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LOS 59 AÑOS DEL TEATRO ENSAYO | Santiago Ribadeneira Aguirre

Canto esperpéntico. Antonio Ordoñez (2014)

LOS 59 AÑOS DEL TEATRO ENSAYO | Santiago Ribadeneira Aguirre

El viernes 4 y el sábado 5 de agosto de 2023, en la Sala Demetrio Aguilera Malta de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, el Teatro Ensayo celebró sus 59 años de creación, con la presentación de uno de los Cuentos del Decamerón de Bocaccio y el Réquiem por la lluvia, monólogo de José Martínez Queirolo a cargo de Antonio Ordoñez, estrenada en 1963 en el Café 77. El actor José Ignacio Donoso tomó la palabra para expresar la trascendencia del acto en la historia del teatro ecuatoriano. Enseguida exhibió el botiquín de cuero de primeros auxilios que compró en esa época la actriz Noemí Albuja, convertido ahora en el símbolo del objetivo central del grupo: la difusión de las obras será hecha, preferentemente, en aquellos lugares y ciudades donde el teatro todavía no había podido llegar.

Los acontecimientos cuentan la Historia. Los acontecimientos y los hechos que ayudan a construir el tiempo de la memoria que, en definitiva, hace advenir lo que todavía no es y la relación con lo desconocido. En los tiempos de los seres humanos y de la construcción de sus obras, materiales, culturales y artísticas está le necesidad de pensar. Es la profundidad y es la necesidad cada vez más inmensa de un suelo nuevo, no de la pérdida, sino para descartar la angustia del olvido con otros sucesos. La historia, como se ha dicho siempre, ‘no puede ser la acumulación monstruosa de archivos, de fechas, de efemérides resecas’.

Antonio Ordoñez - Isabel Casanova Foto cortesía de Antonio Ordoñez

Nacimiento, fundación y creación no son términos enteramente similares o equivalentes. No lo son por ser parte de los ejercicios que ponen a prueba los intereses y las prerrogativas de quienes conciben un plan, cuyos contenidos pueden tener distintas proyecciones. Los tres conceptos, sin embargo, pueden entenderse como si correspondieran a un tiempo nuevo, generalmente provocador de rupturas e interrogaciones. Escapar del curso del mundo y construir en el advenimiento de la voluntad de lo propio, aquello que pueda considerarse como lo nuevo. No ocupar la vida sino mostrarla con sus contradicciones, puede entenderse como el principio reactor que empuja el proyecto del Teatro Ensayo y se perfecciona en estos 59 años.

Canto esperpéntico. José Ignacio Donoso. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

A propósito de lo último, lo nuevo ha tenido demasiadas acepciones a lo largo de los distintos momentos del teatro ecuatoriano, que en ocasiones han deteriorado su auténtico sentido, sin que se haga alusión a uno de sus aspectos diferenciadores como el de la estética, por ejemplo. Digamos además que en la década del aparecimiento del Teatro Ensayo, afloran los términos popular y experimental, a los que enseguida se agrega el de independiente. Definitivamente lo nuevo también es un problema de actitud y una toma de posición.

Así lo señaló Bertolt Brecht cuando decía que: “Por supuesto, la transformación total del teatro no debe ser consecuencia de un capricho de artista sino corresponder a la total transformación espiritual de nuestro tiempo”. Vale entonces la digresión cuando miramos el trayecto del Teatro Ensayo como una disposición y una voluntad para representar la realidad que no se refiere al hecho de que los elementos que concurren al hecho escénico sean ‘originales’, sino que el sentido de la novedad está en la forma en que se los aplica en el teatro. Así lo entendió desde los inicios el grupo dirigido por Antonio Ordoñez, y de esa manera planteó su trabajo y desarrolló las formas de su fecundo recorrido, que tiene como centro la aventura de la creación sin dogal, no para ofrecerle al público productos inmutables, dogmáticos o excluyentes.

En el terreno de lo político e ideológico, había que mostrar que se podía ejercer el oficio creador de otra manera. Tal vez estos preceptos pudieron haber constituido el acta de nacimiento, fundación o creación del Teatro Ensayo de Quito, que acaba de celebrar los ‘primeros’ 59 años, como se dijo en la apertura del acto. Estos tres momentos, no son un juego semántico, sino la constatación del rol vital del tiempo, ese tiempo de los cambios (estamos en la década de los sesenta) que anunció el triunfo de la revolución cubana y que partió en dos la secuencialidad histórica de los hechos históricos en el país y Latinoamérica.

Escuela del Taller del Teatro Ensayo. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

Por fin el teatro ecuatoriano comienza a hablar de ‘experiencia’ sin dejar de lado las ‘vivencias’. El nombre –o el nombrar– se vuelve esencial. Teatro y Ensayo se unifican para fraternizar con el pensamiento que también nacía o se sacudía del polvo fugaz del tiempo vivido o invertido. El proyecto de pensar el teatro de otra manera y de pensar la cultura y sus quehaceres autónomos, ligado a la historia. El Teatro Ensayo inaugura, años andando, el sentido musical de la palabra, del verso, del canto con la versión de Boletín y elegía de las mitas del poema homónimo de César Dávila Andrade. El teatro es sonoridad y resonancia y plasticidad donde tiene una importancia cabal el juego de la dramaturgia del espacio, de lo escénico. El juego de vislumbres que al elegir una nueva correspondencia o convergencia, acerca la narración poética del poema a la interpretación teatral. Ahí se puso a prueba el proyecto estético y ontológico del grupo que comenzó su andar un día de agosto de 1964, hace 59 años con el nutrido y permanente intercambio de experiencia y vivencia que nunca culmina, porque es la carta de navegación del grupo.

El marido de la señora de las lanas de Raúl Pérez. Geova López, Viviana Muñoz y Valeria Brito. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

De ahí que sea justo hablar de ‘los tiempos de la cultura y de lo político’ como  un intento de entender los procesos del teatro ecuatoriano que, desde la década de los sesenta preconizó el encuentro con la identidad, con lo colectivo “a partir de la movilización de relatos y rituales” que cada vez se hacían más evidentes en el trabajo sostenido del Teatro Ensayo y de otros colectivos. En consecuencia, es preciso mirar con detenimiento cada una de las producciones, de los enlaces escénicos con el público y una ‘política redistributiva’ del hecho escénico que se cumplió (y se sigue cumpliendo) desde los comienzos del grupo, marcada por una ‘estética de la convergencia’ que juntó lenguajes, símbolos y determinadas preeminencias dramatúrgicas muy puntuales, sostenidas por un gesto cercano a la exteriorización, a una retórica de tropos y a una autoconciencia narrativa.

El decamerón, José Ignacio Donoso. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

Es una premisa que aplica el Teatro Ensayo para ‘exteriorizar’ su trabajo. (La categoría de exteriorización tiene, en la concepción carpentiana, suma importancia, porque se trata de la manifestación más familiar de lo real, de su especificación visual, su modo de demostración. A nuestro juicio, lo más importante estriba en que a través de la exteriorización ‘es posible visualizar una continuidad cultural esencial desde la época prehispánica hasta nuestros días’).

Grupo Teatro Ensayo. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

En el breviario del grupo están contenidos los objetivos artísticos y conceptuales de su trabajo. En el contexto de esos principios filosóficos y programáticos, se inscribe la extensa producción de más de cien puestas en escena, cada una correspondiente a los distintos momentos del Teatro Ensayo y la relación que se estableció con las audiencias, los públicos las comunidades y regiones que pudieron visitar. Ahora podemos reconocer algunas categorías preliminares, como la del gozo estético y de la identidad, no como categorías ontológicas sino como muestra de conocimiento, de sensibilidad social, que se procesa dialécticamente cuando se estructura una programación que toma como punto de partida la producción literaria del país. El objetivo riguroso era construir una actividad teatral colectiva consciente para combatir el quietismo, el estancamiento aparente y la contemplación pasiva de los hechos.

En rigor la Historia del Teatro Ensayo, comienza en diciembre de l963 en el Café 77 con la presentación del monólogo Réquiem por la lluvia, dirigido por Marco Muñoz e interpretado por el joven estudiante del colegio Mejía Antonio Ordoñez, integrante del recién conformado Grupo Tzántzico. Entre los espectadores, –dice una crónica de Alfonso Murriagui– y de incógnito, se encontraba un técnico de la UNESCO, Fabio Pacchioni, quien había sido llamado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana dirigida por Benjamín Carrión, para dictar un seminario sobre actuación teatral. (Alfonso Murriagui El teatro ensayo: cuarenta y cinco años de constante actividad Archivos | Quito (Ecuador) | 26 de marzo de 2008) Alfonso Murriagui [Red Voltaire ] (voltairenet.org)

 Alfonso Murriagui consigna los antecedentes inmediatos del Teatro Ensayo de esta manera:

En l964, Fabio Pacchioni se relacionó con los Tzántzicos y, en base a ellos, organizó un Seminario con asistentes reclutados entre estudiantes y obreros; los Tzántzicos que se integraron a este Seminario fueron: Marco Muñoz, Antonio Ordóñez, Simón Corral, Ulises Estrella y Alfonso Murriagui; los otros integrantes del grupo, que se denominó Teatro Ensayo fueron: Gustavo Borja, Irene Tello, Graciela Echeverría, Carlos Martínez, Víctor Almeida, Antonio Barragán, Piedad Castañeda, Armando Yépez, Francisco Piedra, Erica von Lipke, Luis Morales, Bayardo Torres, Galo Moreno, Jorge Zaldumbide, Laura Hidalgo, Jorge Vivanco, Carlos Villalba, Carlos Mena, Teresa Ron, Patricia, Rocío y Eduardo Madriñán, Hernán Cevallos, Isabel Casanova, Isabel Saad, Lupe Machado, Hugo Alfaro, Guillermo Pérez y Cesar Santacruz.

YERMA DE Garcia Lorca Isabel Casanova. 1976. Foto Cortesía de A.O.

En agosto de 1964 se aprueba la creación del grupo con el nombre de Teatro Ensayo, bajo la dirección, en un primer momento, del técnico italiano Fabio Pacchioni, y enseguida de  Antonio Ordoñez, para impulsar el movimiento teatral en el Ecuador. Las obras escogidas para el primer estreno fueron: La Guarda Cuidadosa, de Miguel de Cervantes, Las Aceitunas, de Lope de Rueda y La Farsa de Messié Patelín, un anónimo francés del siglo XV. En la misma crónica de Murriagui se añade que posteriormente se presenta “una nueva temporada, esta vez con las obras: El Tigre, de Demetrio Agujera Malta; El velorio del albañil, de Augusto Sacoto Arias; Montesco y su Señora, de José Martínez Queirolo; y, El Pasaporte, de Ernesto Albán Gómez”.

Foto Cortesía de A.O.

Desde entonces, casi trescientos actores han pasado por Teatro Ensayo. En esta larga trayectoria ininterrumpida han llevado a las tablas a más de 100 obras, producidas bajo la dirección de Antonio Ordoñez. Boletín y Elegía de las Mitas, Santa Juana de América, Huasipungo, Vida y Muerte Severina, entre otras, son algunas de las obras emblemáticas en el repertorio del Teatro Ensayo de Quito. Hay que destacar, desde los albores del grupo, la participación de la actriz y dramaturga Isabel Casanova, como una de las férreas columnas que sostuvo el trabajo colectivo y continuo hasta su prematuro retiro de las tablas. Así mismo en el campo del diseño de trajes la lista se enriquece con los nombres de José Rosales, Teresa Yépez y Elvia Vinces y en el de la técnica con José Guerra, Santiago Hidalgo, Arturo Guerra y Gualberto Quintana.

Teatro Ensayo

En el acto de conmemoración del aniversario del Teatro Ensayo, que se cumplió con una masiva concurrencia de público en el la Sala Demetrio Aguilera Malta de la Casa de la Cultura, se rindió un homenaje y un tributo a la bailarina y coreógrafa Marisa Cretenier quien se encargó de la parte coreográfica de varias de las obras que ahora son parte del extenso repertorio del Teatro Ensayo. 

 

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