’. La que le defendía de las agresiones de los otros niños. La mejor curandera de la región y la que le enseñó a apreciar el recuerdo del padre ausente, que un día viajó al norte, ‘donde se cumplen los sueños, para darnos más seguridad’.

El padre fue viento y Juan José montaña. De esa manera se prefigura el conflicto y las diferencias. El regreso intempestivo del padre enfermo, trunca todas las expectativas. A la hora de entender las derivaciones sentimentales a las que se enfrenta JJ –así le decía su amigo Sergio- añora lo que no tiene. Por eso bosqueja en el espacio y narra con fruición y deleite, por ejemplo el encuentro extraordinario con Marina, la sobrina del panadero, que cruza la plaza del pueblo en dirección al almacén donde trabaja. Y están los reproches de Sergio, que no le auguraba ningún futuro a esa relación mientras la propia, con Rosita Flores, también se destruye.

La bruma se apodera de la historia. Los episodios de sufrimiento y desazón son totales para el personaje. Parte del ritual narrativo hace que la historia se vuelque hacia el escepticismo moral y una dramaturgia que no puede abandonar lo simplemente episódico, aleatorio y, sin duda, también inalterable. La obra se sostiene en ese ‘mecanismo mimético’ salpicado de acontecimientos fatales: el suicidio de Sergio y la desaparición y asesinato de Marina. Son las inducciones como un ascendente dramático final, hasta que Juan José define el conflicto, con la lectura de una carta que ha dejado el padre bajo la almohada antes de morir.

Ficha técnica

Actor, autor, director: Eduardo Hinojosa

Producción: Distópico teatro

Lugar: Teatro Malayerba

VB Ingeniería teatral / Un encuentro con lo súbito / Santiago Rivadeneira Aguirre

VB Ingeniería teatral / Un encuentro con lo súbito / Santiago Rivadeneira Aguirre

Territorialidades teatrales en el FIT de Manta /Santiago Rivadeneira Aguirre

Territorialidades teatrales en el FIT de Manta /Santiago Rivadeneira Aguirre