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LAS PROFECÍAS DE KLÉVER VIERA /Santiago Ribadeneira Aguirre

Angelote, amor mío.Foto: Ricardo Centeno

LAS PROFECÍAS DE KLÉVER VIERA /Santiago Ribadeneira Aguirre

¨Angelote, amor mío, ayer cuando contemplé tu rostro espolvoreado de arroz, tu rostro de payaso angelical, lívido dentro del ataúd, no tuve ánimo para nada. Menos todavía para llorar a tus pies, Jacinto, mi vida, menos todavía¨

 Al finalizar la presentación del espectáculo, Angelote, amor mío, Troca y truco, Kléver Viera le hizo una recomendación al público: nunca dejen de leer y de ir al teatro. “Yo comencé a leer a los cuarenta y dejé de leer cuando cumplí cincuenta. Después de eso, me he pasado regresando a las viejas y buenas lecturas”. Promueve, de alguna manera, una lectura lenta que es casi como definir las dimensiones del placer. Viera es un profeta de la danza que ha descendido a los infiernos y ha subido a los cielos del arte y la cultura, cientos de veces.

Su obra vasta y prolífica, es un desquite contra las indiferencias, porque ha estado revestida de apasionamiento, de cautela, de defectos. Después de sentirse defraudado en sus objetivos –porque tuvo momentos de desazón y de desaliento– pudo haberse replegado, sin odios, para volver a reencontrarse con la fe poderosa de la creación, que le domina aún en contra de su voluntad. Y para reafirmarse en sus convicciones y  tranquilizar su conciencia hace profesión de incredulidad. ¿Esclavo de sus pasiones?

En alguna conversación que ambos sostuvimos, a propósito del estreno de La Patria de en medio, el Kléver dijo lo siguiente: “…yo encuentro un cierto tipo de danza más bien en la vida cotidiana: en la repetición, en el descuido, o sea cuando la gente está hablando y conversando, en estos ritmos encuentro danza”. (Los sonidos del pensar en el teatro y la danza 2017 S. R.) Es decir, descubrir la danza todo el tiempo, bajo cualquier forma,  trasladarla al laboratorio –que es la sala de trabajo– y darle contenido.

Estas constantes de Viera vuelven a ‘aparecer’ con fuerza en la obra Angelote, amor mío, Troca y truco, adaptación libre del cuento de Javier Vásconez, como ‘secuencias (repetidas) de un trabajo acumulado’. Es aquí donde está la voluntad profética y visionaria, que preludia gran parte de la descomposición social, las negatividades de la época, que a Viera le ha servido, además, para la construcción sostenida de una dramaturgia que engrandece a la danza ecuatoriana.

Los lugares de creación: el cuerpo, la danza, el teatro, la arquitectura y la escultura. La intención de Angelote… fue la de reflejar ‘las evocaciones de la aristocracia quiteña presentes en la ciudad, las tensiones entre lo sagrado y lo profano’ y los vicios ‘sujetados por el rosario en la mano’. En el contexto de esta paradoja, de las contradicciones de un pensamiento cerrado, lleno de oscuridades y de infamias, se trazan las líneas del espectáculo bajo una ‘inmersión’ sostenida, que alienta la participación del espectador que puede moverse libremente por el espacio de la representación. Ese espacio compartido, fue el auténtico serrallo en el que los cuatro personajes configuraron los contornos y entresijos de una historia truculenta, con matices de ironía propios de la estética ‘esperpéntica’ de Viera.

En el espacio idóneo de Casa Buenaventura, desprovisto de la ‘comodidad de las  butacas’, surgió la gran pregunta: ‘cuán perversa puede ser la sociedad que cuestiona a los otros, a los diversos, diferentes, pobres, homosexuales, no binarios’, como parte de las negatividades de nuestro mundo lleno de crímenes y de violencia. Y lo que es más significativo en esta ‘versión libre’ de Viera: también debe corresponder a la tolerancia ‘iluminar y conquistar los corazones de los hombres’, según lo dijo Sade al final de Julieta y Raunai.

De ahí que haya que referirse a la propuesta de Kléver Viera y del Laboratorio de Investigación Escénica (TPIE) en términos de espectáculo, en el que la iluminación y los objetos escénicos son un recurso fundamental, que sin renunciar a las tensiones eróticas del texto original, llega a momentos de interioridad desde la misma teatralidad. Destino y carácter como elementos de la discordia, para descubrir que la verdad de la acción no está en la psicología o en el realismo (que el cuento de Vásconez si lo expone) menos en la verosimilitud  que Viera, con razón, desdeña.

En el sentido de la acción, los personajes se transmutan, se truecan para crear el simulacro a fin de que los fantasmas de la imaginación puedan materializarse, dando lugar al juego cuya existencia se la puede verificar a través de la ‘inmersión’. El cuerpo que flota, desnudo y cubierto de harina, y la rusticidad de una virgen igualmente desnuda y blanquecina, son la representación que antecede a la representación. Junto a los demás personajes abren el espectáculo para promover la verdad. ¿Cuál verdad? El espectáculo tiene que convencernos sobre la verdad del relato dentro de la realidad contingente, devorado por las mismas contingencias en la zona cerrada de la representación.

La lluvia de harina sobre el fantasma de Angelote, al final de la obra, sirve para exaltar la utilización y la servidumbre del cuerpo como reafirmación de la derrota.

FICHA TÉCNICA

Omar Bonilla, creador, intérprete

Angélica Montúfar, intérprete

Caymo Pizarro, intérprete

Kléver Viera, creador, director, coreógrafo, intérprete

Santiago Vergara: Luz, sonido y producción de campo

Amaranta Moral, objetos escénicos

Lugar: Casa Buenaventura, temporada 2022

La obra se estrenó el 9 de junio de 2021 en la Fundación Teatro Nacional Sucre. Ganadora del Festival Internacional de Artes Vivas Loja – Emerge 2020. Participó en la clausura del Festival Escenarios del Mundo en Cuenca 2021.

 

 

CHEJOV Y LA REIVINDICACIÓIN DE LA IRONÍA  Santiago Rivadeneira Aguirre

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Teatro, Teatro… Jorge Dávila Vázquez /https://elmercurio.com.ec/

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