Última Edición

¡Bienvenidos a El Apuntador, la página de las artes escénicas!

Apuntador 71 Foto.jpg
La invención de lo siniestro en la silla/Santiago Ribadeneira Aguirre

La silla. Viviana Muñoz,

La invención de lo siniestro en la silla/Santiago Ribadeneira Aguirre

Los Fantasmas articulan las ‘geologías afectivas’ del mundo de lo improbable que cubre o encubre las ausencias o los momentos de la espera del Personaje. Una mezcla de tiempos que opera por la separación o la escisión, en función del acecho constante de la imagen de la muerte que desfigura la posibilidad de una presencia que pudiera servir de constatación. ¿Qué hay que constatar? Apenas las huellas de la invención de lo siniestro (como categoría estética, como el ‘retorno de lo semejante’), lo ambiguo, lo adverso para garantizar la memoria sombría de una existencia truncada por el olvido. Por lo tanto, ya sin la posibilidad de aceptar la finitud Ella (Viviana Muñoz) se trueca, pierde la relación de forma con la propia realidad y huye de sí misma.

La silla. Colectivo Seres Danza Archivo El Apuntador

La silla es una obra del colectivo Seres Danza-Teatro, dirigida por César Eduardo Alvarado, que tiene el punto de partida en la farsa trágica medular de Ionesco. Es la experiencia extrema, la invención de un espacio para que Ella –la actriz y el personaje– pueda encontrarse consigo  misma bajo la pretensión existencial de (no) salir de ese encierro, convocando e invitando a los fantasmas a ser parte del acontecimiento último: la muerte y la resurrección. Es el comienzo de la finitud postergada a través de las imágenes desdibujas de ‘los invitados a la reunión’ en la que se debía consagrar definitivamente la ausencia. Es el recuerdo de lo difuso, encubridor de la memoria jamás correspondida.

En esa desmesura, Ella se da a la tarea de ‘rellenar’ el espacio con la fragilidad de algunos eslabones recuperados al desgaire de aquí o de allá (la amenaza espectral), que finge a cada paso borrarse a sí misma entre los vericuetos de la realidad inexistente. 

La silla. Colectivo Seres Danza

En el acto coreográfico incesante, angustioso, el Personaje entiende el imperativo del olvido como una unción, un fervor, una evocación. Para olvidar hay que dejar sueltos a los fantasmas, incluido el Fantasma de ella misma incapaz de renunciar al universo caótico que ha creado a base de una constante y malograda repetición de los mismos hechos. El tiempo de Ella es el tiempo del duelo, del lenguaje, de la alegoría que se desplaza hacia un devenir caótico e inexistente. De ahí que los momentos coreográficos son un nudo borromeo constante, enlaces que se hacen y deshacen para alegorizar el duelo, lo siniestro y lo espectacular en relación con las circunstancias de la reclusión. Los Fantasmas concurren al llamado/invitación para convertirse en las existencias espectrales que volverán sobre las renacidas huellas dejadas por la separación. Los fragmentos ruinosos de la memoria (un marco sin espejo, por ejemplo) les convierten en seres inacabados, sin transiciones, de una singularidad difícil de codificar.

El ideologema del vacío de Ella es una silla. Es el foco minúsculo, a veces imperceptible, que concentra los giros, desde los cuales el vacío ya no se llena de cuerpos, sino de trazos que desdibujan y avientan siempre los gestos desiguales, los ángulos de las miradas que no miran, que solo intuyen un  supuesto orden inexistente. El vacío es una silla pequeña que activa los fantasmas en el sentido adverso. Es la idea o el convencimiento de que los ‘invitados’ regresen como seres expresivamente espectrales, absurdos a ocupar los lugares de la presencia, para exigirles cuentas por sus actos pasados.

La silla. Seres Danza

El aliento vital (las sombras de las ramas de un árbol que se proyectan sobre los fantasmas) parece renegar del poder de la muerte. Las invenciones o las suposiciones de la existencia de un doble (los dos ancianos en la obra original Las sillas de Ionesco, fusionados en el ahora de Ella en La Silla) es la única garantía para detener la inexorable extinción de la memoria. La sensación de lo siniestro –diría Freud– es la única garantía de inmortalidad y sobrevivencia, hasta que esa imagen doble deja de regresar para convertirse en un espectro deambulatorio. Los seres humanos admiran a los heraldos de la muerte tanto como admiran las imágenes que se estrellan en los espejos vacíos. (Freud. Lo siniestro, en obras completas, 1988).

La silla. Colectivo Seres Danza

Cabe señalar la importancia que tiene la dramaturgia de lo siniestro en la versión libre de La silla del colectivo Seres Danza-Teatro. Y el rol preponderante de Viviana Muñoz, actuando al lado de las y los bailarines que brindan un espectáculo sobrecogedor para descubrir los entresijos de la cotidianidad que se desvanece, que se repliega hasta desaparecer, despojada de idealidad. En el acto final de la espera monstruosa de Ella, las imágenes de los Fantasmas se mezclan violentamente, se engullen y secretan como si se tratara de un cuerpo infectado por la nostalgia y la melancolía, hasta que asoma detrás del marco sin espejo el Orador transmutado, intocable empujado por ese nuevo acontecimiento tan traumático como un hecho irreal del pasado.

Algún día debo desaparecer y sé que es cierto: que nadie hablará de mí cuando haya muerto” –es el eco expulsado como una súplica, un llanto o un reclamo moroso de Ella contenido en la diminuta Silla, renegando de su insignificancia.

Ficha Técnica 

Dirección general: César Eduardo Alvarado

Actuación: Viviana Muñoz, Andrea Contreras, Camila Mantilla, Emely Lamilla, Emily, Solórzano, Alexander Manzanares, Cristián Álvarez.

Dirección teatro: Caymo Pizarro

Fotografía: Alexander Manzanares

Vestuario: @seres d-t - Roberto Ramírez

Utilería y escenografía: Christian Escalante.

Asistencia de producción y logística: Dana Muñoz

 

 

 

 

La voluntad de resistencia/Santiago Ribadeneira Aguirre

La voluntad de resistencia/Santiago Ribadeneira Aguirre

Lisístrata, una versión libre/Fausto Espinosa Soto

Lisístrata, una versión libre/Fausto Espinosa Soto