Las pesadillas del presente/Santiago Ribadeneira Aguirre
O las inmundicias del presente perpetuo, según sean el caso y el momento histórico. El carácter destructivo de Amadeo (Manolo Morales) y Magdalena (Valentina Pacheco) –en la obra Una pareja dispareja basada en Amadeo o como salir del paso de Ionesco del Centro de Arte y Cultura Casa Toledo, dirigida por Fruzan Seifi– sufre un vuelco: ambos viven en los escombros. La desestabilización de lo obvio (o de la superficie de la cotidianidad) también es un fracaso por una aparente y obstinada resistencia. Sumidos en el ámbito de la negatividad absoluta, gritan que ‘las cosas no pueden seguir de esa manera’, como el ensayo inmortal de una culpa (la hendidura) sin forma y sin origen concretos. Ya no hay nada más que decir o expresar porque tampoco hay huellas de que alguna vez se haya cumplido un recorrido.
Ese es el carácter destructivo (W. Benjamín) constante de Amadeo y Magdalena, al haber dejado de pensar y de crear: él permanece durante horas delante de la máquina de escribir, sin avanzar en la escritura de su obra de teatro; y ella aferrada a sus momentos de exageración, cumpliendo el rol de ama de casa y de telefonista preocupada de todo y de nada. Pensar, en la postura de Foucault, es casi una perversión. “Y cuando el azar, el teatro y la perversión entran en resonancia, cuando el azar quiere que entre los tres haya esa resonancia, entonces el pensamiento es un trance; y entonces vale la pena pensar” (M. Foucault: Theatrum Plilosophicum, 1981, p. 41)”. Podríamos decir que son momentos de una extraña (y falsa) grandilocuencia que desestima el amor y los afectos, solo para señalar la fugacidad y el deterioro. Sin embargo, esa dialéctica del vacío, de lo inesperado, el lugar del afuera sin afuera, sacudidos por la presencia de un cadáver que se descompone en la habitación contigua, produce lo diferente transformado en acontecimiento monstruoso. ‘Terminaremos convertidos en monstruos’ –balbucea Amadeo.
En los momentos de no-significación, la repetición es el recurso artificial de la incomunicación. ¿Hallazgos verbales? ¿Situacionales como aquellos hongos que también aparecen sin distinción? Hablar borra el pensar. Los ‘otros modos’ de significar en el anti-drama de Ionesco, se convierten en ejercicios de ironía, plenamente trabajados por la actuación, la escenografía y la dirección de Seifi. Es el ‘vocabulario de las ficciones’ que el texto condena (en la adaptación y en el original) de antemano, para destruir las imágenes que pudieran ‘depositarse en significaciones preconcebidas’. El lenguaje, podríamos añadir, necesita momentos de refutación, siempre. De ahí que el cadáver que se descompone y crece sin parar desde hace 15 años, es la descomposición del mundo que se realiza, “fundamentalmente a través de la destrucción del lenguaje” (Adorno, Mínima moralia).
En una de las acotaciones del texto original, que vale mostrar, se dice lo siguiente:
Enloquecidos en su mutismo. Amadeo y Magdalena hacen una serie de movimientos sin palabras mientras las agujas del reloj aceleran sus movimientos. Amadeo y Magdalena cambian de lugar el armario en silencio; sus movimientos son desordenados, enloquecidos; cambian también de lugar otros muebles, pasando difícilmente por un lado y el otro de los pies del muerto.
Locura, desconcierto, nerviosismo, delirio por los hechos que están ocurriendo en el interior de la vivienda de Amadeo y Magdalena, muy próximos a la violencia. En un acto de complicidad inexplicable, los personajes abrumados, encubren el cadáver del amante que se desplaza a cada minuto por los reducidos espacios del departamento. ‘El mundo exterior y el mundo interior son expresiones impropias, no hay verdaderas fronteras entre estos supuestos dos mundos’ –señala Berenguer, el personaje de la obra El peatón sin gajes, que es una constante en la producción dramatúrgica de Ionesco.
Susan Sontag en el libro Contra la interpretación (Alfaguara, 1966), comienza su reflexión sobre Ionesco y su ‘difuso objetivo dramático’, diciendo: “Es oportuno que un dramaturgo cuyas mejores obras son una apoteosis del lugar común haya publicado un libro (Notas y contranotas) sobre teatro plagado de lugares comunes. Cito al azar: Se ha dicho que Los forjadores de Imperios de Boris Vian se inspiró en mí amado Amadeo. De hecho nadie se inspira en nadie, sino en su propio yo y en su propia angustia. (…) Detecto una crisis del pensamiento, que se manifiesta por una crisis del lenguaje; las palabras ya no significan nada”. Y agrega más adelante la Sontag: “Sitúa (Ionesco) la mayoría de sus dramas en el cuarto de estar, y no en la bodega ni en el palacio, ni en el templo, ni en el campo abierto. Su terreno cómico es la banalidad y la opresividad del ‘hogar’, sea este el piso amueblado del soltero, el estudio del universitario, la sala de estar del matrimonio. Bajo las formas de la vida convencional, demostraría Ionesco, subyace la locura, la anulación de la personalidad”.
El cadáver es en la obra de Ionesco la metáfora de la ruina total del vacío y del ascetismo como la Beatriz de Mallarmé es la destrucción (la pérdida de la inspiración y la muerte) o el gesto de ‘malditismo’ o el retraso coral sin voces de Kafka o la intempestividad refulgente de Nietzsche’; es decir, el estar fuera de quicio, descoyuntado de Hamlet (out of joint), en suma. Nada puede prosperar bajo la figura del espanto o de la falta de asombro, mientras la descomposición perdure. ¿Es el pesimismo, la desesperanza ionesquianos que se asientan en la dimensión de lo inconcluso? “En una época de horrores, incomprensible quizá, solo el arte puede dar satisfacción a la frase de Hegel que Brecht eligió como divisa: la verdad es concreta”. (Adorno, Teoría estética, p. 33, citado por Fernando Castro Florez, en Conmutaciones).
El cadáver que se pudre tiene los ojos abiertos y bellos. Es el orden frente al caos, frente a la posibilidad de lo nuevo que la conciencia de Amadeo y Magdalena desechan, de manera deliberada, incapaces ya de extraer de la monstruosidad y de la descomposición algún estímulo. Prevalece la mentalidad epigónica que perece de cara a lo establecido, encadenados a la monotonía en todas sus formas que es la otra faz de la descomposición, la del sujeto sometido a la invariabilidad ‘siempre diferente’ (Baudelaire). No es tristeza sino burla, ironía, desparpajo, menosprecio al sentido de lo humano que reclama una salida. Cualquier salida que tenga la forma de resistencia, eso hacen Amadeo y Magdalena, (que no son una simple ‘pareja dispareja’) al deshacerse finalmente del cadáver que podría significar, a la postre, dejar atrás los excrementos del presente y del pasado.
El buen sentido encubre todo, incluso el tiempo de la discordia y del autosacrificio. Las imágenes de apariencia engañosa se han descompuesto con los ojos abiertos, pero sin destellos. La dialéctica de la negatividad (las voces que vienen del afuera) vuelve a triunfar a través de la corrupción que los personajes no entienden ni intuyen, incapaces de descubrir lo maravilloso de la desmesura y del horror.
De ahí que el enorme pie del cadáver pútrido que surge desde un costado del escenario, al término del espectáculo, dibuja el trajín escénico y desmiente, niega lo dicho a lo largo de las escenas que han podido sostenerse con propiedad merced a la ‘alegoría irónica’, el cuidado de la puesta en escena, la economía de las demandas técnicas que exige el texto de Ionesco. Y la traslación que hace el colectivo de esa noción del absurdo que es la libertad (en todos los sentidos) reducida a lo negativo –el cadáver en descomposición arrojado al río, la imagen de Amadeo volando por los aires y desapareciendo detrás de las nubes–, al desarraigo del pensamiento y del lenguaje sin un catálogo ontológico que determine el orden de las semejanzas.
Ficha Técnica
Obra: Una pareja dispareja basada en Amadeo de Ionesco
Actuación: Valentina Pacheco y Manolo Morales
Adaptación de texto y Dirección: Fruzan Seifi
Asistente de dirección: Alejandra Tapia
Preparación actoral: Santiago Carcelén
Escenografía: Charlie Calvache
Utilería: Birmania Rubio
Iluminación: Darío Guanuchi
Fotografía: Silvia Echevarría
Diseño de afiche: Yolanda Albornoz
Lugar: Casa Toledo Centro de Arte y Cultura
Temporada: abril 2023