La Espada de Madera/ Genoveva Mora Toral
Un grupo icónico del Ecuador, dirigido siempre por Patricio Estrella, no han cesado de buscar el lenguaje ideal, el lugar perfecto; la fantasía primera la instalaron en un avión; el parque o el teatro, siempre fueron estupendos escenarios. Su capacidad para transformar la palabra, la técnica, el cuerpo y devolvernos en ficción, los ha hecho grandes. La Espada de Madera es el grupo por excelencia, premidado muchas veces, aquí, allá y acullá. Trabajadores del arte y con la comunidad, hacedores de fábulas y de realidades, con sus manos han transformado pañuelos en sueños, títeres en personajes, temas profundos y livianos en creación vívida. José Alvear ha sido el gran pilar de este ‘teatro del pueblo’, maravilloso oficio de promesas cumplidas y de ejemplo de entrega.
Por sus talleres han desfilado muchos actores emergentes y contundentes. Hoy en su Teatro del Pueblo, levantado ladrillo a ladrillo, continúan multiplicando su tarea pedagógica y, sobre todo humana. Sus puertas están siempre abiertas para ese público diverso que hace del espacio un lugar de disfrute y fantasía.
Conversamos con el ‘Pato’ acerca de este viaje no exento de dificultades, sin embargo placentero.
Es inevitable, en los aniversarios, mirar hacia atrás y, de algún modo esgrimir un balance. Siendo así, ¿Qué es lo que ha saltado a tu memoria y qué episodios o momentos, principalmente, configuran estos 30 años de vida teatral de La Espada de Madera?
Han pasado 30 años y es mucho tiempo y muchas vivencias, pero lo primero que me viene a la mente es el feliz encuentro con Pepe Alvear, de manera casual, en una calle cualquiera de Quito, nos juntamos en un taller y luego fuimos a Francia a estudiar. Y en ese lugar, en ese tiempo, creamos un espacio, primero para encontrarnos, luego un grupo y con ellos estrenamos nuestra primera obra El Dictador, que fue un suceso para la comunidad latina. Más adelante decidimos regresar, porque pensamos que acá es donde debíamos hacer nuestro trabajo. Llegamos ya con nuestro nombre, que nació de Antonio Díaz Florián, director del teatro L'épée en bois, de París, y vinimos a ver qué pasaba en estos territorios, fue difícil tomar esta decisión de vida, porque ser actores a tiempo completo, vivir para el teatro y del teatro, fue una decisión arriesgada pero correcta. Si hoy es difícil, en esos tiempos era una locura. Empezamos a desarrollar las técnicas actorales y dramatúrgicas que habíamos encontrado y fuimos haciéndonos a nosotros mismos, buscando la manera de expresarnos, así que lo primero que hicimos fue difundir en Quito la obra que estrenamos en París. Después pusimos una versión Arlequín servidor de dos patrones, una mezcla de actores y máscaras, influenciados por la Comedia del Arte, fusionamos esta técnica con las tradiciones populares y personajes populares ecuatorianos.
Seguimos con la tarea de investigar sobre el teatro de actores y títeres, fusionando estas técnicas, entonces vino Ana la pelota humana, El principito, Solo cenizas hallarás y culminamos la primera etapa con una obra que marcó un nuevo rumbo para el grupo, Al pie de la campana, un trabajo fuerte que pone sobre la escena temas relevantes sobre los que necesitábamos hablar: los desaparecidos, las guerras, torturas, entre otros.
Luego siguieron otras obras como El Quijote, Cristobita el de la porra, y un montón de obras más. En la última etapa hemos hecho obras como El silbato del ciego, El bicho, y Aleluya Erótica, eso referente al trabajo creativo, pero sabemos que la creación implica también búsqueda de espacios físicos; y nos ha tocado, como a todos, hacer teatro en casas, en lugares prestados; crear proyectos que nos permitan difundir el trabajo. En ese sentido uno de nuestros importantes logros fue El avión de la fantasía, en el parque central de La Carolina, que lo transformamos en un teatro para niños, teatro de títeres, principalmente, a donde vinieron titiriteros de todo el mundo, lo sostuvimos alrededor de 17 años. Luego hicimos de ‘ocupas’ en la Casa de la Cultura de Quito, nos tomamos un espacio abandonado y los transformamos en una sala de teatro, que aún existe y que hoy está ocupado por otros actores; ese fue un gesto muy interesante y contagiosos porque varios grupos independientes lo repitieron. Y, bueno, hemos trabajado mucho por conseguir un lugar propio, hemos logrado construir, nosotros mismos, El Teatro del Pueblo en Zámbiza, que nos ha permitido tener un hermoso espacio de creación y, sobre todo, realizar un trabajo de teatro comunitario. A breves rasgos, eso es Espada de madera, cuya actividad incluye los talleres que realizamos de manera constante, a los que varios actorxs, del país y de afuera, han asistido y se han formado. Tenemos, además, un espacio para residencia internacional así también para convivencias nacionales.
Si pensamos en esa construcción estética, también imperativa, que imagino que en los primeros años apenas se perfila, ¿cómo la definirías hoy en referencia al trabajo de Espada de Madera?
Para mí, siempre ha sido difícil hacer como una valoración de la Espada de Madera, pero como tú dices, la estética del grupo se va perfilando desde los inicios, porque desde esos años hemos ido conjugando el teatro de actor con el teatro de objetos, esa ha sido una búsqueda permanente en el grupo, que los objetos, los títeres y el teatro de actor se conjuguen armónicamente, es decir, que todos tengan su importancia, no que el uno esté al servicio del otro, sino que todos sean necesarios y entren en el juego escénico porque son imprescindibles; esto nos ha puesto a estudiar e investigar y a crear sentido, a tener muchos errores y también aciertos; parecería que no, pero cada técnica requiere tratamiento distintos, tanto en la escena como en la dramaturgia, por eso, hemos ido viendo la manera justa y precisa de conjugar los dos en escena. Eso se ve en la Espada; pero no es solamente la cuestión técnica, es una posición política que hace que las obras tengan su característica, un contenido fuerte, político, porque los temas son tratados desde ese lugar. Creería que en la búsqueda y con el paso del tiempo se va encontrando una poética, pero también creemos que esa poética muta, cambia, ser reafirma, porque en nuestro caso, somos eclécticos, y no nos casamos solo con una fórmula, o forma, sino que buscamos por diferentes lugares, y eso hace que la estética no sea una cosa inamovible sino que tenga matices. Y claro, tenemos una forma de actuar y de comunicarnos con el público que es un actor principal en el hecho escénico, por eso es necesario el contacto directo con el espectador. Podemos ver que el vestuario, los objetos, tienen una presencia barroca que caracteriza a la Espada…, al igual que el tratamiento a los personajes a los que pretendemos sacarlos desde nuestras raíces, así como de situaciones nuestras, como la fiesta popular, personajes de la serranía ecuatoriana.
Como señalaba, nos caracteriza el trabajo con los objetos, lo hacemos con mucha conciencia, enfilamos asimismo por un teatro minimalista de expresión grande. Estos, creo yo, pueden ser los elementos que caracterizan la poética de la Espada de Madera.
No creo que en tantos años se puede preguntar por una línea temática que atraviesa las obras, de hecho, son varias: la migración (Pájaros en la memoria, Al pie de la campana…) la literatura universal (El Principito, El Quijote…) la tradición de títeres con referente español (Cristobita el de la porra)…, tradición popular (EL retablo, El tío Carachos..) etc. etc. ¿Cómo has ido definiendo qué obra llevar a escena?
El teatro para nosotros es un constante caminar por la cuerda floja, es como estar siempre al filo del abismo y de la nada. Particularmente, me gusta transitar esos caminos porque hacen que exista un horizonte amplio de investigación, de lugares, formas, y de temas, por esto sé que, como grupo no elijamos una obra así por así, se conjugan muchas cosas a la hora de decidir, si bien es cierto que constantemente estamos hablando y tratando sobre preocupaciones comunes, pero son las circunstancias las que ponen sobre el tapete los temas que trabajamos, no hay una fórmula especifica, más bien dejamos que fluyan los temas, lo escogemos, lo procesamos en una suerte de laboratorio, y muchas veces esas esa no es la obra que buscamos y la dejamos. En realidad, como tú dices, tenemos un abanico un poco amplio de obras que hablan de lo social, lo político, tomamos obras de la literatura nacional y universal y, sobre todo, nos sentimos cómodos con las tradiciones populares, que nos identifican y nos dan identidad. En definitiva, buscamos en el teatro y el teatro nos va poniendo los temas que él quiere que abordemos.
Ustedes han constituido un espacio muy importante, el Teatro del Pueblo, en Zámbiza, ¿qué ha significado esta responsabilidad, que implica como tema económico, teatral y humano?
El Teatro del Pueblo significa la concreción de un sueño, que seguramente es el de muchos actores y actrices, un espacio propio donde sentirse seguros. Pepe Alvear, Yesenia Parra Padilla y Yo iniciamos este espacio; decidimos primero comprar un terreno que no estuviera en la ciudad, por el costo y porque también queríamos salir, nos encontramos con este pueblo maravilloso de Zámbiza, un lugar rico en traiciones populares, gente buena y una cultura hermosa. Pensamos entonces que no debíamos venir de manera invasiva a instalar un teatro, porque, a lo mejor no era la necesidad de este pueblo, de modo que, empezamos acercándonos a la gente y conociendo su cultura e idiosincrasia y permitiendo que ellos nos conozcan como gestores culturales, que veníamos a compartir saberes y a recibir de ellos lo que puedan darnos. Esa fue una etapa de acercamiento, con talleres para alumnos de colegios y para profesores; hacíamos funciones para el pueblo en sus fiestas, en la Casa Comunal y veníamos a vivir su fiesta que es impresionante. Poco a poco nos fuimos haciendo parte del pueblo y empezamos a construir este espacio con nuestra propias manos, con ayuda de arquitectos y otra gente, pero lo hicimos con amor, con pasión y bueno, de a poco, hoy está terminado y gusta mucho al público y actores que pasan por aquí; tiene todas las, facilidades, un escenario con grande con luces, camerinos, baños, cafetería, oficinas, salas de encuentro; y además está dotado de habitaciones para artista que pasan por acá, o vienen a las Residencias Internacionales que ofrecemos. Ha sido, también, una responsabilidad tener este espacio, con nosotros mismos, con el pueblo y con el público, que es nuestro mejor aliado. Este ha sido un aprendizaje de convivencia, de humildad con los habitantes de este pueblo; hacemos un trabajo popular, social y también hemos recibido mucho, mucho de la gente del pueblo, solidaridad, aprecio y respaldo a nuestro trabajo.
Finalmente, quiénes empezaron y quiénes continúan en este camino de la Espada…
Como decía al inicio, este sueño lo empezamos con Pepito en Francia, ahí nos constituimos grupo y en ese momento nos acompañó Fredy Rojas, quien vivía allá y hacía un trabajo muy bueno, igual Delmiro Iglesias, español, y un amigo árabe Ismael Benabdelouhab. Cuando llegamos al país nos juntamos con Ana Codena y Marco Murillos con ellos transitamos la primera etapa, luego se sumó Víctor Hugo Males, muchos actores y actrices han pasado por aquí, como invitados y talleristas, algunos se han quedado épocas, como Xavier Cevallos y Ana Escobar que, hoy tiene sus proyectos propios. El grupo lo constituimos Pepito Alvear, Giseña Parra, María Estrella y ‘el Pato’ Estrella.