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HABITACIÓN PICNIC en CIUDAD JENGA / Genoveva Mora Toral

HABITACIÓN PICNIC en CIUDAD JENGA / Genoveva Mora Toral

Dos voces desinhibidas, plagadas de ironía, desfachatez, toscas, voluntariamente hoscas y, podría plagiar una de las sustantivadas listas y adjetivos calificativos que pueblan los numerados capítulos de Ciudad Jenga, la reciente novela de Efraín Villacís, un trabajo que provoca en varios sentidos, atrapa nuestra mirada o, más bien, antes de abrirla es atrapada por el cuadro de portada -Gabriela Villacís- que, con sus tonos azulados, claroscuros, sus bloques cercándonos, desafiando al aire, empujando el cielo, nos recuerda que vivimos a expensas de la fichas movidas por tahúres de calañas distintas.

Villacís -el autor- alerta,  retrata desde una lente lúcidamente obscura y nítidamente enredada, la incidencias e indecencias del poder y su juego de tronos con rapaces personajes sin cálculo e incontenible ambición, ¿estudiados? o improvisados para reinar en el país de los tuertos y olvidados, en donde un día de esos, que se alargan en semanas, deciden ensanchar su vista y su larga lista de espera; rebosan la urbe con fiereza, dejan a ciudad Jenga tembleque y destartalada, apenas sostenida por ‘piernas locas’, aturdido, sorteando la herencia de Ábaco Ría.

Como, bien advierte en la solapa del libro, este artefacto lingüístico se convierte en desafío, no solamente de lectura, sino que causa un extraño efecto ante el deseo de escribir acerca de esta pleonásmica e hiperbólica historia, las palabras no alcanzan porque lo que remanece son imágenes, teatrales secuencias que tienen como hilo conductor a la pareja de amantes sumergidos en su apart/basement secreto, que linda con el poder y la oscuridad; donde ellos en ceremonia previa a su último objetivo se deleitan cual sibaritas en el amor y en una adquirida devoción por lo exquisito, dos kamikazes en su cena final, dividida en cuotas nocheras de  wiski y chafos, perrier y “exceso de cachondez” o frikandel, entre algunas exquisiteces, provistas por la “niña verde” que de rato en vez levanta el vuelo con sus níveos zapatos.

Transcurrido el tiempo, Roldán en su zonabastarda, parece registrar a algunos jenguianos, locos, tímidxs, doloridas, encerradas, cuyos sentires son revelados a través del ojocámara/dios, con anuencia de sus ocupantes que, quién sabe, si la fe en su ‘dios’ es lo único que los sostiene en el cubículo de sus insomnios.

Una voz ‘otra’, off, la de la poesía en un intento de sentir profunda inicia cadenciosamente “me acaricio el rostro…llorar, naufragar en un mar melancólico…” y lentamente desaparece, apabullada talvez por  “las medidas de ajuste a la vivienda fueron el detonador; seres humanos de cualquier género y edad explotaron como globos multicolores por todo el territorio, en cada barrio, en cada gueto de los hacinados condominios”, dice una voz en ciudad jenga y ‘dios’ la escucha, los enfoca,  da pautas y cada uno en un recuadro que los contiene va tejiendo su poética: un loco -@ordonoezauz-  ya atado, no termina de desplegar su furiaeuforia, su deseo incontenible y, al tiempo, el regodeo de abandonar el gueto de su exclusiva amarra. Mientras una de ellas -@vivipsan- ha extraviado la rutina en el hartazgo y toma baños sin agua y enjuaga a gotitas su cabellera bien peinada en una copia de psicosis malograda.

La otra mujer de condominio -@sujetaacambio- “duele”, repite y evidencia su quebranto, alguien escucha su eco que se pierde irremediablemente…

@chompo29, se rebela y en despliegue de inagotable energía quiere vencer la materia, derribarla, su atrevimiento se agota en el esfuerzo y, cual Andrée escribiendo a la señorita de París, “como si de golpe las cuerdas de todos los contrabajos se rompieran al mismo tiempo…”, cambia de rumbo su acción y busca, busca, se fatiga y “como un poema en los primeros minutos”, I have a dream… vomita conejitos…     

Dios aparece y desaparece con sus máscaras, secretamente emite órdenes, encauza imágenes fragmentadas, colores, dibujos. Evoca a Buñuel y ellxs amagan...@vidy_roldan corta su blanco y devora su yema, mientras blue monday acalla imágenes de lodo, paisaje y mascarillas.

Habitación picnic parece salir de la mismísima Jenga ¿representación virtual de una ficción, o la presentación de una atrofiada realidad? Atravesada por la tecnología y mediada por la cámara, consigue tocarnos, desajustarnos, y también dudar, algo sucede, al menos en mi imaginario, se resiste a aceptarlo, porque al igual que ese cuadro en la pantalla, se fragmenta, se disfraza y esconde, abren puertas/cámaras, me espían, comparten, chatean, y ya no soy la misma, tengo máscara…

Y, es que en habitación picnic ya no hay espacio para dormir tantos, villancicos o reguetón, rocolero y pendenciero el ritmo se impone, el ruido atraviesa el espacio borrando el grito de auxilio, y el silencio es tan rotundo que ensordece. Habitación picnic y seis personajes en pos de una pantalla que, se abre y a ninguna parte lleva.

 

Ficha técnica  

Interpretación/creación

Valeria Andrade

Christian Omar Masabanda

Carlos Francisco Ordóñez Auz

Viviana Sánchez Arcos

Vidyananda Roldán Gallegos

Verónica Castillo

Dirección: Pablo Roldán

 

 

 

 

 

Tres coreógrafas en la compañía Nacional de Danza del Ecuador  / Genoveva Mora Toral

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La duda razonable y la justicia / Santiago Rivadeneira Aguirre

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