PINK UNICORNS, LAS SEMEJANZAS, LOS ALCANCES…/ Santiago Ribadeneira Aguirre
El Festival Internacional de Artes Escénicas Escenarios del Mundo decidió abrir su 18 convocatoria con la obra Pink Unicorns de La Macana Danza de Galicia, España. Acierto de la organización que comenzó este nuevo periplo escénico con fuerza creativa y de estímulo para convocar al público a ser parte de una experiencia de búsqueda y encontronazo –como choque y restitución– con el teatro, la cultura y el pensamiento.
Es un espectáculo concebido y creado por Caterina Varela, Samir Akika y Alexis Fernández, que sitúa al espectador en el ámbito de la subjetividad y de la imaginación; que además se mueve por alguna veredas conceptuales, dramatúrgicas, espaciales y de sentido, lo cual permite una irrupción constante en los santiamenes y peripecias que desarrollan un padre y su hijo, ambos bailarines Hay una historia en proceso siempre, como una constante que atraviesa el drama, la danza, los deslindes de la memoria y la confrontación inter generacional entre artistas de distinta procedencia.
El padre no es el padre y el hijo asume en ocasiones el rol contrario, obligado por las nuevas circunstancias, en esa noción de cuerpo compartido performándose; o de un cuerpo que se ficcionaliza mientras las acciones reclaman tiempos distintos en el espacio de la representación como gesto y como una forma de comunicación, que cada vez se interrumpe por el surgimiento de otras intrigas encadenadas al encuentro del padre (Alexis Fernández) con el hijo (Mali Gabrielli).
Los encadenamientos de la obra Pink Unicorns de La Macana, tienen una estructura narrativa signada por capítulos: prólogo, educación, arte, geografía, ciencia; la cuerda; profesor de afrocubano; el amor; etc. Y cada segmento adquiere su propio ritmo y su propia verdad, ligados en sucesivos tiempos en que los elementos narrativos/coreográficos se expanden a través del cuerpo, los movimientos, las reflexiones corporales simultáneas y secuenciales que van precisando los lugares de la memoria familiar, en los que ya no importan las causas o los efectos de las acciones (físicas y emotivas), sino el origen y la eficacia de una verdad que se manifiesta sola.
En definitiva, es el desmoronamiento de las convenciones y de toda lógica de verosimilitud, siempre en provecho de una lectura que el espectador realiza, sin descuidar los detalles del ‘diálogo’ de los dos bailarines. Detalles sutiles, como preguntarse las capitales de algunos países o aquel aforismo sobre las edades de cada uno (el padre tiene el triple de edad de su hijo (…) dentro de 14 años el padre tendrá el doble de edad de la del hijo. Cuántos años le lleva el padre al hijo), que es una pregunta de matemáticas, sugestiva, en ocasiones insustancial pero meritoria porque prevalece el lenguaje del cuerpo y la idea de performance para la puesta en acto, que mantiene al público en estado de expectación.
No existe una estructura de hechos en el espectáculo, más bien es una dramaturgia que valida las respuestas de los espectadores a cuyo cargo está, en definitiva, la definición del relato escénico y las texturas corporales, físicas (ambos son bailarines con experiencias distintas) y emocionales, sin aparentes secuencias racionales. El espectáculo no exige explicaciones anticipadas mientras lo que ocurre en ese momento se vuelven acciones, solo cuando el acto performativo de desprende de sus temporalidades y deviene en una forma de decir mucho más próxima a la sensibilidad y percepción de quienes asistieron complacidos al escenario del Teatro Pumapungo de Cuenca a la función inicial de Escenarios del Mundo.
Hay que destacar los elementos de la escenografía y utilería, (globos inflables de diferentes tamaños) y la partitura musical muy incorporados por sus dimensiones, colorido y forma al tema y al juego escénico del padre y del hijo, sin mezquindades unificadoras. Son ruidos y gestos o murmullos de igual importancia que los movimientos o lo disruptivo de los desplazamientos coreográficos, que reivindican el triunfo del espectáculo que ha podido contarnos lo que puede haber sucedido como un “algo más” que el padre y el hijo nos refirieron a su manera.
FICHA TÉCNICA
Creación: Caterina Varela, Samir Akika, Alexis Fernández
Bailarines: Alexis Fernández, Mali Gabrielli
Diseño de Iluminación: Alfonso Castro
Diseño de espacio: Tilo Schreieck
Dirección de producción: Caterina Varela