LOS FANTASMAS DEL TEATRO / Santiago Ribadeneira Aguirre
Las angustias, inquietudes y ansiedades son teatrales y humanas. Son historias que se cuentan a través de personajes y situaciones por la feliz mediación directa de los espectadores, convertidas en pensamientos y acontecimientos memorables, muy ligados a la memoria de los seres humanos. Ese gran espacio de las acciones y de las palabras, que es el teatro, ha perdurado durante siglos, en ocasiones con las tensiones propias de una época, y en otras sometido a imposiciones y arbitrariedades de las tendencias, estilos o estéticas del momento.
Definir el teatro por sus connotaciones y particularidades es un asunto complejo. En cuanto a los temas y la ficción, el teatro topa todos los impulsos pasionales y aquellos instantes que se mezclan con la vida: el bien y el mal; la sociedad, el mundo, la naturaleza humana, sus contradicciones que hacen que el espectador participe en una ‘intriga de saber en el espacio visible de la representación’ (Rancière).
Una hora de felicidad del español Manuel Veiga es el pretexto del director, actor y docente Jorge Mateus para auto celebrarse, al haber cumplido 55 años en las tablas. Y convoca a sus fantasmas y convoca a quienes podían ayudarle a celebrar este acontecimiento: María Beatriz Vergara, Pancho Arias y Gabriela Ruiz. Es una forma de reivindicación de su larga trayectoria –señala Mateus con la vehemencia que la caracteriza– para hablar de teatro, de la fuente de pensamiento y de la voluntad creativa que se produce en el encuentro con los espectadores, la teatralidad y la realidad.
El axioma es simple: ‘un teatro es un viejo cofre que guarda las entretelas de sus disfraces, perlas de magia blanca’. En ese viejo cofre doña Trinidad Martínez (María Beatriz Vergara) la encargada de la limpieza diaria del lugar, armada de sus aparejos de aseo, realiza sus últimos esfuerzos ante el cierre inminente del lugar que será derrocado para ser destinado, seguramente, a la construcción de un nuevo centro comercial. Aquí es cuando se despliega una ‘dramaturgia de la existencia’ que tiene en Meche la sobrina de Trini (Gabriela Ruiz), su cómplice y redentora. Las ‘formas de esa dramaturgia de la sobrevivencia’ están en la aparición de un fantasma que se encarnará en uno de los personajes más emblemáticos del teatro universal: Don Juan Tenorio. Es la noche de Todos los Santos, con lluvia y tormentas, propicia para el advenimiento de los fantasmas y de las sombras que se encumbrarán en el espectáculo de la pasión.
Doña Trini rememora la memoria de su hijo muerto y del esposo también fallecido en un accidente de tránsito, mientras manejaba su camión. Están la resignación y el deseo de comenzar una vida distinta. Alguien le había dicho que su futuro iba a estar cargado de aventuras inesperadas: “daría cualquier cosa porque fuera verdad; daría cualquier cosa por una hora de emoción. Tampoco pido tanto: una hora, una hora de felicidad”. La Meche, para establecer la fábula, contó que hace ya cincuenta años en las noches de Todos los Santos, el espíritu de un viejo actor ronda este escenario. Nadie lo ha visto nunca.
En ese momento entra un joven actor, vestido con estrictez y sobriedad, cargando un baúl tipo Harman que lo deposita en el escenario vacío. El súbito encuentro con la señora Trini es traumático hasta que las dudas desparecen: el actor viene a ensayar y eso es lo que hará, con la venia de la encargada de la limpieza a quien la convierte en una potencial espectadora de su trabajo actoral. “El teatro, teatro me aburre”, le confiesa la Trini. El actor proyecta la voz: “Au-re-lio”.
TRINI
¿No ha dicho que tenía que ensayar?
ACTOR
Sí. El monólogo de mi muerte.
El escenario está configurado y mientras acontece el ensayo los límites entre la realidad y la ficción se diluyen hasta desaparecer. “Esta noche usted será doña Inés. Y yo seré Don Juan”. El encadenamiento de algunas visiones y de algunos hechos que abren puertas y ventanas en términos de imagen y de pensamiento ha juntado a estos dos seres que perfeccionan la trama hasta encontrarse en un estallido final de amor y de entrega, que por designio o sutileza apenas durará una hora. Es la acción dramática y real (entre Doña Trini y el actor) y es el conjuro de los fantasmas; seguramente también es el desmoronamiento de la propia verosimilitud entre el poder de las sombras y el poder del teatro.
Una hora de felicidad es un trabajo que interroga sobre la vida y la muerte; es además la manifestación sensible de quienes como María Beatriz Vergara; Pancho Arias, junto al trabajo de dirección, cuidadoso y profesional de Jorge Mateus, le descubren a la joven actriz Gabriela Ruiz que el teatro, como expresaba Pasolini, siempre será el teatro. O que la vida es la verdad que se da bajo la forma de un teatro de sombras, como apuntaba, de su lado, el propio Rancière. (Ensayos sobre la ficción moderna, p. 120)
FICHA TÉCNICA
Trini: María Beatriz Vergara
Actor: Pancho Arias
Merche: Gabriela Ruiz
Diseño y construcción de escenografía y utilería: Luis Zavala
Diseño de vestuario: Jorge Mateus
Confección de vestuario: Irene Loor
Diseño de Iluminación: Juan Sebastián Muñoz
Diseño de afiches y programas: Edwar Delgado
Edición musical: Producción Sound And You
(Rumipamba & Antonio de Ulloa – Quito) 0984519941
Fotografía: Freddy Lima
Dirección: Jorge Mateus
Agradecimientos especiales: Rosa Isabel Bodero; Freddy Lima, Elvia Vinces, Natasha Salguero, Wilson Pico
MANUEL VEIGA (Barcelona 1964 – 2019)
Licenciado en Arte Dramático - Institut del Teatre de Barcelona. Publicó y estrenó distintas obras en Barcelona, Madrid, La Habana, Puerto Rico, Uruguay, Buenos Aires, Chile, Perú, Canadá... Fue autor residente del Teatre Nacional de Catalunya. Algunas de sus obras han sido traducidas al inglés, al francès y al griego. Entre otros premios, recibió el Premio Nacional SGAE, el Premio Literari de LLeida, el Premio Teatro Autor Exprés SGAE, el Premio Manuel de Pedrolo, el Premio Salvador Espriu, el Premio Associació d'Actors i Directors de Catalunya, la beca de la Institució de les Lletres Catalanes... Como actor representó textos de Shakespeare, Mihura, Marivaux, Lorca, Camus, Guimerà, Sagarra, Filippo, Letts… bajo la dirección de Sergi Belbel, Jordi Casanovas, Calixto Bieito, Frederic Roda, Ramón Simó, Rafel Duran, J. M. Mestres, Ricard Salvat, Victor Álvaro, Jaume Melendres, Esteve Polls… Veiga también trabajó como actor cinematográfico bajo la dirección de José Luis Cuerda, R. Vergés o Ventura Pons y en series televisivas como “14 de abril, La República”, "Gavilanes”, “El rey en el 23 F”, “Hospital Central” o “El Comisario”.
https://www.contextoteatral.es/unahoradefelicidad.html
Jorge Mateus
Lugar de nacimiento: Riobamba – Ecuador
Correo electrónico: jordi_28@hotmail.com
Trayectoria:
Sus estudios teatrales los realiza en la Escuela de Teatro de la Facultad de Artes en la Universidad Central del Ecuador y en la Real Escuela Superior de Arte Dramático en España. Ha realizado varios cursos y talleres de actuación, dirección escénica, técnica vocal, danza, expresión corporal, entre ellos el Diplomado Superior de Artes Escénicas en Ecuador.
Se inició en el teatro en la década de los setenta. En sus primeros pasos de formación se encuentra con la Escuela del Teatro Casa de la Cultura. Para entonces sus profesores serían Antonio Ordóñez y Germán Silva.
Posteriormente participó en el Laboratorio Teatral TEI del cual los profesores fueron José Plaza, Arnold Taburelli y Amparo Valle en Madrid-España. Por esos años también fue parte de las obras Elegía de la Raza, de Miguel Ángel León 1969, Huasipungo de Jorge Icaza 1971, Jorge Dandin de Moliere 1975, entre otras.
Se ha desempeñado como profesor de actuación, expresión corporal y dirección de teatro en colegios y Universidades, lo cual lo llevó a realizar el Encuentro Internacional de Maestros y Escuelas de Teatro, que se realizaba cada dos años, que tuvo seis ediciones. También llevó a cabo el Primer Encuentro Internacional de las Artes Otras Tierras otros Espacios, en 2004, en Quito.
https://www.elapuntador.net/portal-escenico/jorge-mateus
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