Festival de Artes Escénicas- Casa Mitómana- Lecturas diversas… Johana Jara Velasquez
¿Qué sueñan las piedras?
La primera obra que se vio en el escenario de Casa Mitómana fue de Andrea Alejandro, ¿Qué sueñan las piedras? se pregunta este artista emergente seleccionado para este festival.
Su trabajo nace de toda una inquietud cuasi filosófica y poética acerca de las piedras. Es interesante el trayecto que se ha marcado, porque generalmente, las primeras obras tienen una gran dosis de intuición, de impulso. Andrea Alejandro camina con la calma de un pensamiento reflexivo, curioso, con una mirada atenta, en este caso a las piedras, esos minerales ancianos que han permanecido a lo largo del tiempo. Él señala que, parte de su creación nace de un poema, que nada tiene que ver con las piedras, Canto, de María Auxiliadora Balladares, una poesía que es como su biblia, la lee y relee incesantemente.
Lo cierto es que, trasladar todas estas sensaciones al cuerpo, al lenguaje verbal y escénico es tarea ardua y compleja, más aún cuando el texto no es precisamente dramático, no hay diálogo con los objetos, hay contemplación y exposición, dos instancias complicadas para trasladarlas al público, que por supuesto, permanece silencioso y atento a cada movimiento en la escena. Un trabajo arriesgado, cómo no, del que este personaje sale a flote, principalmente por su decisión de ‘ser’ en escena, uno de los ingredientes que el espectador aprecia; el resto irá llegando con la experiencia.
Pan de las 10
Pan de las 10. Colectivo norte (Cuenca, Ecuador)
Entre las obras del Festival de Artes Escénicas- Casa Mitómana , estuvo Pan de las 10, del Colectivo Norte (Cuenca), realizada por un talentoso equipo que ha sabido captar la esencia del trabajo obrero. Presenta un homenaje conmovedor a la labor de los albañiles, un trabajo poco reconocido pero tan necesario. Desde el primer momento sentimos el sacrificio, el esfuerzo, la camaradería en la representación de estos personajes, narrándonos de una forma ligera la cotidianidad de alistarse para ir a trabajar; cada imagen narra la realidad de la jornada laboral, la lucha por los derechos y un escondido anhelo por el reconocimiento .
Las actuaciones y la destreza física son sin duda uno de los puntos fuertes de la obra, ya que logran transmitir una autenticidad que resuena en cada acción. La química entre ellos es palpable, lo que permite que las dinámicas grupales fluyan con naturalidad, con una buena construcción de personajes, jóvenes soñadores, entusiastas e inagotables, con pequeños matices individuales.
La Escenografía también destaca por la simpleza y la múltiple utilidad, que en la destreza se realiza de forma simple y efectiva, complementando con la iluminación que de alguna manera acentúa las emociones y crea atmosferas, y, en la repetición de las acciones se ve cómo avanza el día y el trabajo es eterno.
La música también juega un papel fundamental en la obra, suena como un taladro de principio a fin, con unos pequeños respiros de cambios de melodías, recalcando el momento del receso y subrayando el título de la obra.
La obra no solo visibiliza el trabajo de los albañiles, también invita a la audiencia a cuestionar su propia relación con el trabajo y el valor que le otorgamos, asimismo creo que es un llamado a la empatía, a dejar de invisibilizar a quienes construyen -los albañiles- cuyo esfuerzo y dedicación son fundamentales para el tejido social. Es una obra clara, y me dejó reflexionando que ser artista es ser obrero, porque aquí ¡se hace de todo!.
Esqueletos caídos
Esqueletos caídos. Ana Jácome (Ecuador)
Colectivo Cuerpo Denuncia, Anna Jácome, -Quito- es una exploración audaz y conmovedora de la rutina y el encierro que muchas personas enfrentan es su vida cotidiana. Desde el primer momento atrapada en un espacio lleno de símbolos, y que de alguna manera me hacen sentir el encierro o una especie de claustrofobia de la vida doméstica, representada de manera efectiva en un triángulo dibujado por sogas en el aire, donde podemos enmarcar el encierro en la feminidad y; no solo es un elemento visual, sino que se convierte en un símbolo de las limitaciones impuestas por de la sociedad.
Tres sillas en escena, una representación poderosa de los diversos aspectos femeninos. Silla 1: El rechazo a la religión, a ser santa e inmaculada y a la imposición del rezo; evoca una crítica a las expectativas religiosas y sociales que nuevamente limitan a la mujer y queda una sensación de impotencia. Silla 2: destreza en mantener todo limpio, un retrato crudo de las exigencias que se impone para mantener el hogar en orden, la sensación se transforma en una lucha, mostrando como las tareas cotidianas se pueden convertir en un peso abrumador. Silla 3: el oficio de vestirse, es tal vez uno de los momentos más poéticos ya que hay un proceso de resignificación y liberación. A pesar del encierro y la rutina hay una conexión más amplia con el mundo. Las transiciones entre los momentos son fluidos, aunque tal vez muy rápidos.
Es una obra que busca desafiar las normas y lo establecido sobre el papel de la mujer en la sociedad, a través del enfoque y la fuerte carga simbólica crea un espacio que intenta callar las voces femeninas y ante toda esta carga se escucha una voz joven que palpita como pajarito en un bosque lleno de escombros.
Es una experiencia que nos invita a mirar más allá de las rutinas diarias y a reconocer los ‘esqueletos’ que llevamos dentro.
Pantagruel
Pantagruel. Carolina de Mello -Brasil
La obra de Carolina de Mello -Brasil-, se presenta como un viaje provocador e introspectivo que desafía las convenciones del teatro contemporáneo. Desde el momento en que se entra al espacio escénico, cubierto de papel cartón, se siente una atmosfera de expectación y curiosidad. La elección de este material ofrece un entorno visual intrigante y también nos hace sentir la fragilidad y lo efímero de las ideas y emociones que se exploran a lo largo de la obra.
Carolina, sentada en el centro del escenario con una mirada introspectiva logra captar la atención del público desde el momento del ingreso. El sonido de una risa grabada que resuena en el ambiente introduce una dualidad inquietante, la risa como símbolo de alegría y al mismo tiempo como un eco vacío que invita a la reflexión. Al anunciar el inicio de la obra con carteles, Carolina establece un contacto inmediato con los espectadores, rompiendo la cuarta pared y creando una relación íntima, personal y desafiante.
A medida que avanza la obra, la artista utiliza elementos pequeños que saca del piso moviendo los papeles, dos globos, un condón, que de forma sorprendente y con mucha habilidad lo infla con la nariz, y aborda temas complejos como la maternidad y el cuerpo, usando el mismo objeto que se supondría es para evitar el embarazo. La imagen del condón inflado por su nariz seguido del gesto de un embarazo al colocarlo en su vientre, es una metáfora poderosa, nos invita a cuestionar las expectativas sociales sobre la maternidad. De otro lado, la simplicidad de su vestuario, una bermuda y una camisa arrugada y floja, contrasta con los actos audaces que realiza, destacando su vulnerabilidad y autenticidad.
Uno de los momentos de más reflexión es cuando usando su vestuario y una tiza se convierte en una especie de pizarrón, mimetizando su ropa interior con la pared; este acto de escribir puede ser para una madre un autodescubrimiento, revelador de la complejidad de las relaciones familiares y la búsqueda de identidad personal.
En otro acto ella sumerge su rostro y cabello en un tarro de pintura roja y va pintando su piel, en un acto visceral, que evoca tanto la liberación como la transformación, y, también de alguna forma explora el placer, la pintura roja no solo simboliza la sangre y la vida sino también el dolor y el sufrimiento que a menudo acompaña al proceso creativo. Finaliza la escena cargando el tarro de pintura en su ropa interior, realiza un movimiento pequeño de baile y lo contrasta con fuerte un funk con una letra muy potente.
Pantacruel es una obra que desafía las pautas del teatro tradicional y empuja los límites de la expresión artística, Carolina se presenta como una artista audaz y provocadora que invita a los espectadores a confrontar sus propias percepciones sobre el cuerpo, la maternidad y la identidad. Ella en su obra es un testimonio del poder del arte para explorar lo íntimo y universal, dejando una huella en quienes tuvimos la fortuna de mirarla.
Proyecto Aguijón
Proyecto Aguijón. Damián Albornoz y Carolina Atencio. Foto Daniel Mena
Carolina Atencio y Damián Albornoz (Cuenca) desafían las convenciones, y nos sumerge en un mundo donde la danza y la poesía se entrelazan. La fusión de la danza butoh y la teatralidad del del Diablo Payaso (personaje de la Cultura Andina Central del Ecuador) crea un espacio donde la vida y la muerte se encuentran en un diálogo constante.
Desde el inicio la bailarina, vestida de negro con tutú y su rostro y parte del cabello cubiertos de barro, establece un tono inquietante. Este atuendo no solo evoca la dualidad que yo la percibía como representación de la muerte y símbolo de la conexión con la tierra y las raíces. Su danza cargada de tensión en los movimientos refleja la lucha interna que enfrenta en su búsqueda de identidad y es una lucha que resuena profundamente con el público.
El Diablo Payaso, interpretado con una habilidad poética y con un matiz cómico, actúa como conductor de la narrativa, de forma sutil usa elementos del clown, equilibra con momentos de serenidad y ligereza que permiten al espectador reflexionar sobre la vida sin caer en la desesperanza. Su interacción es un juego con la bailarina, entre lo sagrado y la identidad, y llega a ser un cuestionamiento entre la vida y la muerte.
La música está presente con instrumentos andinos, que no solamente acompañan la obra sino que son protagónicos, creando una atmosfera de tradición. Los instrumentos musicales y las vasijas subrayan el deseo de explorar en la identidad colectiva.
Hay un momento donde los personajes se colocan máscaras de yeso, acción que explora y puede ser leída como la transformación o reconocimiento de sus propias identidades, este acto final además de cerrar el círculo narrativo, también invita al público a reflexionar sobre su propia identidad y su relación con el mundo que los rodea.
Una propuesta con una estética y una narrativa arriesgada, invita a la introspección del cuerpo, la palabra y, tal vez, la solemnidad de la muerte y la burla de la vida. Una búsqueda de quiénes somos, la relación con los demás y con nuestras raíces culturales. Una invitación desde lo desconocido a encontrar la belleza en la complejidad de la existencia.
Mismo Mar
Mismo Mar. Colectivo Transversal
Colectivo Transversal -Colombia, España, Ecuador, Francia- se adentra en las profundidades del dolor y la esperanza, en el contexto de la migración a través del Mediterráneo. Desde el primer momento la obra nos invita a reflexionar sobre la relación íntima que los personajes tienen con el mar, un espacio que personifica tanto la vida como la muerte, el anhelo y la desesperación.
La narrativa se despliega a través de las voces de Jesús, María Emilia y Maryléne, quienes comparten sus experiencias como rescatistas, la obra es un testimonio ponente y visceral, que no solo documenta rescates, sino que también explora las emociones surgidas en situaciones extremas, la vivencia de estos personajes en situaciones límite; sin embargo, sus cuerpos, de forma natural y cotidiana, se convierten en vínculos de indagación y resistencia frente a una crisis humanitaria, que parece lejana, pero que en realidad nos toca a todos.
Colectivo Transversal -Colombia, España, Ecuador, Francia
El uso de documentos y testimonios crea una atmósfera de autenticidad que atrapa al espectador, la obra no se detiene en la tragedia, también nos muestra el compromiso y la solidaridad que emerge en medio del caos. La conexión con el mar en las imágenes visuales y el sonido evocan una sensación de nostalgia y el anhelo presente del sueño, que se entrelaza con las historias de aquellos que intentan cruzar el mar en busca de un futuro mejor.
Uno de los aspectos más destacados es cómo aborda las disparidades en las migraciones. La obra ofrece una mirada honesta sobre el racismo y las diferencias socioeconómicas que influyen en las experiencias de los migrantes. Esto se ilustra a través de la partera y una migrante con otra realidad que, logran conectar de una diaria noticia que, de alguna forma las identifica, este momento es un poderoso recordatorio de que la indiferencia ante el sufrimiento ajeno es un lujo.
La dirección logra equilibrar momentos de tensión con instantes de esperanza, lo que permite al público experimentar un rango de emociones, las transiciones en escena son fluidas y mantienen la atención con los visual, los sonidos y los elementos que logran evocar la inmensidad del mar y su carga simbólica.
Es una obra que trasciende el mero entretenimiento, es un llamado a la acción y a la reflexión, nos recuerda que detrás de cada estadística hay historias humanas, la obra es significativa que ilumina una crisis contemporánea y también nos invita a cuestionar nuestro papel en ella, marcando la historia y la memoria.
Johana Jara Velasquez. Artista escénica
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