Tejer recuerdos
"Yo y la que fui nos sentamos en el umbral de mi mirada" A. Pizarnik.
Este verso de Pizarnik tomado de muro de Gabriela Paredes Pazmiño, precisamente, engloba la tarea a que se ha propuesto como directora de este proyecto. En la etapa de investigación, donde lógicamente se instalan tantas y tantas preguntas, bien sabemos no necesariamente para encontrar respuestas, sino para indagar, para ahondar tanto en la temática como en el modo de abordar conceptual y corporalmente una obra.
¿Cómo se conforma la identidad? ¿Qué se decide recordar y qué olvidar? Fueron algunas de las grandes incógnitas a la hora de trabajar, porque ‘tejer recuerdos’ es volver la vista atrás, pero principalmente es mirar hacia adentro, y en ese des-tejer ir esbozando el retrato personal, y en gran parte, también el del ‘otro’.
La relación con el otro, con el cuerpo del otro, estuvieron presentes como premisas del proyecto, se realizaron trabajos de grupo con mujeres adultas mayores y simultáneamente con otro de mujeres entre los treinta y cuarenta años, más un músico; teniendo como base el tema de la memoria, para, en un momento dado juntarse todos; compartir además de labores manuales como el tejido, la elaboración de vestuario, etc. siempre direccionándolas a un objetivo común: reactivar la memoria y revertirla al cuerpo. Como señala Gabriela “la memoria como construcción, no como recuerdo”; por eso la propuesta tuvo varios momentos: Muestra coreográfica de adultas mayores, un Ensayo abierto de la creación coreográfica de las bailarinas para compartir su propuesta con las otras mujeres, y, finalmente, la presentación de la obra al público.
Una de las cosas que plantea Tejer recuerdos es, dónde está el límite entre la danza y el performance, no porque haya prevalencia de una u otro, ni porque sea imprescindible definirla, creo más bien que la pregunta profundiza y abre el espectro escénico, donde el protagonista preponderantemente es el cuerpo, que habla de estados, ‘teje’ un discurso que trasciende lo formal, dancísticamente hablando, porque apenas transcurridos los primeros minutos sabemos que no hay historia de por medio, no se pretende el virtuosismo, sí una presencia que de cuerpos que trazan una sintaxis y provocan lecturas diversas.
Tejer recuerdos es una propuesta muy simbólica que nos pone a trabajar y apela no solamente a nuestras sensaciones, sino que va más allá, sentimos, incluso, que nuestra memoria también está atada, supeditada al otro, a lo oscuro, lo no dicho, a lo vergonzante, guardado seguramente en el fondo inaccesible de la memoria, por sí acaso salte a la luz. Y, todo esto sucede sin que en el escenario se escuche una sola palabra; es la música la que pone el ritmo de las sensaciones tanto para las performes como para quienes ocupamos la sillas, y que por cierto, al hacerlo, nos constituimos en integrantes de ese tejido, puesto que las cuerdas que a Ellas las sostienen, alejan o acercan, están afirmadas a las patas de las sillas que el público ocupa; de modo que, por ejemplo, levantarse y dejar la sillas vacías alteraría irremediablemente el espacio y la acción escénica.
De antemano sabemos que en el acto performativo artístico hay una decisión por enfatizar el cómo, por evidenciar la experiencia creativa que involucra al espectador. En este caso la forma en que los dos cuerpos en escena se deslizan en ese péndulo que implica la relación con el otro; viven, y nos dejan sentir la momentánea la simbiosis, la calma, que intempestivamente (provocado por la tensión de lo cada cuerpo siente) desaparece y se transforma en una verdadera batalla por resistir al otro, interpretando que ese ‘otro’ puede ser la voz que recuerda, reclama y remueve la memoria.
Treinta y cinco minutos de una tensión que va in crescendo: un abrazo amoroso, pacífico va transformándose en necesidad de zafarse del otro y, al mismo tiempo está la imposibilidad de hacerlo, porque juntos se está mejor y en silencio ni se diga; no obstante, pareciera que la memoria tiene su propia fuerza y activa los cuerpos, por eso, quizás, toda la energía empleada para liberarse del otro regresa como un bumerán para recuperar aquello que rechazamos, aquello a lo que estamos acostumbrados y no nos permite liberarnos. Esta incapacidad se convierte entonces la razón de ser, de resistir, quizá porque lo vivido no es posible olvidar o porque…"Solo el amor nos sostiene... o ¿es la rabia?[*] G.M.T.
Ficha técnica:
Dirección general y creación coreográfica: Gabriela Paredes Pazmiño.
Creadoras: Lídice Robles y Verónica Castillo.
Propuesta Sonora: Marco Pintado/Vídeo: Pamela Paredes
Estreno: Centro de Danza Experimental - Cedex / espacio escénico La Capilla. Abril 19 2018
[*]Frase tomada del programa de mano