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TRÍPTICO QUITEÑO: DIGRESIONES SOBRE LA ÓPERA CONTEMPORÁNEA | Daniel Félix

Charlie Calvache

TRÍPTICO QUITEÑO: DIGRESIONES SOBRE LA ÓPERA CONTEMPORÁNEA | Daniel Félix

1.     Tras la perspectiva de la “obra total”

La ópera, ese género del arte al que Wagner llamó: “la obra total”, puede ser pensada como esa operación artística compleja que involucra diferentes lenguajes, principalmente la música y la dramaturgia, para contar historias significativas para sus públicos. Orquestación, escenografía, vestuario, utilería, ensayos, bocetos, pruebas: se trata de un acontecimiento escénico que requiere de muchos ejecutantes, que integran sus acciones dentro y fuera de escena para que el público observe en vivo la representación de una historia.

Esta primitiva acción de contar historias alrededor del fuego: leyendas, mitos, ficciones, encuentra en Occidente el camino operístico para proliferar por siglos como la expresión más popular y desarrollada de las bellas artes. El ideal juglaresco de contar historias, de tamizar la realidad con mitos, música, luces, mecanismos de contrapesos, poleas, decoraciones; pero también los sentidos y valores narrados: el heroísmo, la sátira, y los estilos compositivos, los temas, todas las posibilidades de la creatividad humana puestas en juego para concertar en escena una historia por un tiempo determinado. La ópera puede ser el género artístico más hospitalario, por el cual viven y perduran princesas, brujos, reyes, campesinos, soldados, bufones, asesinos, enamorados, un vasto catálogo de personajes cuyas historias nos han llegado a través de la “obra total”.

Jorge Cassis , María Fernanda Argotti

Desde esta perspectiva, la historia de la ópera es el relato del perfeccionamiento de este anhelo de contar historias. Ingenio, subjetividad, colectividad, identidades, estéticas: un corpus para pensar una heurística del arte, es decir un impulso metódico de invención, ordenamiento, y sistematización creativa, para producir artísticamente todo aquello que el ser humano persigue: pasión, memoria, asombro, honor, luto, burla... Pensar en ópera es pensar en esas maquinarias, telones, plataformas, poleas, ruedas, que hacen volar animales mitológicos, donde acontecen batallas históricas, y se canta a héroes, payasos o prostitutas. Una maravillosa locura llevada a cabo por múltiples artistas en sincronía, cuyas acciones son ensambladas a través de horas previas de ensayos, pruebas, bocetos. Una maquinaria, una operación humana compleja, dispuesta con el fin de contemplar la belleza, y estremecernos.

Equipo de maquillistas, estilistas. Fotografía: Archivo FTNS | Ana Lu Zapata

Aunque hoy parezca que los mejores días de este género hayan pasado. Su auge y popularidad ahora es propio de industrias como el cine o el streaming. Su función básica: el entretenimiento, ha sido dominado por otro tipo de espectáculos. Cabe preguntarse: ¿para un músico, un compositor moderno, qué motivos y necesidades pueden llevarlo a explorar las posibilidades expresivas de la ópera? Crear arte es una acción que no requiere ser explicada, pero puede serlo de la manera más simple: el artista crea porque puede.

Fotografía: Archivo FTNS | Ana Lu Zapata

Alguien puede componer hoy la música y el libreto de una ópera contemporánea, basándose en leyendas populares de su ciudad natal; alguien piensa por décadas los temas posibles, reflexiona, decanta ideas compositivas, temáticas, personajes que puedan conformar las historias que en su mente surgen. ¿Cómo un músico quiteño, en nuestra época, dedica años de investigación y creación de una ópera basada en temas locales, y hace uso de todos los recursos que este género ofrece para su obra soñada, imaginada en soledad, y suma todas las fuerzas necesarias para hacer posible este impulso en escena?

Charlie Calvache, Olmes Nogales,Sebastián Salazar

2.     Ensayos, pruebas, bocetos: el camino del gesto al acto

La acción original que da vida a la ópera Tríptico Quiteño, es de Marcelo Beltrán, quien escribe el libreto y la música de las tres óperas que componen esta obra. A partir del ideal de “obra total”, Beltrán construye un cuerpo de lenguajes, imagina y crea ese gesto original que requerirá múltiples fuerzas y mecanismos para materializarse. Un encuentro de fuerzas que principalmente se ramifican en dos aspectos: lo escénico y lo musical.

Tríptico Quiteño Fotografía: Archivo FTNS | Ana Lu Zapata

En escena la ópera presenta alrededor de cien artistas entre orquesta, coro y solistas, pero se requiere un número similar fuera del escenario: luministas, escenógrafos, maquilladores, vestuaristas, realizadores audiovisuales, productores, etc. La gente se congrega alrededor de una idea que cobra forma y se materializa. María Elena Mexia, directora escénica de Tríptico Quiteño, ha montado cientos de óperas en teatros de Europa y América Latina. Para ella, a la hora de decidirse por este proyecto, fue seductora la idea de trabajar con la obra de un compositor vivo, un estreno absoluto de algo inexistente; pero lo que la convenció fue el escuchar unas grabaciones que le envió la Fundación Teatro Nacional Sucre, productora de esta ópera, junto a la propuesta de la dirección.

En el arte, el gesto es eso que moviliza acciones. Es algo alrededor de lo que otros elementos de una obra comienzan a integrarse. Del gesto al acto, la composición de la ópera de Marcelo Beltrán empieza a congregar gente. En los talleres de carpintería y mecánica se trabaja para construir la escenografía móvil ideada por Mexia: una plataforma circular que gire y permita cambiar el escenario de forma versátil. Algo similar debe realizar el área de vestuario: surgen bocetos; conversaciones con otros equipos transdisciplinares, se elaboran diseños, animaciones. Hay tareas, hay apuntes, por donde quiera que se mire. 

Una idea crece y se multiplica. Tríptico Quiteño pone en escena, en clave operística, tres leyendas tradicionales propias, nuestras. El gesto de la identidad, el cuestionamiento a esos personajes y roles que se ha propuesto llevar al escenario. Se toman decisiones: se escogen solistas, elencos, se conforma una orquesta sinfónica, se reflexiona sobre la necesidad de contar estas leyendas, se ensaya por días, por secciones, individual y colectivamente. Se estudian roles, se investiga para construir con los cuerpos los personajes.

Foto Tamia Oviedo Carrilo

Desde el área musical, el director de la orquesta, Jorge Oviedo, encara dos necesidades simultáneas: lo que acontecerá abajo con la orquesta en la fosa, debe marcar pautas, parámetros, pero al mismo tiempo debe conducir la dirección musical arriba, en escena, con coros y solistas, debe modelar, sintonizar, orquestar de manera simultánea en ambos espacios los compases creados por Beltrán.  

Tríptico Quiteño. Olmes Nogales, Erick Imbaquingo, Nancy Yánez, Andrés Salazar. Fotografía: Archivo FTNS | Ana Lu Zapata

El tiempo siempre es poco. A pocas semanas del estreno llegan los ensayos generales en el Teatro Nacional Sucre. Mexia ya dispone de un escenario para integrar una obra total. Ella mismo se integra al escenario, deviene silente una sombra que sigue las escenas, dirige desde cerca al oído a los intérpretes de los coros y solistas. Oviedo confiesa en una charla que al terminar los ensayos debe tomar sueros para recuperar fuerzas. Capa por capa, piedra sobre piedra, la iluminación, las proyecciones, el maquillaje, los apuntes, los elementos de utilería. Todo converge de cara al tiempo como límite.

Vanessa Valladares, Jorge Cassis

3.     Paradoja de la belleza y su entendimiento

Para Ortega y Gasset, el objeto estético del arte es su virtualidad, es decir todo aquello que implica fuga de la realidad, invención, incremento del mundo. Para el filósofo español, el arte se ocupa de lo mismo que se ocupan las acciones cotidianas: figuras y pasiones humanas donde lo artístico se distingue como el medio de entrar en contacto con esas cosas humanas “interesantes”. El asunto gira en torno a lo deseablemente humano, lo que puede designarse de interés humano por popularidad o impopularidad, por su contacto con lo social, y así el acto artístico es susceptible de valoración. Lo relevante de una obra es su entendimiento, su capacidad de transmisión de valores, específicamente el del interés humano. Juzgamos una obra como buena, en la medida que podemos entender y afectarnos por sus mensajes y códigos.

María Isabel Albuja - Jorge Cassis. Fotografía: Archivo FTNS | Ana Lu Zapata

Empero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de valores estéticos? Según Ortega y Gasset los sentidos artísticos compartidos por una generación, una corriente o una época, expresan una identidad común, sustraída de lo real a través de esta virtualidad. Se trata de un correlato entre valores artísticos y sociales, construido por divergencias, puntos de fuga y encuentro, entendimientos y desentendimientos, expresados en temas, estilos, preferencias, modas; no son muchas las expresiones artísticas que sobreviven a esta yuxtaposición de valores, por ejemplo, Luis Humberto Salgado nunca vio su ópera, Cumandá, puesta en escena.

Nathaly Dávila

Cabe nuevamente preguntarse: ¿para un músico moderno, qué motivaciones lo conducen hacia la ópera contemporánea? Para Marcelo Beltrán, ¿qué caminos de intuición, investigación, qué influjos del espíritu y la técnica, lo llevaron a crear un tríptico de óperas quiteñas, basadas en estas leyendas tradicionales de la ciudad? ¿En qué visiones dieron atisbo estos personajes: Cantuña, el Gallito, la madre beata y muchos más? La belleza de su música solo es entendible por la experimentación, al verla y oírla en vivo, y excede cualquier reflexión posterior, por supuesto.

Tríptico Quiteño, de Marcelo Beltrán, relata las leyendas tradicionales quiteñas del Gallo de la Catedral, San Antonio de Cabeza y Cantuña. Bajo la dirección escénica de María Elena Mexia, y dirección musical de Jorge Oviedo, esta obra se compone de tres óperas cortas que cuentan cada una de estas leyendas, bajo un estilo compositivo contemporáneo y una propuesta escenográfica moderna y singular para cada una de las leyendas, donde se distingue la efectividad para ejecutar lo que las historias requieren.

Jorge Cassis / Charles Calvache

En el Gallo de la Catedral, el argumento y los motivos se acercan a la ópera bufa. Don Ramón, un acaudalado hombre, impone a sus vecinos diversos infortunios y molestias. Un local tradicional y luego la Plaza Grande, en la madrugada, son los escenarios donde las acciones se desarrollan. Los vecinos ingenian un plan para burlarse de este personaje. Disfrazado como un gallo gigantesco, el sacristán engaña y castiga al bribón. Tanto en la leyenda como en la ópera, la moraleja convive con la sátira picaresca.

Andrea Condor

San Antonio de Cabeza es una ópera breve de carácter romántico, donde los personajes y sus acciones son conducidos por motivos idealistas. Una madre beata ruega al santo para casar a su hija. El matiz de escenas cómicas y líricas lleva al clímax: el beso y la promesa, con la cual cae el telón.  

Equipo de escenografía del Teatro Nacional Sucre. Fotografía: Archivo FTNS | Ana Lu Zapata

Intermedio de veinte minutos. Se desmonta la escenografía. Los técnicos silenciosos ejecutan sus labores. Las radios comunican entre las cabinas y el escenario. La orquesta se retira a los camerinos. Hay sudor, emoción, cuerpos, maquillaje y cambio de vestuarios…

Cuando el telón se levanta está en escena Cantuña, solo, frente a una proyección en el cielo: el Heraldo anuncia el inicio de esta leyenda tradicional. El mito épico en lenguaje operístico. La lucha contra fuerzas demoniacas. El anhelo de la libertad. La realidad fundacional de un espacio y una identidad incrementados por fuerza de la imaginación musical y estética. Solistas y coros danzan, construyen disfrazados de diablos plaza e iglesia, pelean, maldicen. Cantuña, nuestro héroe operístico, se lamenta, ríe enloquecido, engaña a Lucifer y trasciende su categoría de personaje, para representar en el epílogo el mismo símbolo de una realidad: “Sin embargo deben saber / que esta no es la historia real: / mano de obra indígena fue / la del trabajo monumental”.

María Isabel Albuja - Jorge Cassis. Foto Tamia Oviedo Carrillo

Al final de cuentas, lo relevante del arte es su entendimiento, como sostenía Ortega y Gasset: “a la gente le gusta un drama cuando ha conseguido interesarse en los destinos humanos que le son propuestos. Los amores, odios, penas, alegrías de los personajes conmueven su corazón: toma parte en ellos, como si fuesen casos reales de la vida. Y dice que es ‘buena’ la obra cuando esta consigue producir la cantidad de ilusión necesaria para que los personajes imaginativos valgan como personas vivientes”.

La obra de arte sustrae algo de la realidad. Sustitución, vehículo de fuga y paradoja donde se difuminan los límites del mundo. Operación que al ser experimentada, sustrae al público y lo devuelve enriquecido a su propia realidad. Esto es lo que una obra bondadosa, una buena obra haría.

Fotografía: Archivo FTNS | Ana Lu Zapata

Es importante que un compositor ecuatoriano contemporáneo, como Marcelo Beltrán, cree esta obra operística como una ofrenda a su ciudad natal, un tributo desde su sensibilidad; un regalo compartido por el equipo artístico dispuesto a hacer por primera vez algo que nunca ha existido. Una operación artística compleja, intensa, colorida. Como afirma su sinopsis, una ópera nacionalista que construye sus motivos alrededor de símbolos populares, propios de las leyendas tradicionales, en la misma línea en que lo realiza la Flauta Mágica, o las sagas de Wagner. Es una creación original, inspirada en las leyendas quiteñas, que busca recrear los sonidos e historias del Quito que habita Beltrán. Es nacionalista porque se arraiga en estas búsquedas de identidad e historia, desde la perspectiva operística y creativa.

Coro Mixto Ciudad de Quito y Coro Juvenil de la Fundación. Alejandro Roditti, Director del Coro Juvenil, César Espinosa Director Coro Mixto.

A la pregunta: ¿por qué un compositor ecuatoriano contemporáneo acude a la ópera para tratar estos temas? Beltrán contrapone pertenencia, a través de la lengua y las historias, los lugares, los personajes, y construye intimidad para el público de esta ópera. Tríptico Quiteño tiende al entendimiento del público, es buena o bondadosa, porque nos sustrae y nos devuelve encantados por una obra total, profundamente tallada en nuestra subjetividad, como dice el coro de diablillos en Cantuña, mientras construyen la iglesia: piedra sobre piedra / piedra, piedra / piedra tallaremos…  

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